Diario de León
Eugenio de Paz, en Ponferrada con un parte de la mina.

Eugenio de Paz, en Ponferrada con un parte de la mina.

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«Aquí fui feliz y lo pasé mal también», cuenta Jovino García mientras enseña las ruinas de la que fue su casa durante casi tres décadas, los últimos 22, después del cierre de la mina en 1958, sin otra compañía que la de su esposa, Milagros García, con la que vive en Cadafresnas, y sus hijos Luis, el primer niño que nació en la montaña del wólfram, y Rosa. Entre ambos, Milagros tuvo un aborto. Jovino no se resignó a ver morir el poblado y después de dejar la vivienda en 1980 —todavía sigue pagando la contribución— mantuvo la huerta y un gallinero. Subía con una vieja Derbi desde Cadafresnas, recuerda su hijo Luis en su casa de La Válgoma, y Milagros le ayudaba con la siega de los campos de La Pela. Jovino disimula mal que bien la amargura que le produce ver las ruinas del poblado, las viviendas desmanteladas, la mina desaprovechada. A su lado, el pedáneo de Cadafresnas, Ernesto López, también tuerce el gesto, lamentando que la Peña no sea una verdadera atracción turística, a pesar del interés de la Ciuden. «Nada me haría más feliz que se hiciera algo», repite Jovino. Y se apoya en el periodista para entrar en su casa. La de toda la vida.

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