Diario de León

El viaje al infierno de Prisciliano García Gaitero

«Me matricularon con el número 11.666 en Gusen y con el 38.857 en Dachau». Así comienza el relato de Prisciliano sobre el infierno nazi

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VERÓNICA VIÑAS | texto
León

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«Estremecedor». Así ha calificado el escritor leonés Julio Llamazares el diario que Prisciliano García Gaitero escribió desde la cama de un hospital francés, tras haber logrado sobrevivir a las toruturas de tres campos de concentración (Mauthausen, Gusen y Dachau). De todos los leoneses que pasaron por los campos de la muerte, García Gaitero fue el que llegó a conocer el mayor número de ellos y el único que dejó testimonio escrito de su vida en aquel infierno. Había nacido el 28 de julio de 1910 en Carbajal de Fuentes. Al morir su padre, su madre se traslada a Mieres, donde contrae nuevo matrimonio. Siendo apenas un adolescente entra a trabajar en la mina. En el 34, con la revolución asturiana, ingresa en el Partido Comunista y dos años después se une al ejército republicano para combatir en el frente norte. En el 37 se ve obligado a huir al monte. Luego será enrolado en un batallón de trabajo en Huesca. Al saber que su madre ha sido encarcelada huye a Cataluña. En 1938 consigue pasar a Francia, donde trabajará de jornalero en varias granjas. En 1940, cuando las tropas alemanas invaden este país, García Gaitero es arrestado cerca de Chartres. Los esfuerzos familiares por repatriarle fueron inútiles, pese a que el alcalde de Mieres certifica que «Prisciliano García Gaitero, de filiación comunista, miembro del Socorro Rojo Internacional, es, a pesar de su ideología, persona de buena conducta». Había comenzado su viaje al infierno. En 1941 Prisciliano ingresa en Mauthausen. En este campo pasará sólo dos meses, al cabo de los cuales será trasladado a Gusen, donde contrae una tuberculosis ósea que le impide trabajar. Contra todo pronóstico, en lugar de ser conducido al crematorio, puesto que no es apto para producir, es enviado a Dachau. Años después, poco antes de fallecer prematuramente a consecuencia de las heridas que los campos nazis le habían dejado en cuerpo y alma, Prisciliano quiere legar a la historia su valioso testimonio del holocausto. Unas memorias contra el olvido. Hasta tal punto sufrió el horror de sus verdugos que en el verano de 1945, al llegar al hotel Lutecia de París, cuando le preguntan su nombre para hacer la ficha, responde: « Drei, acht, acht, fünf, sieben» (tres, ocho, ocho, cinco, siete) -su número de preso en Dachau-. «Amigos lectores: aunque os parezca exagerado todo lo que vais a leer en este pequeño libro, es historia verdadera de una vida que discurrió durante cinco interminables años en los campos de exterminio nazis». Las memorias de Prisciliano, en las que cuenta que el hambre era en muchos casos peor que la muerte, fueron guardadas durante años por Hans Landauer, que había luchado a favor de la República con tan sólo dieciséis años y fue compañero de García Gaitero en Dachau. El profesor leonés José Luis Gavilanes Laso leyó en un libro de Benito Bermejo la referencia de unas memorias inéditas de Prisciliano García Gaitero. A partir de entonces comenzó a hacer indagaciones y localizó a Landauer. Edilesa publica ahora las memorias de aquel minero, anotadas y contextualizadas párrafo a párrafo por el profesor Gavilanes Laso, acompañadas de otro libro con la reproducción facsímil del cuaderno en el que Prisciliano dejó escrita su difícil vida. El manuscrito original era entregado el pasado jueves por el hermanastro de Prisciliano, César Fernández Gaitero, al director general del Libro, el también leonés Rogelio Blanco, para que pasen a formar parte de los fondos del Centro de la Memoria que el Gobierno ha anunciado que creará en Salamanca. Hambre, hambre, hambre Es un relato crudo y sobrecogedor, como fue la misma historia de Europa durante la época de ocupación nazi. El preso leonés escribe en su diario: «En esta vida no hay nada que sea más obsceno y, a la vez, más lito y desvergonzado que el hambre. Es capaz de quitarle al hombre la honradez, la vergüenza, la dignidad. Hay que vivirla intensamente para saberlo bien.... De humano sólo nos quedaba la apariencia. Antropofagia, canibalismo, fueron inevitables. Lo devorábamos todo al instante, tal que si de fieras se tratase... Comer, comer y comer era nuestra obsesión». El preso leonés confiesa: «Llegué a envidiar a aquellos que por fin dejaban de sufrir y se estrechaban en un abrazo con la muerte comno si se tratase de una amante ausente mucho tiempo... pensé infinidad de veces en entregarme a ella, precipitándome hacia la alambrada eléctrica, pero me faltó valor, o una fuerza instintiva tiraba de mí en el otro sentido... Cuando pasaba por delante del horno crematorio, miraba hacia lo alto de la chimenea y pensaba que no tardaría en salir por ella convertido en humo. Y también contra eso algo en mí se rebelaba». El libro de Gavilanes pone en orden y con múltiples anotaciones los textos que, a modo de confesión del horror, dejó escritos para la posteridad el joven republicano leonés, que fallecería a los 39 años en Francia. No hay odio ni deseos de venganza. Únicamente una profunda tristeza. La descripción de un mundo terrible, de pesadilla, que parece imposible que ocurriera nunca. Tras el estremecedor relato de García Gaitero, Gavilanes Laso añade la biografía de los 25 leoneses deportados y fallecidos en campos de exterminio, la mayoría en Mauthausen. Prisciliano García Gaitero fue enterrado en el cementerio de Fontenay-sous- Bois y en su lápida puede leerse: Mort pour la France...

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