Diario de León

Tribuna | Religión católica

CADA DÍA SU AFÁN | Artesanos de la paz

Hace falta redescubrir el respeto al derecho y el ejercicio del diálogo. Cuando eso ocurre, la vida política puede generar la confianza de que es posible liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales

Llitografía "La paloma", de Plablo Picasso

Llitografía "La paloma", de Plablo Picasso

Publicado por
José Román Flecha Andrés
León

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No queremos olvidar que la Jornada Mundial de la Paz fue instituida por el papa san Pablo VI. El día 1 de enero de este año 2019 se ha celebrado la 52ª edición de estas jornadas. En el mensaje con que nos invitaba a celebrarla, el papa Francisco ha afirmado rotundamente que «la buena política está al servicio de la paz».

Tras recordar las virtudes que configuran una buena política y los vicios que a veces la afectan, escribe él que «la buena política promueve la participación de los jóvenes y la confianza en el otro».

Al leer el texto recordamos cómo ya san Isidoro de Sevilla decía que las leyes (leges) han de estar al servicio del bien común. Cuando las leyes se promulgan para que sirvan a intereses de personas particulares o privadas, ya no merecen ese nombre sino que se convierten privilegios (privilegia).

Pues bien, el papa Francisco escribe que «Cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro».

Pero añade que esos casos «los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro».

Es muy oportuna esta referencia a los jóvenes después de la celebración de un sínodo de obispos dedicado a reflexionar sobre ellos. El Papa considera que «cuando la política se traduce en un estímulo de los jóvenes talentos y de las vocaciones que quieren realizarse, la paz se propaga en las conciencias y sobre los rostros».

No solo eso, en esos casos, se llega a una confianza dinámica, a una fe compartida en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común. Pero el horizonte se amplía más allá de los jóvenes. Si reconoce los carismas y capacidades de cada persona, la política favorece la paz».

Todos podemos colaborar en la construcción de la casa común. Para ello hace falta redescubrir el respeto al derecho y el ejercicio del diálogo. Cuando eso ocurre, la vida política puede generar la confianza de que es posible liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales.

Es verdad que una confianza de ese tipo nunca es fácil de alcanzar en estos tiempos en que la desconfianza echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales, en la cerrazón cultural y en los «nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado».

Retomando una expresión que repite con frecuencia, el papa Francisco escribe que «hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan artesanos de la paz, que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios Padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana».

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