Diario de León

Una avanzada intervención devuelve la estabilidad a Patricio

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EFE

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La del último disco de Patricio es una historia de éxito antes incluso de su publicación. Es más, es «un triunfo de la vida», como concede el cantautor vasco, diagnosticado de párkinson con solo 33 años y al que una avanzada intervención le ha permitido volver a la música rasgando su guitarra como antaño.

Recuerda perfectamente el primer día que notó «que sucedían cosas raras en el pie». Era 2012 y estaba volcado en la presentación de uno de sus discos en la sala Galileo Galilei de Madrid. «Vi que cuando estaba sometido a cargas de estrés, surgían problemas al andar o para posarlo», rememora a Efe, en la víspera del Día Mundial de esta enfermedad.

Al principio no le dio importancia, pero «aquello no se iba, era cada segundo, cada instante», y los síntomas, «como la falta de movilidad en el tobillo», fueron a más. Solo un año después, ya no aguantaba «más de media hora o una hora» al piano.

«Pero nunca dejé la música. Siempre compuse, incluso en los momentos más difíciles, que fue en la etapa sin diagnóstico. Fue duro tanto mental como físicamente, porque no tenía tratamiento y sí mucha información en la cabeza. Al ser algo muy visual, todo el mundo se daba cuenta y me preguntaba: ‘Oye, ¿qué le pasa a tu pie?’. Y yo lo volcaba todo en canciones como un acto reflejo», cuenta.

En 2015, mientras vivía en Bélgica, llegó el veredicto médico: párkinson precoz. «Fue un ‘shock’. Nada más salir de consulta, en el ascensor, busqué en internet el nombre de Michael J. Fox porque era el único referente que conocía de alguien que lo sufriera. Vi que tenía familia, su propia fundación y que trabajaba en series. Eso me hizo desdramatizar un poco la situación», confiesa.

Patricio, cuyo nombre completo es Patricio Jacobo Barandiarán (Bilbao, 1982), ya no soportaba las sesiones de 6 horas al piano o a la guitarra del pasado, pero se volvió mucho más «ordenado» en sus hábitos y aprendió a gestionar «cuánta gasolina había en el tanque».

«Sabía que cuando tomaba la medicación tenía hora y media en la que podía sincronizar bien los dedos, así que el esqueleto de la canción la creaba en ese momento y, cuando ya me ponía peor, me dedicaba a cosas más ligeras físicamente, como escribir al ordenador», relata sobre el arduo proceso de elaboración de su álbum previo, Un rayo me atravesó (2018).

Poco después de su publicación le comunicaron que existía una sofisticada técnica quirúrgica que podría mejorar notablemente su calidad de vida. Se trataba, en términos vagos, de implantarle unos cables en el cerebro que, mediante impulsos eléctricos, activan su actividad dopaminérgica. «Al principio no lo veía nada claro. Me iban a meter cables en la cabeza y hacía falta mucha precisión. Había miedos y muchas preguntas. También había estadísticas y nadie te dice seguro que va a ir bien. De hecho me lo tuvieron que hacer dos veces», cuenta.

Aún sintiéndose un «afortunado», pues se trata de un proceso para el que hay que cumplir una serie de requisitos, entre ellos el de la edad, necesitó dos años para dar el sí a la intervención. «Primero tuve que entender que no me quedaba otra», reconoce.

Y lo más importante es que la operación, realizada en enero de 2021, fue un éxito. A los tres meses, después de 8 años de una movilidad frustrante, su primer acercamiento a la guitarra fue «flipante».

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