Diario de León

Boñar brega contra el virus

El municipio, con 1.046 casos por 100.000 habitantes, tiene la incidencia más alta de la provincia La vacunación masiva llegó ayer a otras cien personas

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León

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La vida fluye en Boñar. En su arteria principal, la avenida de la Constitución, están seis de los trece bares de la localidad, mesones, carnicerías, bancos, estancos, supermercados, hostales y, al fondo, el obrador de los famosos nicanores, el dulce estrella de la zona. El pueblo muestra a primera hora de la mañana la actividad de una localidad que se despierta con normalidad, con otra jornada de vacunación masiva, esta vez para los nacidos en 1952 y 1953, una inmunización que llegó a un centenar de personas. El municipio, con 1.850 habitantes, tiene la incidencia acumulada más alta de toda la provincia. Pese a los 1.048 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos catorce días, se han librado«por los pelos» del cierre interior de la hostelería. «Son brotes familiares, controlados y muy localizados», aclara el alcalde, el socialista Pepe Villa. Los vecinos viven con preocupación, pero con cierta tranquilidad, los contagios de los últimos días. En la actualidad hay 23 personas con el virus activo y dos de ellas están ingresadas en el Hospital de León, además de lamentar un reciente fallecimiento. «Todos los brotes que tenemos son por reuniones familiares y los rastreadores han localizado a los contactos». María Luisa Vadillo, coordinadora del Centro de Salud, y Ana Isabel Gómez, responsable de Enfermería, aseguran que la gran mayoría de los grupos de edades prioritarias de la zona básica de salud, con 3.000 personas, están ya vacunados. «Hoy hemos hecho un rescate para los que no se han vacunado antes». Vadillo destaca la importancia de acudir a las vacunaciones. «Esta enfermedad sigue su curso y afecta ahora a personas que no están aún vacunadas e incluso a las vacunadas, que son asintomáticas».

Antonio García tiene 67 años y acude a esta ‘repesca’. «Cuando me llamaron la otra vez estaba con mi suegra en León. Ya tenía ganas de vacunarme». «Si nos entra el virus, que sea leve», dice esperanzada Irene González, que tiene 67 años y acude a ponerse la primera dosis desde Puebla de Lillo, como Eloy Míguez del Campo, también de 67 años. «Estupendo, aunque haya tenido que desplazarme desde Puebla de Lillo». Olvido García, asegura que tenía «muchas ganas» de ponerse la vacuna «para que se acabe cuanto antes con todo esto». José María Ferrero nació en el 54 y, aunque no le toca, quiere vacunarse porque en el llamamiento anterior se quedó en puertas al terminarse las dosis. «Mi mujer ya está vacunada y yo tengo ganas ya de que me la pongan porque hace año y medio que no puedo juntarme con mi hija y mi nieta. Al no estar vacunado tengo miedo». José María espera a última hora para que le pongan alguna de las vacunas sobrantes.

El teniente de alcalde y concejal de Obras y Urbanismo, Ceferino Gil Benito, también se vacunó ayer. «Aunque tenemos una incidencia alta, está todo controlado. Los vecinos respetan las medidas y tienen un comportamiento ejemplar, con un índice bastante alto de vacunación».

Ismael Lozano es el encargado del supermercado que lleva su mismo apellido. «La gente ha distanciado el tiempo entre las compras, pero la caja no baja. Cada vez que vienen compran mucho, pero vienen menos. Compran de todo, pero lo que más ha subido son los productos de limpieza».

Ana María Suárez Suárez ha tomado las riendas de la hostería que regentó toda la vida su madre Inés, que tiene ahora 94 años. En este hostal, con 14 habitaciones, viven personas mayores válidas e independientes que no quieren estar solas en sus casas, turistas ocasionales y también, como ahora, trabajadores que hacen labores en el pantano. «Los mayores están aquí y se hacen compañía», como Jesús Pozas Fernández, que se hospeda en el local desde el mes de octubre. Por 700 euros al mes tienen pensión completa. «Hemos tenido suerte, no hemos tenido ningún caso», dice Ana María que hoy le toca la segunda dosis de la vacuna.

La terraza del bar Azteca comienzan a llenarse mientras Marta Lópes y Moisés Diez aceleran los servicios. «Damos unos trescientos cafés al día y, como ves, la gente se queda en la calle, más ahora con el buen tiempo. No tendría ningún sentido que nos cerraran el interior. Además los casos que hay están muy dispersos y localizados. La gente mayor tiene mucho respeto a la enfermedad». Boñar, una de las zonas más turísticas de la montaña León, tiene una quincena de bares, un negocio que ha decaído en los últimos siete años, cuando se contabilizaron 28, según indica Moisés. En una de las mesas está María Luz Carretero y su hijo Javy, de 3 años. «Sé que ha subido mucho la incidencia, tengo a algún amigo con el virus, pero no tengo conciencia de que sea un brote grave, ni mucho menos». Moisés interviene: «En pleno apogeo de la segunda ola no hubo ni un sólo caso en 50 días. En los pueblos hay poca gente y se pueden guardar las medidas».

Por este cinturón de actividad pasa también Gilberto, el poeta de Mieres, como él mismo se define, un lobo solitario trotamuntos «rodeado de mucha gente» que pinta cuadros y toca la guitarra, la armónica, y lleva su casa a cuestas de una bicicleta. Los vecinos de Boñar lo conocen por su nombre.

Severiano López González, taxista jubilado, tiene 89 años y ya le han puesto las dos vacunas. «Cuando era taxista recorrí cinco millones de kilómetros y también repartí muchas cajas de nicanores». Ayer compraba una caja atendido por Auri Blanco, que destaca el compromiso y la preocupación de los vecinos con el virus.

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