Diario de León
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La séptima actualización del Ministerio de Sanidad sobre la Estrategia de Vacunación del pasado 11 de mayo era meridianamente clara: «En un contexto de escasez de recursos sanitarios, la priorización debe establecerse sobre la base de aquellos, debiendo quedar limitada la facultad de elección de los profesionales clínicos y de los ciudadanos. Por tanto, debe recordarse una vez más que la elección de la vacuna o vacunas a aplicar no puede establecerse por elecciones individuales, sino que debe basarse en la eficacia y la indicación de la o las vacunas para los diferentes grupos de población».

Solo ocho días después, el jueves 19 de mayo, Carolina Darias anunciaba que se iba a dejar elegir entre Astra Zeneca o Pfizer a los dos millones de trabajadores esenciales afectados por el parón en la inoculación de la fórmula de la Universidad de Oxford. La ministra, sobrepasada por la presión de las autonomías, traspasaba por enésima vez en la conocida ya como ‘crisis de la segunda dosis’ una de las líneas rojas fijadas por su propio departamento.

Y es que la gestión del parón de la inoculación de Astra Zeneca a cuenta de los trombos está suponiendo una ruptura constante de promesas y de líneas básicas de Sanidad. Ocurrió también con el cambio radical de opinión sobre el propio cóctel de profilaxis. Desde que la tercera actualización de la Estrategia de Vacunación, hecha el 9 de febrero precisamente por la llegada de los primeros viales de Astra Zeneca, Sanidad venía subrayando en un documento tras otro que «la pauta completa de vacunación se realizará con la misma vacuna».

Darias, como su predecesor, siempre prometió, además de seguir los consejos de la EMA, dejarse guiar por los expertos, pero lo cierto es que las críticas de los técnicos de la Ponencia de Vacunas ante la supuesta falta de rigor de un estudio con poco más de 600 voluntariosdesaparecieron del documento oficial que se remitió a la Comisión de Salud Pública.

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