La cara leonesa de la caridad universal

De voluntaria en el programa para paliar la soledad de las personas mayores y en ludotecas a un mes de inmersión en la Amazonía con población indígena. Itziar Moreno Ciordia, estudiante de Derecho y ADE en la Universidad de León, es la cara leonesa de la caridad universal, una nueva dimensión en la que Cáritas León quiere potenciar para que cale entre la población leonesa que «hay conexión entre nuestro barrio y lo que pasa en la otra parte del mundo», como apunta María José Alonso, coordinadora de voluntariado de la entidad.

Itziar empezó con 13 años como voluntaria en el programa de acompañamiento a personas mayores que desarrolla Cáritas Diocesana de León en residencias Caminando Juntos. Han pasado diez años y aunque la carrera le apartó temporalmente del voluntariado, cuando este año llegó a su correo una convocatoria para voluntariado en un proyecto internacional fue de cabeza a la selección. Para poner en marcha la DUC (Dimensión Universal de la Caridad) Cáritas de León empezó con un pequeño proyecto piloto. Se trataba de aportar voluntariado a la cooperación que sus homónimas de Burgos y Valladolid desarrollan en Puyo (Ecuador), una zona de la Amazonía en la que trabajan con población indígena.

«Lo enfocamos a voluntariado joven, de entre 20 y 30 años, porque la edad es importante para el viaje, y de la propia entidad, que compartiera los valores y principios de Cáritas», añade la coordinadora. Había tan solo diez plazas para Castilla y León y «fue complicado elegir» entre las cuatro candidaturas que respondieron en León.

Tras ser elegida, Itziar participó en dos formaciones obligatorias. «No era pasar un mes de vacaciones», comenta la joven. En Palencia se conoció con el resto del grupo y en Valladolid les enseñaron las claves para enfrentarse a la realidad de la pobreza. Todo ello con el apoyo de un técnico de Cáritas Diocesana de Valladolid.

«Siempre había estado en mi cabeza hacer un viaje así y al ver el correo de Cáritas fue como que me llegara la oportunidad de tener la experiencia», apunta la leonesa, de 23 años. El grupo salió el 1 de julio y regresó a final de mes. A la vuelta del mes que pasó en Ecuador junto al grupo de voluntariado y las comunidades indígenas asegura que «me ha cambiado la forma de ver la vida, los valores».

«Lo que más me marcó fueron los niños», admite. Siempre «dispuestos a todo, agradecidos, con abrazos y sonrisas... a pesar de las condiciones en las que viven». Una pobreza que ahora relativiza porque le impresionó «el sentido de comunidad y el respeto que tienen a la naturaleza, el cuidado hacia a la Tierra, a la Pachamama, porque es su vida», explica.

En torno a Puyo visitaron pequeñas comunidades indígenas con las que trabaja la Cáritas local. «Viven básicamente de la agricultura y ver europeas en sus calles es algo tan exótico que una niña nos pidió una foto», comenta Itziar. Sus ojos verdes eran la atracción, «les fascina pues para ellos el color ‘natural’ de los ojos es el negro».

Uno de los reflejos más impactantes de la pobreza lo vieron en el nivel cognitivo. «Vimos cómo la falta de recursos influye en el desarrollo de las personas a todos los niveles», explica.

La primera semana la pasaron en el proyecto Encuentro, un campamento de verano, realizando manualidades, gimkanas y excursiones. Cuando llegó la hora de despedirse la emoción fue máxima. El festival de despedida, con el baile de una danza típica y la inmersión en sus rituales —incluso les ofrecieron sus bebidas caseras fermentadas— «fue lo más impactante». La hospitalidad, el cuidado con el lenguaje y la disposición a colaborar en todas las actividades facilitaron la estancia.

Durante la segunda semana realizaron trabajos agroecológicos con una comunidad de Canelos durante dos días. Niños y mayores, hombres y mujeres trabajan en las chacras o huertas. Las personas voluntarias ayudaron a repartir plantas para sembrar y otras tareas.

El resto de la semana se adentraron en la selva para conocer otra comunidad y trabajar con los niños. El viaje en una canoa durante más de tres horas fue otro punto de inflexión. Iban a adentrarse en las tierras que atraviesa el río Sarayacu (río de maíz). En su periplo ayudaron a reformar aulas, experimentaron con el barro en el taller de cerámica de las mujeres de la comunidad Uruwarmi, en la misión de Canelos, conocieron el centro médico de especialidades Santa Narcisa de Jesús, que la alianza de Cáritas de Ecuador con otras cáritas hermanas ha ido mejorando año tras año... Y, como si la lluvia tropical, se empaparon de la cultura de allí y del «sentido de comunidad» de pueblos que viven según costumbres ancestrales.

«Realmente es cuando te das cuenta de que te ayudan más ellos a ti que tú a ellos», admite. Estar en contacto con la realidad de estas comunidades «me ha hecho ser más consciente», comenta la joven que ahora se plantea cambios en su vida con los que no contaba. «Estoy pensando en irme un año cuando acabe la carrera», explica. Cree que puede ser una buena opción para ella sumergirse de nuevo en la realidad de las comunidades indígenas antes de plantearse hacer un máster y seguir el plan de opositar para los cuerpos de intervención del Estado.

Fue un mes muy intenso pero «me supo a poco», señala la joven voluntaria. Durante el próximo curso, aparte de sus estudios, se convertirá en la cara leonesa de la caridad universal que Cáritas quiere promover en León a través del programa Dimensión Universal de la Caridad (DUE).

Itziar ofrecerá charlas en las diversas parroquias de la diócesis para dar a conocer la labor que Cáritas realiza en esta parte de Ecuador y en un lugar del mundo cuya conservación resulta clave para la supervivencia del planeta. «El compromiso también está aquí y tenemos que cambiar aquí para que puedan avanzar allí», apunta María José Alonso. Se trata de llevar la experiencia a los barrios y los pueblos de León, enfatiza. Las fotos y el testimonio de Itziar son el mensaje principal.

Itziar recomienda la experiencia a todo el mundo. «Problemas que antes te parecían un mundo, ahora los veo de otra manera». El trabajo en equipo y el respeto a las personas con las que han trabajado han sido claves en el éxito de la expedición.

«Carlos nos lo puso muy fácil», dice en alusión a la ayuda que supuso para todo el proceso, el técnico de Cáritas de Valladolid que ha sido el tutor de la expedición. El último día del viaje tuvieron ocasión de visitar un orfanato en Quito y pasear por las calles de la capital ecuatoriana. Había llegado la hora de la despedida..

A partir de esta experiencia Cáritas Diocesana de León espera fortalecer su labor en la cooperación internacional y llegar a tener un proyecto propio. Como dice el obispo de Puyo, Rafael Cob, en una emotiva carta, «estos jóvenes se llevarán en su corazón la mirada de esos niños que conocieron...», «se llevarán en su mente y en su corazón la riqueza exhuberante de la vida amazónica». «Estos jóvenes no vinieron a hacer turismo, sino a dar amor, que es caridad». «No olvidaremos sus rostros y estamos seguros de que el pasar fronteras de las Cáritas, estos jóvenes darán sus frutos».

Si allí tenían oídos, ojos y boca para «oír, ver y callar», como dice sobre la actitud de respeto que se cultiva frente a las personas que les acogen, aquí «no podemos callar lo que hemos visto y oído». Les toca dar testimonio de lo que la pobreza de allí tiene que ver con la riqueza de aquí y la riqueza de allí con la vida de aquí. El proyecto de fortalecimiento en la Amazonía ecuatoriana que desarrollan en conjunto Cáritas de Valladolid y Cáritas de Ecuador en la vicaría apostólica de Puyo tiene tres lustros de andadura. En 2021 recibió el premio a la Dimensión Universal de la Caridad de Cáritas España por su contribución a la visibilizar y potenciar la cooperación fraterna.