Diario de León

Derechos humanos

A la carrera contra la ablación en Kenia

La leonesa Elena Luna participa en una media maratón solidaria en Kenia para visibilizar la lucha de las mujeres masáis que huyen de sus hogares para evitar la mutilación genital, una práctica prohibida en el país pero arraigada en las costumbres.

León

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Los 21,5 kilómetros de la media maratón recorridos en Kenia por la leonesa Elena Luna y otras once mujeres no responden a una prueba deportiva sino a una carrera por la lucha de los derechos humanos. Los 21,5 kilómetros de la media maratón que la leonesa recorrió en Kenia son más que pasos en el desierto. Forman parte de una expedición de diez días organizados por la oenegé Wanakake para visibilizar el camino físico que tienen que recorrer las niñas de la tribu masái para huir de la amputación genital. El otro camino, el de la lucha contra las costumbres que mutilan a las mujeres forman parte no de una media maratón sino de una maratoniana contienda en la que las mujeres se ven obligadas a huir de sus aldeas para evitar una vida de dolor y sufrimiento. Son 21,5 kilómetros los que las separan definitivamente de sus hogares a los que no pueden regresar por negarse a ser víctimas de una tradición que ya está prohibida por las leyes keniatas.

Elena Luna y las once mujeres participantes en esta expedición hacen el recorrido por «el placer de verlas a ellas conseguir la libertad» y el apoyo que reciben en el centro de la oenegé localque las acoge. «En este campamento hay 57 niñas que huyen y reciben una educación primaria en derechos humanos. Son conscientes de que no tienen por qué ser mutiladas y casadas a la fuerza», explica Elena Luna.

Siete de cada diez niñas masáis son sometidas a la ablación del clítoris que tiene importantes implicaciones para la salud física, sexual y psicológica de las mujeres por el riesgo de infecciones, complicaciones en el parto y dolor crónico.

El roto de las once voluntarias en el entorno de la Reserva Natural Masái Mara en Kenia tiene como objetivo sensibilizar y combatir la mutilación genital y el matrimonio forzado.

«Lo hicimos con todo lo que conlleva coordinar una acción de esta magnitud en un área tan remota donde las cosas no sabes cómo van a suceder hasta el último momento, en la que la improvisación es imprescindible ante la escasez de recursos, en época de lluvias intensas (llueve a cántaros), por caminos rotos (literal) de tierra de la región de Narok, por los que transitan cebras, jirafas y ñus, y hasta leones, y donde se entrenan los mejores atletas de larga distancia del mundo, por encima de los 2.400 metros de altitud, haciendo un homenaje a todas esas valientes que corren y escapan para cambiar y salvar su vida». Las doce voluntarias participan en los talleres que organiza la oenegé. «Vamos a las aldeas y les enseñamos un rito alternativo en el que las niñas cantan a los padres» que no se cuestionan una práctica arraigada en las costumbre pero que el gobierno de Kenia está decidido a dar por terminado en 2022. «Subvencionan con dinero a las escuelas y las iglesias para que cuenten a las niñas que no tiene que someterse a esta práctica». Las menores que huyen de sus casas y se refugian en el centro de acogida. «Hay niñas en el centro que llevan nueve años sin ver a sus familias. La oenegé trabaja en la reconciliación para que vuelvan a sus aldeas. No queremos que haya desarraigo total. Son las propias jóvenes y sus amigos las que crean lazos en las redes sociales de apoyo. Los chicos, sus compañeros, también trabajan en este sentido. Se manifiestan en contra de esa práctica a las mujeres».

Según Carmen Gómez (bióloga y madre, practica yoga, pilates y aquafitness), «en este viaje a Kenia he conocido a niñas tan valientes, generosas y luchadoras que me han dado una lección de vida y me han dejado enamorada».

«De esta aventura me quedo con la generosidad, bondad, gratitud y valentía que tienen estas niñas…no dejan de causarme admiración. Son fascinantes», destaca Elena Luna.

Un emotivo pasillo conformado por mujeres masáis y madres de las niñas, algunas de ellas exmutiladoras, que se unieron en los últimos metros, junto a otros miembros de la comunidad masai y las sociedad keniana, representaba el símbolo de la lucha de las mujeres. Entre el grupo estaba Agnes Pareyio, líder de la oenegedé local Tasaru Ntomonok (rescate a la mujer), una de las activistas sociales más reconocidas a nivel internacional, nombrada Mujer del Año por la ONU y máxima representante del gobierno en Kenia en la lucha frente a estas prácticas, que no dudó en sumarse a la expedición.

Todas juntas «emocionadas, eufóricas, entramos en la meta, que era la escuela donde se celebra la ceremonia de graduación de un Rito de Pasaje Alternativo a la Mutilación Genital Femenina (ARP por sus siglas en inglés), uno de los programas locales de una semana de duración centrado en la educación.

«Esta actividad, que se ha convertido en una potente herramienta de cambio, es una gran fiesta, en la que las niñas demuestran ante toda la comunidad que, a través de la educación y sin necesidad de ser cortadas, están preparadas para ser mujeres».

Pese al trabajo de las oenegés y el avance en la concienciación de las mujeres «el reto de acabar con la mutilación genital en 2022 lo veo muy precipitado, pero no imposible», destaca Elena Luna, «de cada 50 niñas que asisten a este curso, el 90% van a saber decir que no a la mutilación y son un gran altavoz en sus aldeas. Hay futuro para estas niñas, que no tiene porqué seguir una senda de dolor y sacrificios. Tienen que aprender a decir que no quieren someterse a la ablación y a matrimonios forzados, pero todavía hoy son expulsadas de las aldeas y se refugian en este centro». Las mujeres que llegan a este refugio tienen entre 7 y 18 años.

Durante la expedición, las niñas tuteladas por la ong local, participaron en talleres de yoga, entrenamientos funcionales y actividades físicas y aprendieron valores que favorecen su convivencia en igualdad. «Mientras pasaban el balón, gritaban nosotras somos fuertes ; mientras saltaban decían yo puedo y cuando hacían yoga de decían sé lo que quiero .

Para el sostenimiento de las actividades realizan objetos que se venden en mercadillos en España. «Pero aquí cumplen una doble función porque son terminados por mujeres víctimas de trata».

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