Diario de León
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La disidencia vuelve a la UE en plena emergencia sanitaria. No tiene rango de cisma, pero si está cogiendo una inercia inquietante. Vacunas y ‘pasaporte de vacunación’ (o ‘pase verde digital’ como eufemísticamente lo identifica Bruselas) se han convertido en los dos nuevos elementos de discordia con los que tiene que lidiar una Ursula von der Leyen en horas bajas. En los dos últimos Consejos Europeos la alemana ha sido bombardeada a preguntas por los líderes. ¿Estaban lo suficientemente armados contratos con los laboratorios? ¿Se contribuyó a generar falsas expectativas? La cuestión es que el malestar en muchas capitales ha ido in crescendo por los retrasos en el abastecimiento de sueros, o el largo procedimiento de autorización que sigue la Agencia Europea del Medicamento (EMA), que hasta la fecha solo ha validado la fórmula de tres de los seis laboratorios a los que la Comisión ha adquirido 2.600 millones de dosis en nombre de los Veintisiete. Ante la perspectiva de que la situación no vaya a corregirse al menos hasta abril, varios Estados miembros ya comienzan a caminar por su cuenta.

Todo empezó con Hungría. El primer ministro Viktor Orban, en conflicto perenne con una UE que no ha dudado en cuestionar sus derivas autoritarias, arremetió ya en enero contra ese sistema de compra conjunta que pilota Bruselas. Y saltó de la dialéctica a los hechos. «Vacunado», celebraba el pasado domingo en Facebook. El político magiar colgaba una imagen de él mismo recibiendo el pinchazo y un primer plano de la fórmula; en la caja, unos signos ininteligibles. Había sido inyectado con Sinopharm, una vacuna china que no cuenta con la autorización de la EMA. Hungría se convierte así en la puerta de entrada a la UE del suero asiático contra el patógeno, como ya lo fue del ruso Sputnik V, que tampoco tiene el visto bueno del regulador europeo. Del primero, el Gobierno ultranacionalista del país ha adquirido varios millones de dosis de emergencia (hasta seis, según medios nacionales). Del segundo, en torno a 200.000.

Más países

Y ya no es solo Hungría. En Eslovaquia marzo se ha estrenado con el aterrizaje en el aeropuerto de la ciudad de Kosice del primer lote de la Sputkik V; la entrega inicial de los hasta dos millones de dosis que se habría asegurado. Su primer ministro, Igor Matovic, ha justificado esa compra en la urgencia. «Sin esperar a la autorización (de la EMA), ya que no hay tiempo para dudar», destacaba en una rueda de prensa. A Eslovaquia, como a su vecina Hungría le basta con la luz verde de su regulador nacional del medicamento. La misma estrategia que parece va a seguir la República Checa. Su presidente, Andrej Babis, ya ha dicho públicamente que su Gobierno podría a comenzar a vacunar con esa misma vacuna si Rusia envía dosis. La Agencia Europea del Medicamento señaló a mediados de febrero no haber recibido solicitud formal de su desarrollador, el Centro Nacional de Epidemiología y Microbiología de Gamaleya en Rusia, para «una revisión continua o una autorización de comercialización». Todos estos movimientos están amparados por la libertad de cada Estado, pero socavan la estrategia de autorización comunitaria.

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