Diario de León

Entrevista

«La ciencia más rompedora la suelen hacer los equipos pequeños»

León

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El leonés Juan Álvaro Gallego (abril de 1983), experto en bioingeniería y neurociencias, centra su investigación en entender cómo funciona el cerebro y usar este conocimiento para proponer soluciones para paliar los síntomas de enfermedades neurológicas como el temblor en las manos y los brazos en pacientes con Parkinson, temblor esencial o parálisis. Su trabajo doctoral, realizado en el Grupo de Bioingeniería del CSIC en 2013, le valió el reconocimiento del sector por el desarrollo de una neuroprótesis que mide el temblor de cada articulación y aplica pequeñas descargas eléctricas a los músculos afectados para reducir el temblor.

Un proyecto financiado las becas Marie Curie le llevó a Northwestern University en Chicago para desarrollar una interfaz cerebro ordenador para restaurar el movimiento a personas con parálisis. «Todo este trabajo lo hacíamos en primates no humanos, macacos, que jugaban a videojuegos mientras registrábamos actividad de distintas partes de su cerebro y de sus músculos». La investigación sirvió para desarrollar un marco teórico para entender cómo las poblaciones de neuronas que forman el cerebro se coordinan para realizar distintas funciones. «Hemos conseguido entender mejor cómo el cerebro controla la forma flexible un gran número de movimientos, cómo podemos adaptar estos movimientos si hay un cambio en el entorno». Tras su paso por Chicago regresó a España en 2017 y el año que viene se incorpora al Departamento de Bioingeniería de Imperial College London, como profesor. El sábado recoge en León el premio que le concede el Museo Liceo Egipcio que destaca la labor de los leoneses en el extranjero.  

—¿Por qué un ingeniero industrial da el paso a la bioingeniería?  

—Fue por azar, como la mayoría de las cosas en la vida. Hice mi proyecto fin de carrera en un centro de investigación en Francia y me ofrecieron cuatro proyectos. Me interesó el que se centraba en aplicar soluciones de ingeniería para reducir el temblor de manos. Entre la biografía que me dio el tutor estaba el Grupo de Bioingeniería del CSIC, les escribí y terminé haciendo el doctorado con ellos en Madrid, tras un año en el proyecto de robots bípedos. Como tenía que desarrollar un dispositivo para reducir el temblor decidí que para tener éxito debía entender cómo fuciona el temblor a nivel neurológico. Y así comenzó mi migración hacia las neurociencias.. Supongo que ahora soy un neurocientífico y neuroingeniero.  

—Ha tenido que marcharse de España para desarrollar su investigación. ¿Qué pasa en este país que no hay concienciación con del desarrollo tecnológico y científico?  

—Es un problema muy complejo. Quizás el aspecto clave es que como sociedad no reconocemos que la investigación y la innovación son críticas para nuestra prosperidad. La investigación básica es crítica para sentar las bases de una investigación aplicada que produzca más empresas de base tecnológica que mejoren nuestra economía. Los políticos son un reflejo de la sociedad y esa falta de interés público conlleva que la inversión en I+D+i es muy baja. Ese desinterés es porque no tenemos la tradición académica de Inglaterra, Francia o Alemania y de que los educadores y científicos tradicionalmente no hemos formado lo suficiente en las aulas la importancia de la ciencia y de la innovación. Pero esto está mejorando mucho, como el evento al que me ha invitado el Museo Liceo Egipcio.  

—¿Tiene vinculación con la Universidad de León?  

—No. Estudié la carrera en la Universidad de Vigo y luego he estado ‘de gira’ por varios países. En León hay cosas interesantes, que como en el resto de España, necesitan más inversión. Estamos lejos de las provincias que más invierte por habitante. Hay que invertir más dinero, pero esa no es la solución a todos nuestros problemas. Hace falta visión estratégica que no sé si tenemos.  

—Noviembre de 2019. ‘Blade Runner’ describe una sociedad tecnológicamente avanzada pero arrasada desde el punto de vista medioambiental. ¿Cree que los replicantes están cerca de convertirse en una realidad?  

—No creo que Anthony Burgess imaginó en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? un deterioro del mundo tan rápido. Estaba más preocupado por un apocalipsis nuclear. Voy a poner un toque de optimismo. Los replicantes están bastante lejos de ser una realidad porque no necesitamos avanzar en un único campo sino desde muchos, como la percepción y control de los miembros del robot hasta la inteligencia artificial. Es algo por lo que no tenemos que preocuparnos aún, pero me parece interesante que haya gente investigando estos aspectos.  

—¿Cree que la robótica va por delante de la medicina en el desarrollo de nuestros tratamientos para las enfermedades neuronales?  

—No. Hay muchos prototipos de tecnología de rehabilitación que parecen prometedores, como los exoesqueletos, pero aún tenemos muchos años de investigación clínica por delante. Creo que las tecnologías de rehabilitación más prometedoras no son tanto los robots tradicionales si no los dispositivos que integran interface que leen información neuronal del paciente, como los chips de electrodos en el cerebro, Hay bastantes grupos desarrollando soluciones de ese tipo, incluyendo el que estoy empezando a formar.  

—¿Qué profesionales son los que integran el equipo multidisciplinar para desarrollar estos dispositivos?  

—Neurólogos, fisioterapeutas, médicos rehabilitadores, físicos expertos en modelos de simulación, ingenieros que desarrollan nuevas tecnologías de electrodos, ingenieros que desarrollan robots, veterinarios, matemáticos, físicos teóricos y neurocientíficos. Todos esos, y alguno más, son necesarios para desarrollar soluciones para tratar enfermedades neurológicas. Como curiosidad, un estudio reciente mostraba que la mayoría de los descubrimientos rompedores suelen llevarlos a cabo los equipos de investigación pequeños que persiguen ideas muy novedosas. No toda la investigación vaya para equipos grandes consolidados.  

—¿Cree posible un humano cibor en poco tiempo?  

— Hay millones de personas con pequeños dispositivos integrados en su cuerpo como los marcapasos o los implantes cocleares que mejorar la audición. O los estimuladores cerebrales que alivian los síntomas del parkinson mediante estimulación eléctrica de núcleos profundos del cerebro. Pero si alguien piensa en un ciborg estilo Matrix, al que se le puede descargar un lenguaje en el cerebro, o Luke Skywalker, con su mano robótica que parece indéntica a una humana en todos los aspectos, creo que estamos muy lejos de ello, sobre todo de Matrix. No entendemos la ciencia básica lo suficientemente bien así que no podemos escribir información en el cerebro; y necesitamos llevar la tecnología neuronal a unos niveles inconcebibles a día de hoy.  

—Usted ha desarrollado su investigación en varios países ¿en cuál ha encontrado mejor?  

—No sistema perfecto. En España tenemos muchos investigadores brillantes que hacen cosas increíbles teniendo en cuenta la escasez de recursos y burocratización extrema que sufrimos. Mi sensación es que los investigadores somos presuntamente culpables de todo y tenemos que demostrar nuestra inocencia, pero lo superamos con energía y con ganas de colaborar. En las comunidades científicas hay mucho interés por colaborar. EE UU probablemente es el país de la ciencia y tiene una cosa que me encanta, que un catedrático le pide su opinión a un estudiante, algo que no he visto en culturas mediterráneas. Esto enriquece mucho el sistema porque las ideas más nuevas muchas veces vienen desde abajo. La mayoría de los investigadores influyentes que conozco son capaces de reconocer el talento de su equipo y dejarles curiosear ,en ves de dirigirlos con mano dura por un camino determinado.  

—¿Qué hay que cambiar de la dinámica de trabajo en la investigación española?  

—Mejorar las condiciones de los doctorandos (prorratear el sueldo por el coste de vida); aumentar el número de becas postdoctorales y hacerlas más progresivas para que personas de experiencia similar compitan entre ellos porque los jóvenes y los sénior tienen más dificultades; aumentar el número de plazas para investigadores y profesores y abrir esas plazas a investigadores de todo el mundo; hacer que la carrera de cada investigador sea independiente del resto; crear la figura de supertécnico de laboratorio: un investigador que no quiera gestionar un grupo pero tenga mucha experiencia en un tema y que pueda estar contratado de forma indefinida; dejar de evaluar todo el peso en el número de publicaciones, patentes... y hacerlo con base a la calidad de las ideas y la trayectoria; aumentar la financiación a proyectos competitivos; crear un programa plurianual para financiar proyectos; un pacto por la ciencia que aumente el % del PIB de forma progresiva; eliminar las trabas burocráticas, incluyendo la intervención previa, que tengamos que preocuparnos de lidiar con proveedores por motivos burocráticos.

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