Diario de León

Las claves para convivir con el fuego

El CSIC elabora un informe para explicar el triste récord de incendios de este año Ya se han quemado 200.000 hectáreas

El mayor problema es el abandono de las zonas rurales. FERNANDO OTERO

El mayor problema es el abandono de las zonas rurales. FERNANDO OTERO

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EFE

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Basar la gestión de incendios forestales en la prevención y recuperar la población en las zonas en las que la demografía se ha desplomado son algunas de las claves para anticiparse a los efectos devastadores del fuego, según los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Estas son las conclusiones de una tribuna firmada por diversos investigadores del CSIC, titulada Convivir con el fuego, en la que sus autores lamentan que 2022 ostente «el triste récord de ser el año en el que más superficie se ha quemado de los últimos 30 años», con más de 200.000 hectáreas, una extensión mayor que la provincia de Guipúzcoa.

Los científicos señalan que «esta pérdida de masa forestal supone un aumento de las emisiones de CO2, la pérdida de biodiversidad y de servicios ecosistémicos forestales», y sobre todo, las pérdidas personales en regiones «vaciadas tras muchos años de políticas enfocadas a lo urbano».

Para paliar el problema, los investigadores sugieren basar las decisiones de gestión en la prevención, un «mantra olvidado por los gestores políticos», ya que «las inversiones para evitar incendios se ponen en marcha en mayo, cuando se acerca el calor».

«La labor de un operativo antincendios va mucho más allá de apagar las llamas», recuerdan desde el CSIC, puesto que «las soluciones sostenibles a la mayoría de los problemas ambientales giran en torno a la coexistencia con el fuego», es decir, «adaptarse a su presencia minimizando el riesgo y vulnerabilidad de los sistemas forestales».

Para lograrlo, los investigadores señalan dos líneas paralelas de actuación: «La recuperación de la población y los trabajos de campo, y la gestión forestal de las áreas naturales».

De hecho, «uno de los mayores problemas a los que se enfrenta Europa es el abandono de las zonas rurales y la sustitución de las explotaciones familiares en favor de las instalaciones agroalimentarias intensivas», unas actividades que «dañan los hábitats y dan empleo a menos personas».

Los científicos del CSIC aseguran que «existe un consenso claro» en la comunidad científica sobre cómo el abandono agrario y la expansión y densificación del bosque en esos espacios que antes se aprovechaban a través de la actividad forestal, la agricultura y la ganadería, «crean paisajes cada vez más homogéneos y vulnerables al avance del fuego».

Por ello, «hay que tomar iniciativas que permitan la recuperación de paisajes donde haya un mosaico de usos», como bosques, cultivos herbáceos y leñosos, pastos y matorrales, una diversidad que «actúa como un cortafuegos natural mientras se generan rentas que permiten a la población vivir dignamente».

«Se trata de tejer alianzas entre la gestión del bosque y el resto de usos rurales» para crear territorios resilientes al fuego», ya que «los montes rentables no arden, o lo hacen con menor intensidad», una rentabilidad que en este caso es sinónimo de «gestión activa del territorio y de las personas que viven en él».

Además, una vez apagado el fuego, «se pueden tomar medidas encaminadas a proteger el suelo de la erosión causada por la lluvia», como la adición de una capa de acolchado con paja o astilla, conocida como «mulching» superficial.

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