Diario de León

Homenaje a las víctimas

Cuarenta nombres de la represión en Astorga

Memoria y presente.Miguel Carro, Balbina de Paz, Ildefonso Cortés, Bernardo Blanco, Toribio Martínez Cabrera... y hasta cuarenta nombres más quedaron grabados ayer en el cementerio de Astorga como víctimas de la represión durante la Guerra Civil.

León

Creado:

Actualizado:

«Que podáis decir que esto nadie lo borre, que no os engañe nadie…», escribió Pacífico Villar Pastor pocos días antes de ser fusilado en las tapias del cementerio de Astorga, el 9 de octubre de 1936.

Ayer se cumplió su deseo en el interior del camposanto. Una placa con los cuarenta nombres de las personas de Astorga o fusiladas en la bimilenaria ciudad durante la Guerra Civil quedaron grabados para siempre en la placa colocada por el Ateneo Republicano en colaboración con el Ayuntamiento de Astorga.

Isamil9 durante el acto en el cementerio. MARCIANO PÉREZ

El alcalde socialista Miguel Carro, el médico Ildefonso Cortés, el que fuera jefe del Estado Mayor del Ejército leal a la República entre 1936 y 1937, Toribio Martínez Cabrera, el director del instituto de Astorga, Eugenio Curiel, el catedrático de Latín y sacerdote Bernardo Blanco, el maestro de primeras letras Gerardo Fernández Moreno, la costurera del barrio de San Andrés, Balbina de Paz... Hasta cuarenta nombres que compartieron el fatídico destino en las tapias del cementerio, en una fosa de Estébanez aún por exhumar o lejos de casa, acribillados por un pelotón de fusilamiento.

Treinta y nueve hombres y una mujer que no cayeron en el campo de batalla. Que no llegaron a empuñar un arma a favor de ningún bando. Que sufrieron detenciones y torturas o simulacros de juicios por sus ideas y que fueron asesinados «como conejos», como se recuerda en algunos pueblos, y muchos, más de 100.000 en todo el país, siguen aún desaparecidos.

«Esto en Derecho Internacional tiene un nombre. Son crímenes de lesa humanidad», señaló la escritora y periodista Olga Rodríguez el miércoles en la conferencia que dio en Astorga en la víspera del homenaje tributado ayer en el cementerio.

Blanco (i) y Curiel (d). BAÑALES

Pero mientras el aparato del Estado sigue parado pese a los toques periódicos de la ONU para que España aplique los criterios de verdad, justicia y reparación a esta parte de la historia reciente, la sociedad civil sigue completando el puzle de la memoria.

Ayer se completó una lámina de este ‘rompecabezas’ nacional en Astorga. La primera pieza la puso en los años 80 un alcalde de UCD, cuando la capital maragata dedicó una calle a su antecesor constitucional, Alcalde Carro Verdejo. El trabajo de Miguel García Bañales, un militar que se ha convertido en el mayor ‘contador’ de víctimas de la represión y fosas de España, ha sido decisivo.

Empezó por sacar a la luz la memoria del coronel Martínez Cabrera, fusilado en Paterna (Valencia) el 21 de junio de 1939 y llegó hasta Balbina de Paz, una costurera del barrio de San Andrés de Astorga que esperó la muerte durante casi dos años, desde el 20 de julio de 1936 al amanecer del 7 de marzo de 1938, acusada de enseñar a cantar La Internacional a las niñas y otras falsedades.

Bañales recuerda que el alcalde Carro fue un baluarte de la convivencia pacífica en Astorga durante la II República. Fue fusilado el 16 de agosto de 1936 junto con el médico Ildefonso Cortés de quien ayer destacó en el cementerio que «redujo la mortalidad infantil un 50%» y que «cuando veía un niño desvalido lo llevaba a casa, bañaba, reconocía, lo vestía y daba de comer».

Era corriente que los fusilamientos y ‘paseos’ de la muerte se hiciera por afinidad profesional, territorial o de militancia. Bañales cree que el 20 de noviembre de 1936 fueron paseados en un campo de Estébanez de la Calzada el director del instituto Eugenio Curiel, el catedrático de Latín y sacerdote Bernardo Blanco y maestro —«con mayúsculas», precisa— Gerardo Fernández Moreno. «Al cerrarse el comedor infantil para los niños pobres que él dirigía, los niños le abrazaban como si fuera un padre y él lloraba con ellos», recordó ayer el investigador.

Ricardo Vázquez Pérez y Modesto Pan Garrido fueron los primeros en caer en Astorga tras el golpe, el 20 de julio de 1936. El día antes mataron en Nistal de la Vega a José del Ganso Rodríguez. Hasta nueve personas fueron ejecutadas en las tapias del cementerio el 17 de febrero de 1937: Ángel González González, Bienvenido Martín Yuste, José Donato Molinero Tabuerga, Juan Guillermo Conde Caballero, Juan Prieto Panizo, Pablo del Palacio Mosquera, Rafael Fuertes Martínez, Tomás García Díaz y Víctor Nieto Fuertes.

Francisco Ger Calvo, un funcionario del Ayuntamiento de Bercianos del Páramo, destaca por ser el «único comunista» de los fusilados de o en el cementerio de Astorga. Fue el 14 de septiembre de 1936.

En León cayeron como sacos los cuerpos sin vida de Alejo Silva Val y Domingo Raposo Santiso. Narciso Hernández Ramos fue paseado y se dan como probables víctimas de estos paseos en Estébanez a Ángel Jiménez, Timoteo Blanco Martínez y José Fuertes Martínez.

José Silva Val, Gregorio Alonso Rodríguez, Luis García Holgado y Luis Sánchez Gerona también derramaron su sangre en el paredón en que se convirtieron las tapias del cementerio. Lucio Revaque Val fue asesinado en Villavante, Paulino García Álvarez en Donillas. Eugenio Sierra Fernández y Manuel Cordero Puente también figuran fusilados en León en diferentes fechas de 1937 y 1938, al igual que Vicente Fernández Fernández y Dámaso Cansado Cansado, abatidos juntos el 18 de marzo de 1938.

Los cinco de Valderas completan la lista de víctimas de la represión de Astorga. «Los he incluido porque fueron fusilados —9 de octubre de 1936— en el cementerio de Astorga», explica. Se trata de Pacífico Villar Pastor, Teófilo Álvarez García, José Gómez Chamorro, Vicente Rodríguez González y Germelino de Lera Caballero.

«En Astorga fue suave», señala el investigador. Pero fueron muchas más personas —otras 369 al menos— las que acabaron en la fosa común del cementerio. «Los traían de toda la provincia y los mataban en el Sierro», un monte en el límite con Brimeda. Se supone que sus huesos, junto a los fusilados en el cementerio, están mezclados en el osario con los de las personas sin recursos que también iban a parar a las fosas comunes. A falta de poder rescatarlos, emergen sus historias.

tracking