Diario de León

Un cuarto de siglo recuperando vidas

La casa de los que no tienen hogar cumple 25 años en León y 520 personas atendidas. El recurso de San Vicente de Paúl, en el que viven ahora nueve personas, organiza una actividad de ocio y tiempo libre para preparar a los usuarios en habilidades sociales, higiene y alimentación que les permita llevar una vida autónoma.

Taller de cuelga mascarillas con las educadoras sociales Mónica y Andrea, en la terraza de la casa. RAMIRO

Taller de cuelga mascarillas con las educadoras sociales Mónica y Andrea, en la terraza de la casa. RAMIRO

León

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¿Y después qué?. Esa es la pregunta que se hicieron los responsables de la casa hogar San Vicente de Paúl en León, un refugio de inclusión social que durante el año 2020 dio un techo a diecisiete personas, trece hombres y cuatro mujeres, con 3.674 estancias y una ocupación del 106%. En el recurso viven ahora nueve usuarios, gente cada vez más joven que, en la mayoría de los casos, necesita estancias más largas, hasta poner en orden la problemática social por la que atraviesan. El objetivo de este recurso es la rehabilitación e inserción social y laboral. Los responsables de la casa hogar se han dado cuenta de que, además de solucionar sus problemas de salud, arreglo de papeles o de prepararlos para conseguir un puesto de trabajo, los usuarios necesitan adquirir hábitos que les permita llevar una vida saludable cuando abandonen el centro. Estos días organizan, por primera vez, talleres de higiene, conocimiento del entorno, autonomía personal, cocina, alimentación y autocuidados en general. . «El proyecto de la Sociedad San Vicente de Paúl en León no está dirigido a la mera asistencia o supervivencia de las personas bajo mínimos de garantía vital, sino que aspira a que las personas restauren su proyecto de vida y se reincorporen a una sociedad que, sin duda, debe cambiar también», explica Josefina Herrero.

Ana María es la persona más joven de la casa. Tiene 19 años y es de Ponferrada. Hoy le toca cocinar junto a Mariyana Yordonova. Las dos llevan dos meses en el hogar de San Vicente de Paúl. Preparan la comida y la cena del día a base de picadillo, brócoli, alitas de pollo, pasta y pimientos de padrón. «Estuve un tiempo con mis padres, después me fue a vivir sola y ahora estoy aquí desde el 21 de mayo. Me gusta mucho la cocina y me están ayudando porque quiero matricularme en un curso en Juan Soñador. Tampoco descarto estudiar en la escuela de adultos y sacar al ESO». La directora, Josefina Herrero, la anima y pone en valor las actitudes de la joven.

Hay vidas que se tuercen y ven cómo se difuminan los caminos, pero siempre hay manos a las que agarrarse para avanzar, como las que ofrece San Vicente de Paúl en algunos de los tres recursos de los que dispone en León, como Calor y Café, de acogida nocturna en los meses de invierno; el Centro de Integración Social y Laboral y Centro de Día Concepción Arenal y la Casa Hogar, para personas sin hogar o enfermas que necesitan cuidados y no tienen un techo en el que cobijarse. La casa cumple 25 años, desde que Francisco Martínez de la Torre abrió el recurso en León. En este cuarto de siglo ha atendido a 520 personas.

Ana María y Mariyana preparan la comida y la cena del día, mientras otros usuarios en la terraza realizan actividades de ocio y tiempo libre por turnos. RAMIRO

 

Por Calor y Café, inaugurado en el año 2004, han pasado 2.564 personas, y en el Centro de Día Concepción Arenal, apoyado por la Fundación Alimerka, se han atendido a 377 usuarios desde su apertura en 2013.

Los talleres de ocio y tiempo libre Caminando hacia la inclusión refuerzan los hábitos saludables «en los que van peor». Al frente están María Fernández Castelo, auxiliar de Enfermería, y las trabajadoras sociales Andrea Gómez y Mónica Muñoz. «Es un proyecto diferente que nunca habíamos hecho con los adultos. Esta es la casa de las personas sin hogar y les enseñamos a que adquieran autonomía a través de su compromiso con las tareas de la casa». Aquí comparten espacio y arraigo Mariyana, Ana María, Kiko o Gender, que aprenden a convivir, a ceder, a relacionarse con el entorno, a conocer los recursos disponibles, a cuidar su salud, a alimentarse correctamente y buenas prácticas sociales que han perdido con el tiempo y por sus experiencias de vida. «Pretendemos que continúen cuando salgan de aquí». Si los talleres tienen buenos resultados, está previsto extenderlos a los demás recursos de la sociedad. Cada uno necesitará su tiempo para adquirir los hábitos que le permita recuperar la autonomía.

Mariyana tiene 6 hijos. Uno de ellos está ingresado en el psiquiátrico de León. «Estoy trabajando en mi plan de autonomía que me permita convivir con él en el futuro». La casa hogar de San Vicente de Paúl y los recursos de salud mental de León trabajan en red para ofrecer a cada usuario los programas específicos que necesita.

Cada diez días cambian de tareas, que organizan por turnos y en equipo, para que desarrollen hábitos sociales. Cada mañana, antes de comenzar las tareas, todos los usuarios de la casa se reúnen durante quince minutos para organizar la jornada, poner en común los problemas surgidos el día anterior y darles una solución consensuada.

Nuevo proyecto
Los talleres de ocio y tiempo libre están pensados para favorecer el arraigo social

La casa es como una torre de Babel. En el año 2020 encontraron un techo usuarios de Brasil, Bulgaria, Honduras, Paraguay, Portugal y República Checa. Algunos continúan en el recurso. «Aquí vive un Hondureño de 44 años que entró en diciembre. Está preparando unas oposiciones a Correos. La Sociedad San Vicente de Paúl le paga la academia». O un ciudadano portugués de 61 años que no quiere dar su nombre. Entró en la casa tras un ingreso por un cáncer de pulmón. «Llegó para recuperarse y en noviembre le dieron el alta. Eso indica que los cuidados son buenos, estamos muy pendientes y ellos se involucran porque están concienciados». Esa concienciación forma parte del trabajo tanto de los trabajadores como del personal voluntario de la casa.

En el centro de día Concepción Arenal, cerrado durante el verano, está abierto al público un rastrillo solidario para recaudar fondos que permitan mantener los recursos y ayudar a familias que, aunque no viven en la casa, necesitan ayuda para vestir o llenar la nevera cada día.

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