Diario de León

Refugiados en León | Daria, Maksym, Mark Y Danilo

Danilo, el primer niño que nace en León por la guerra de Ucrania

Más de 400 personas han llegado a León desde el comienzo de la guerra de Ucrania en busca de refugio. Daria, embarazada de 35 semanas, y Maksym huyeron con su hijo Mark, de dos años, casi con lo puesto el 28 de febrero de Kovel. El pasado 17 de abril nacía en el Hospital de León su segundo hijo, Danilo, el primer niño que viene al mundo en la provincia tras hacer el viaje al exilio en el vientre de su madre.

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La vida se abre paso entre las bombas y las colas del exilio. La vida que llevaba en sus entrañas fue la que empujó a Daria a huir de Kovel junto con su marido, Maksym y su hijo de dos años, Mark a los cuatro días de la invasión rusa de Ucrania.

Kovel, una ciudad con un número similar de habitantes a Ponferrada, está al oeste de Ucrania y pertenece a la provincia de Volyn Oblast. Es una zona fronteriza con Bielorrusia y Polonia. Una posición geográfica y dos razones para salir de Ucrania para la familia Nesteruk. Bielorrusia es una amenaza porque tiene ‘raquetas’ (lanzacohetes de artillería) que apuntan a Ucrania) y Polonia es el país amigo que más personas refugiadas ha acogido desde que Putin invade el país de los girasoles el 24 de febrero.

Aquel día, Maksym Nesteruk salió a trabajar ajeno totalmente a lo que iba a suceder. «Veía gente en las gasolineras y de pronto me llamó Daria y me dijo lo que estaba pasando», afirma el joven. «Nadie pensaba que allí iba a empezar una guerra», añade Elena, una ucraniana que vive desde hace 18 años en León y que hace amablemente de traductora en la entrevista.

«Teníamos miedo por el parto y salimos de Kovel el 28 de febrero, a los cuatro días de empezar la guerra, en un autobús hacia Polonia. Aunque León está más lejos, lo más importante era el pequeño»

Daria, de 22 años, estaba embarazada de 35 semanas. Esperaba su segundo hijo. Cuatro días después de empezar la guerra, el 28 de febrero, la joven pareja salió con Mark, el primogénito de dos años y unas pocas cosas en las maletas. «Teníamos muchísimo miedo por estar embarazada y tan cerca de la frontera con Bielorrusia», cuenta Daria.

La ciudad de Kovel es un nudo ferroviario y desde la ventana de casa veían descargar tanques y material de combate. En un autobús viajaron hasta Polonia. Maksym pudo salir como segundo conductor del vehículo, ya que todos los hombres mayores de 18 a 55 años están obligados a permanecer en el país por la guerra, con algunas excepciones.

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En aquellos primeros días del conflicto las normas no eran tan estrictas. Se podían haber quedado en Polonia, pero ya había demasiados personas y optaron por viajar a León, con la ayuda de unos familiares que residen en Trobajo del Camino donde han sido acogidos.

Llegaron a León el 6 de marzo, después de un largo viaje en carretera. Día y medio en un autobús. Apenas quedaban dos semanas para que el bebé naciera. «No tenía miedo, pero pasé muchos nervios y se me hincharon las piernas», comentó.

A través de la asociación Aalud, que contó con el respaldo de Transleyca, La 8 y Diario de León para llevar ayuda con destino a Ucrania en un convoy humanitario, prepararon todo para que pudiera dar a luz en el Hospital de León. El 17 de abril a las 22.30 horas de la noche, Danilo vino al mundo en León. «El día de Pascua», matiza la madre con alegría. Unas horas más y hubieran tenido que provocar el parto porque ya estaba fuera de cuentas. Finalmente fue un parto normal, sin epidural, «más fácil por ser el segundo», dice Daria

El niño pesó 3,580 gramos y midió 50 centímetros. En perfecto estado de salud. Cristina, de la familia que les acoge, fue testigo y traductora del alumbramiento para facilitar la comunicación entre sanitarios y parturienta. «El personal se portó muy bien», comenta Daria, que no observó diferencias en cuanto a la atención sanitaria del hospital. «La diferencia es que allí hay que llevar ropa para la madre y el niño y aquí no es necesario», comenta. Danilo es el primer niño de la guerra de Ucrania que nace en León. Tiene su partida de nacimiento española, pero el padre y la madre quieren que tenga la nacionalidad ucraniana y tendrán que traducirla oficialmente para su inscripción como ciudadano de pleno derecho. Su hermano Mark le llena de besos, «como si fuera un muñeco. Le quiere muchísimo».

La tradicional fiesta de recibimiento de la madre y la criatura tras el parto en casa, con globos y adornos, no se pudo celebrar. «No tenemos dinero y tampoco queremos ser una carga para la familia que nos acoge», comenta Maksym. Tampoco han pensado en los padrinos, «es para toda la vida» y quieren que sean amigos de Ucrania. No es algo en lo que hayan pensado mucho, porque el resto de su familia ha quedado en Ucrania.

La madre y la hermana de Daria y toda la familia de su marido viven en Kovel bajo el miedo a los ataques aéreos. «Cada poco hay alarma aérea, saltan las sirenas y hay que bajar al refugio», explica la joven. Todavía hay «verdaderos refugios de la época de la Unión Soviética», pero muchas personas se tienen que cobijar en sótanos o portales.

La familia Nesteruk trata de asentarse en León en medio de la incertidumbre sobre lo que ocurrirá. «Los ucranianos somos muy optimistas. Nos dicen que la situación es difícil, pero hay esperanza de recuperar las ciudades destrozadas, renovar los puentes...». Y de volver. Para el bebés han recibido todo tipo de ayuda: el cochecito, pañales... la asociación ucraniana Aalud, conectada con empresas e instituciones, se ha volcado en prestar ayuda a los refugiados.

Más de 400 personas que huyen de la guerra se han instalado en León. La mayoría han llegado por contactos familiares y amistades. Falta todavía el grueso de los que serán acogidos en los dispositivos cedidos a través de las instituciones como municipios, Diputación, Junta de Castilla y León y entidades privadas como los Agustinos, Juan Soñador y otras.

«Pienso en que todo va a salir bien y que podré mantener a mi familia», afirma Maksim, el marido y padre. En cuanto tengan un poco de dinero quieren alquilar una vivienda. Un hogar en el exilio. Él ya va a clases de español y pronto empezará a trabajar en la construcción. Está contento de haber encontrado un empleo de obrero en el sector, aunque en su país trabajaba de mecánico de transporte.

El pequeño Mark echa de menos a sus juguetes. «Recogimos todo en un momento y salimos corriendo», comentan el padre y la madre. Van a darle un tiempo para que se adapte y pueda comprender mejor el idioma antes de plantearse llevarlo a una guardería. El niño se entusiasma con el ambiente del parque de Las Eras de Trobajo del Camino. En un pispás está encaramado a una escalera para deslizarse por un tobogán.

Daria, que antes de tener a Mark hacía manicuras, se dedica a la crianza. El niño es tranquilo y duerme todo el rato, con apenas un puchero en sus labios cuando le toma en brazos para las fotos.

Es la otra cara de la guerra. Una nueva vida que quieren que conozca una Ucrania en paz. Daria cree que Putin es el gran responsable, pero también lamenta los mensajes que reciben de rusos que tachan de «fascistas a los ucranianos y alientan a matar incluso a los niños», asegura Daria.

En el oeste del país la guerra no golpea con la misma virulencia que otras zonas del sur, donde vive la madre de Elena, la mujer que hace de traductora. «Mi madre estuvo aquí hace unos años y le decíamos que se quedara porque ya es mayor, tiene 80 años, pero no quiso. Ahora está en el refugio», dice preocupada mientras muestra un vídeo en el que se ven las negras humaredas tras la explosión de las bombas. «Pido a Dios que no les maten y no toquen la casa», implora,

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