Diario de León
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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

Importa no olvidar que la fiesta de este domingo cierra el ciclo de Navidad, aunque hayamos vuelto a la vida normal y hasta hayan comenzado las rebajas. La fe cristiana tiene sus ritmos propios y continuados, por lo que se ha de vincular esta fiesta con lo celebrado en Navidad, porque la cierra de forma magnífica y le da su sentido más profundo. Aquel Niño es ya un Hombre que viene a revelar y realizar la voluntad del Dios que nos ama. Por eso es el Ungido con el Espíritu. Tras escuchar su Palabra a lo largo de los domingos del año y puesto que también nosotros hemos recibido el Espíritu, habremos de manifestar y realizar el amor de Dios. Eso significa nuestro bautismo-confirmación. ¿Cómo seguimos este camino? ¿Cómo lo vivimos? Las lecturas iluminan lo que significa continuar el camino de Jesús. Se nos habla de traer el derecho a la naciones, liberar a los oprimidos, no quebrar la caña cascada, no apagar el pábilo vacilante. Y san Pedro nos dice que Cristo pasó «haciendo el bien» y liberando «a los oprimidos» por cualquier mal. Teniendo presente la Epifanía, nótese cómo ambas lecturas acentúan la apertura universal de la manifestación de Dios en Jesucristo y, por tanto, en la Iglesia.

Bautismo es una palabra de varios significados. Entre nosotros, y en una primera acepción, suena a presentación pública en sociedad, como cuando se habla del bautismo de un artista o un torero. Con el bautismo empieza la vida pública de Jesús, pero es mucho más que una presentación en público. Jesús asume así la condición humana con todas sus consecuencias según los planes del Padre. Ahí estará el sentido de su vida, su trayectoria y el modo de llevar a cabo su misión. Y a la vez será una tentación para el pueblo de Israel y para el mismo Jesús (tentaciones que aparecen en el contexto inmediato siguiente). En la escena del bautismo se marca su estilo de vida. Jesús, en el centro del plan de Dios, predica el Reino de Dios. Los apóstoles y primeros cristianos empiezan a evangelizar el mundo sabiendo que tener fe en Jesús es aplicarse a la extensión del Reino. Él es la piedra angular, el único camino, aunque esto suene a excesivo a muchos oyentes de entonces y de ahora. Pero el Padre dice: «Escuchad a éste, seguid a éste». Para un cristiano de cualquier tiempo ésta es una indicación bien precisa que evita andar por las ramas y quedarse en cosas accidentales o equivocadas. La esencia del cristianismo es la persona de Jesús; los preceptos y prácticas pueden ser una justa consecuencia, pero nunca el centro de la fe. Por esto muchos distinguen entre fe y religión, y sostienen que el cristianismo es, ante todo, una fe en Jesús y no tanto una religión meramente cultual.

El camino de Jesús no acaba con Él. Tenemos que continuarlo nosotros. Cada uno, asumiendo las exigencia del bautismo —opción de adultos a favor de Cristo, por haber sido bautizados de niños—, hemos de actuar como Jesús actuó.

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