El perro de la discordia
Las familias discuten tres veces a la semana por su mascota.
Cuando un perro llega a casa, al común de los mortales le preocupa las discusiones que van a tener con el animal. Nadie se plantea las que van a tener los humanos entre ellos por su culpa. El mejor amigo del hombre puede aumentar notablemente su número de enemigos, según una encuesta que asegura que las familias que tienen un perro discuten una media de tres veces a la semana. Si se siguen las veleidosas leyes de la estadística, un cachorro que viva trece años provocará 2.000 discusiones en la casa durante toda su vida.
Esos son los datos que arroja la encuesta de Pet Insurance. En lo que se refiere a tirarse los platos a la cabeza, «tener un perro no es muy distinto a tener un niño», admite Nikki Sellers, responsable del estudio.
Según las conclusiones de la compañía, un cuarto de las familias discuten habitualmente por los lugares a los que puede o no puede acceder el animal, como la cama o el sofá. Además, un quinto se enzarza por la limpieza de la suciedad que genera el perro, mientras que el 18% se ve en problemas porque una parte de la pareja considera al otro demasiado duro o demasiado blanco con la disciplina del animal.
El asunto no es menor: el 14% de los encuestados en Gran Bretaña reconoce que se pelea más por la educación del perro que de sus hijos, y en el 17% de los hogares, alguien ha dormido en el sofá por una de estas broncas.