Diario de León

Una empresa española abre el mercado de lanzamientos de satélites al espacio

Los pondrá en órbita con la ayuda de un avión de combate diseñado por la URSS.

El primer nanosatélite español fue lanzado hace una década.

El primer nanosatélite español fue lanzado hace una década.

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borja robert | madrid
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La empresa española Celestia Aerospace quiere poner en órbita pequeños satélites con ayuda de un avión de combate diseñado por la URSS y un misil de creación propia. Buscan abrir un mercado que en la actualidad, consideran, está limitado por las dinámicas del sector aeroespacial. Lanzar cosas al espacio es caro y difícil, así que se da prioridad a los grandes proyectos. Su plan solo es un concepto, pero ya saben que funciona. La Fuerza Aérea estadounidense lo puso a prueba en 1985. Demostró que se puede disparar a un satélite en órbita y destruirlo. Ellos quieren hacer lo mismo, pero sin explosiones. Les basta con llegar hasta ahí.

«El concepto está probado con el programa ASAT —antisatélite— de la USAF de los 80. Se dejó de usar por miedo a que los fragmentos que dejaba el satélite destruido afectara a los propios. Pero como herencia dejó la garantía de que un avión de combate puede subir a unos 20 kilómetros de altura, lanzar un cohete de una tonelada de peso y poner en órbita baja unos 16 kilos», explica Daniel Ventura, piloto acrobático y jefe del equipo de gente que manejará el caza.

Planean comprar un MiG-29. Un avión de combate de firma soviética de penúltima generación que sigue activo en muchas fuerzas aéreas —en Siria realiza bombardeos en la actualidad—. «Tiene motores muy potentes y un techo de servicio alto. Además, se pueden encontrar en el mercado, totalmente operativos excepto la parte de armamento, por unos 5 millones de euros», aclara Ventura. «Es de los más baratos que cumplen con nuestras necesidades de rendimiento. Sube hasta los 20 kilómetros de altura, tiene una velocidad máxima de unos 2.400 kilómetros por hora y se puede llevar toda la carga en un único punto de anclaje ventral». Además, afirma, es fácil encontrar piezas de recambio en el mercado y como hay países dentro del bloque OTAN que lo usan —como Bulgaria—, es factible encontrar mecánicos con regulación europea que lo puedan revisar y reparar cuando haga falta.

Su plan es que este MiG-29 despegue de un aeródromo español —preferiblemente cerca del mar—, suba a los 60.000 pies de altitud —20 kilómetros, donde la atmósfera es muy tenue y ofrece menos resistencia— y desde ahí lance un cohete capaz de ponerse en órbita. Esto significa subir a unos 500 kilómetros de altitud y alcanzar una velocidad de unos 27.000 kilómetros por hora. Una vez ahí, soltará 16 pequeños cubos de 10 centímetros de lado y un kilo de peso. Cada uno será un nanosatélite totalmente operativo.

«El mercado necesita un sistema de lanzamiento más flexible», asegura Gloria García, física, experta en espacio y creadora de la idea y la empresa. «Nuestra propuesta es novedosa porque soluciona un cuello de botella que tiene el mercado», aclara Ventura. En la actualidad solo grandes cohetes son capaces de llevar cargas al espacio. Los Ariane europeos o los Soyuz rusos, por ejemplo, capaces de llevar varias toneladas hasta órbita.

Como son tan caros, se aprovechan para llevar satélites medianos y grandes y, si queda hueco libre, se añaden nanosatélites. Ahora, explica García, la lista de espera es de más de dos años. Celestia Aerospace no pretende abaratar costes, sino acelerar el proceso. «Que en vez de dos años puedas tener tu satélite en órbita en 6 meses», dice el jefe de pilotos.

«Vamos a ofrecer un servicio integrado de diseño, fabricación, puesta en órbita y gestión de nanosatélites, a abrir el mercado», explica Ventura. «Según las estimaciones, el mercado ahora es de entre 600 y 1.000 millones de dólares anuales», aclara García. «Y hemos trabajado un plan de negocio con el que creemos que podemos abarcar al menos un 50% del mercado».

Creen que, si todo sale bien, sus principales clientes serán de tres tipos: «Por un lado experimentación pura, biofarmacéuticas y la industria de semiconductores. Por otro lado el sector de telecomunicaciones y, por último, las homologaciones». Ningún instrumento viaja al espacio sin que antes se haya probado que funciona en esas condiciones —microgravedad, rayos cósmicos— y los nanosatélites pueden ser una manera rápida y barata de hacer esas certificaciones.

Pero la aventura no está carente de retos. «Por un lado la financiación, como en cualquier proyecto de riesgo, aunque no nos preocupa tanto», explica García. «Pero el proyecto rompe con el status quo de la mentalidad europea del sector y esperamos reticencias. Por último, vamos a necesitar algo de voluntad política para que salgan las cosas. La financiación va a ser 100% privada pero van a tener que crear legislación para nosotros».

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