Diario de León

Un enjambre de tradición en la miel

Los más de 500 jóvenes colmeneros apuestan por emprender con respeto a la historia del oficio de apicultor y a unas políticas que preservan el ecosistema de la provincia de León. Tres de ellos cuentan su experiencia

Carlos Fernández, un joven apicultor de León, rodeado por un enjambre de abejas, con su traje de seguridad blanco. L. DE LA MATA

Carlos Fernández, un joven apicultor de León, rodeado por un enjambre de abejas, con su traje de seguridad blanco. L. DE LA MATA

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La provincia de León se ha convertido en los últimos años en un músculo importante de la economía apícola de España. El concepto tradicional de la miel ha evolucionado de ser un producto para tratar los catarros a un revolucionario concepto de mezcla de sabores y producto medicinal natural. La miel de ajo negro y la miel macerada de trufa son apuestas emprendedoras que pretenden transformar la visión del producto y buscar nuevos mercados. Las nuevas generaciones de apicultores apuestan por empresas ecológicas en las que se respeten unas condiciones adecuadas para los insectos.

«Nosotros cuidamos abejas y recogemos miel», mencionan como lema de su granja Nerea Rodríguez y Carlos Fernández, de 32 y 36 años. Esta pareja lleva dedicada a la apicultura desde hace veinte años, cinco profesionalmente. Lo que empezó como una afición hoy se ha convertido en un futuro laboral sostenible.

Nerea y Carlos empezaron en el valle de Fornela (Bierzo) con apenas 300 colmenas y hoy ya llegan a la 1.300. El secreto es claro: «Trabajo y saber moverse».

Entre zumbidos y un traje por el que no traspasan los aguijones pero sí los rayos de sol, los apicultores trabajan en las jornadas de verano a unas temperaturas muy elevadas, exponiéndose siempre a un posible enjambre de picaduras. Pero cualquier esfuerzo es poco. La pasión que despiertan estos pequeños insectos es común entre todas las personas que se dedican a este histórico oficio.

La empresa 28 Lunas Miel tiene un proceso claro para seleccionar los lugares más óptimos y generar así un producto de calidad que despierta admiración y envidia por todo el mundo.

Miel y otros productos

Las mieles maceradas de ajo negro y trufa o la hidromiel triunfan en las ferias del mundo

El primer paso es elegir un lugar idóneo para colocar las colmenas. Las condiciones tienen que ser muy precisas ya que las abejas son muy delicadas y bajo temperaturas frías la población de los colmenares desciende considerablemente. La orientación de los panales tiene que apuntar al sur, deben de disponer de agua cercana así como de diferentes procesos de floración repartidos entre los meses del año. «Elegir puntos estratégicos en la montaña es una de las claves», asegura Nerea. Una vez localizados e instalados los panales, sólo falta esperar a que las abejas produzcan la miel, siempre llevando un control exhaustivo de su cuidado y alimentación.

La atención y cuidado de las abejas no ha variado mucho en el transcurso de los años. La tradicional forma de cría se mantiene en los colmenares de la provincia y el oficio perdura en la memoria. Las mejoras en los trajes de protección y los avances en el proceso de envasado son las únicas novedades que ha afrontado la industria. Mientras tanto, los apicultores mantienen la historia de este oficio que lleva siglos endulzando el paladar de los leoneses.

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Afición y oficio

Iván Laiz y Blas Montier son dos jóvenes apicultores de 22 años de San Andrés del Rabanedo. Su pasión por las abejas comienza con el legado de los colmenares de su abuelo. Los dos apicultores, que coincidían en la posesión de varias colmenas, decidieron juntarse para emprender un proyecto de negocio y comercialización de miel, preservando el legado de su abuelo y el de las colmenas.

Iván y Blas recalcan también la dureza de las jornadas, especialmente en verano. Hoy por hoy, estos jóvenes no reciben una gran cantidad de ingresos, pero sí que les llega para autogestionar las colmenas y sacarse un sobresueldo de la miel. Aunque el pasado invierno alcanzaron su mayor cuota de producción con 300 colmenas, la crudeza del invierno leonés redujo la población de abejas a la mitad. La avispa asiática y otro tipo de plagas también son problemas que amenazan la cría de abejas.

Iván y Blas siempre buscaron desde pequeños emprender un negocio juntos, y las abejas les abrieron esa posibilidad. «Siempre se puede hacer algo para buscarse la vida».

Tres generaciones

Aumenta el legado de apicultores que apuestan por la tradición y las técnicas ecológicas

Estos jóvenes defienden con vehemencia la calidad de su producto que se envasa manualmente, y abogan por regular la calidad de las mieles prefabricadas que se venden en los supermercados. «Tienen unos precios muy bajos con los que no podemos competir directamente», reconocen los apicultores. «El producto que se vende en los supermercados muchas veces viene rebajado con agua, además de llevar una serie de conservantes que restan categoría y sabor al producto», dicen.

Una vida en la profesión

Francisco Sánchez y su hijo Fernando llevan muchos años en el negocio. ‘Miel de Montes’, ubicado en el pueblo de Santa Cruz de Montes, lleva desde 1971 en el mercado. Francisco hace ya 60 años en el oficio y reconoce que el método de trabajo sigue siendo muy parecido a cuando empezó. Padre e hijo tienen mil colmenas en el pueblo. Su padre cuenta que uno de los momentos más duros que atravesó el sector fue debido a un ácaro, conocido como varroa, que afectaba a la cría de las abejas. Su padre no sabía qué hacer y no había ningún producto ni solución para proteger el colmenar. Por suerte, su hijo que regenta el negocio hoy, no ha notado una variación por la crisis sanitaria del coronavirus y reconoce incluso que sus ventas han aumentado. «Desde el covid, la gente mira más las etiquetas, tienen más cuidado en elegir lo que comen».

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Los apicultores reciben ayudas de la PAC (Política Agraria Común) pero reconocen que estas deberían ser proporcionales, ya que el riesgo climático es mayor en su ganadería que en otras como la bobina. La fragilidad de estos insectos pone en riesgo año tras año los beneficios de los apicultores, y un fuerte recurso monetario de protección para las abejas supondría un adelante para emprender e impulsar a otros muchos ganaderos a participar en la recolecta de la miel.

Donde el sector se ve más debilitado, quizás, es en el punto de distribución de miel. Reclaman más ayudas para el etiquetado y que se apoye de manera directa al producto nacional. La miel es un producto que lleva siglos en nuestra dieta, y gracias a la función que realizan las nuevas generaciones de apicultores el futuro pinta prometedor. Y se podrá disfrutar durante muchos años más de este producto.

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