Diario de León

Solidaridad

Los héroes invisibles del ‘destrozavidas’

Asprona-León pasa página a un confinamiento vivido «en silencio, sin ruido y olvidados». Ayer, los centros de Julio del Campo y CHF reabrieron tras 92 días de estado de alarma. Con emoción en la vuelta a clase y también incertidumbre sobre el pago de plazas.

León

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En las residencias de San Nicolás ded Bari, de Quintana Raneros y San Froilán , de Armunia, y en cinco pisos de los 11 tutelados de Aspronna-León siguen confinadas 107 personas con discapacidad intelectual. Son la quinta parte del total de 555 usuarios de la entidad.

El estado de alarma decretado el 14 de marzo por el Covid-19 paralizó los centros de día y una parte importante de su actividad productiva. Las personas con discapacidad intelectual también están en Erte. Un centenar de las 170 (excepto catering, lavandería y limpieza) mantienen el empleo acogidos a esta medida laboral.

Difícil situación

«Al principio no teníamos Epis y fuimos víctimas de las mascarillas defectuosas de la Junta»

Las de decreto de estado alarma paralizó la actividad de centros de día y un 40% de las personas que vivían en sus residencias y pisos fueron a casa con las familias. Todos los esfuerzos de la asociación se concentraron en tratar de parar la entrada del virus en sus centros. La precariedad de los medios, con falta total de equipos de protección en los primeros momentos, y la eclosión de la pandemia alcanzó a 29 personas y han registrado un fallecimiento en el hospital.

Algunas personas empleadas en la entidad sufrieron el contagio. De 370 trabajadores se han confirmado cinco casos, pero ha habido hasta 67 personas de baja (incluidas las de larga duración) al mismo tiempo en algún momento de la crisis sanitaria. «Lo hemos controlado como hemos podido. Ha sido complicado, sobre todo controlar algunos aislamientos de personas que no lo entienden», explica Pedro Barrio.

El personal ha flexibilizado su trabajo en los puestos para atender la emergencia . FERNANDO OTERO

Las rutinas son parte fundamental en la vida de las personas con discapacidad intelectual y el estado de alarma rompió el orden de sus días. María está encantada de volver su clase. No para de pintar con sus lápices de colores y se levanta entusiasmada a arrancar las hojas del calendario: marzo, abril y mayo. El tiempo se había quedado congelado en Julio del Campo. En las viejas escuelas con su portada histórica, Pepe, el conserje, otra persona con discapacidad intelectual, abrió la puerta a las nueve personas que acudieron ayer a este centro de día de Asprona.

A la entrada el gel y las indicaciones de uso con criptogramas de lectura fácil. Todo el mundo con su mascarilla y distribuidos en tres aulas, con una considerable separación entre cada uno. Carmele estaba deseando salir de casa y dejar atrás la soledad de estos meses. «Empecé en Quintana de Raneros a raíz de quedarme viuda y en casa me siento muy sola», comenta. Enseguida encontró labor. Se puso a completar un puzle a medio hacer.

Volver a Asprona, aunque sea a un lugar ajeno a sus anteriores rutinas, es un alivio: «Por lo menos estamos más despejados». También los monitores están fuera de su sitio. La pandemia ha hecho que toda la plantilla flexibilizara sus funciones y lugares de trabajo para hacer frente a las necesidades.

Entretenidos y en compañía aunque con distancia. FERNANDO OTERO

A otros, como Ángel, les cuesta. Y todavía son muchas las familias que prefieren esperar. «El coronavirus es un destrozavidas», afirma un usuario del centro ocupacional de Quintana de Raneros. «Si todo va bien, a primeros de julio abrimos Quintana de Raneros y el plan es que en septiembre vuelva todo a funcionar», comenta Pedro Barrio, gerente de la entidad. Ulises, de 39 años, quiere volver a Quintana de Raneros, al taller de jabones, que es su terapia ocupacional. «Tengo ganas de volver, el coronavirus ha sido muy duro, sin poder ver a la gente. He echado de menos a Asprona», comenta.

No entiende por qué aún no puede, aunque lo acepta. Su visión es ajena a lo que han pasado puertas adentro de las residencias y pisos tutelados. «Algunos colectivos vulnerables no hemos estado muy presentes en la administración local durante el estado de alarma, como ha sido el caso de las personas con discapacidad y sus familias», apunta Barrio.

«Hemos vivido el confinamiento en silencio, sin dar ruido para no generar alarma social y olvidados», lamenta Barrio; en «un continuo ejercicio de supervivencia e improvisación», lamenta. La entidad se enfrenta ahora a la incertidumbre de si la Junta va a hacer frente a las plazas concertadas en el caso de que las familias no las usen estas primeras semanas y las familias tampoco saben si les aplican el copago de la plaza concertada.

En el ámbito residencial se ven condicionados por la exigencia de la Junta de reservar un 5% de plazas para posibles rebrotes del Covid-19. Están tanteando la posibilidad de que se puedan concentrar en un centro, como se ha aceptado para las viviendas tuteladas.

La desescalada ha comenzado en Asprona-León y esperan que no haya que retroceder.

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