Diario de León

Exposición

Vídeo | Las heroínas saharauis que empuñaron el fusil y cuidan a la tribu

La fotógrafa leonesa Ana Valiño excavó en la memoria gráfica del exilio saharaui y rescató con hitos, nombres y apellidos a sus heroínas anónimas. ‘El viaje de las mujeres del desierto’ se puede ver en El Palacín, en Ex-positivos 21, hasta mañana. Es una de las cuatro muestras gráficas becadas en el Primer Certamen de Nueva Creación y Exposición Fotográfica de León.

La fotógrafa Ana Valiño entre las melfas saharauis en la exposición ‘El viaje de las mujeres en el desierto’ en El Palacín. MARCIANO PÉREZ

La fotógrafa Ana Valiño entre las melfas saharauis en la exposición ‘El viaje de las mujeres en el desierto’ en El Palacín. MARCIANO PÉREZ

León

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Esta es la historia de un largo viaje por el desierto. Entre la arena, la henna y los restos de té emergen retazos de la historia del pueblo saharaui en su huida hacia la Hammada. Era noviembre de 1975. Franco acababa de morir en España y el ejército de Marruecos se abalanzaba sobre el Sahara Occidental.

Ana Valiño (León. 1978) ni siquiera había nacido. El pueblo saharaui entró en su vida muchos años después, a través del programa Vacaciones en paz. Embarkelina Salek, la niña que llegó a su casa aquel verano, se acabó convirtiendo en una hermana y en el comienzo, aún sin saberlo, de El viaje de las mujeres del desierto .

Detalle del retrato que Ana Valiño hizo a Sueima Aomar con el fusil y el uniforme militar. MARCIANO PÉREZ

«Yo estudiaba Derecho cuando entró en mi vida. Sabía bastante poco de la causa saharaui», explica. En un libro de la historia del Sahara le llamó la atención la foto de 1975 de una mujer con un arma y una niña de la mano. «Estaba con un amigo saharaui y me dijo: ‘Yo conozco a esta mujer’». Y aquellas palabras fueron un ¡Ábrete Sésamo!.

Sacar de las sombras

«Es injusto que se cuente la historia de los hombres con nombres y apellidos y no la de las mujeres»

La foto de Christine Spengler había captado la huida de Nuina Dajil con su hija Suadu, fusil en mano. Ana Valiño pensó que si aquella mujer a la que no habían puesto nombre los libros de historia, aún vivía, otras muchas protagonistas de la revolución saharaui también vivirían. «Me pareció tremendamente injusto que se contase la historia de los hombres con nombres y apellidos y no de las mujeres», comenta.

«Empecé a recopilar fotos de mujeres, hice viajes a los campamentos, escaneé archivos, me fui por las jaimas y así empezó El viaje de las mujeres en el desierto ». Recopiló 300 fotos y a través de varios viajes fue poniendo nombre, apellidos y acción a aquellas mujeres anónimas olvidadas en la historia del exilio sahararui. Ha identificado a más de 50 y entrevistado a unas 80.

La cantanta saharaui Aziza Brahim. ANA VALIÑO

Cuando llegaba a la jaima de cada mujer que lograba identificar a través de unos y de otras «hacía que ellas se encontrasen con las fotos antiguas», momento que ha grabado con la idea de hacer un documental. El viaje de las mujeres en el desierto es uno de los cuatro proyectos de Expositivos 21, una iniciativa iniciativa de Mario Castro, director de León es Foto, que apoya la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de León y que se puede ver en El Palacín hasta mañana.

Un largo viaje

Ana Valiño ha hecho muchos viajes a los campamentos de refugiados y ha cambiado el rumbo de su vida, más cerca de la vocación de periodista a la que renunció por no haber facultad en León. De trabajar en una entidad financiera hasta 2014 a embarcarse en el mundo de la fotografía con el foco puesto en la cooperación y la igualdad de género.

La historia de Tarcha abre el viaje por la exposición. «Tarcha sale huyendo de su casa una noche de noviembre de 1975. Ella y sus hijos son expulsados de su tierra. Vivían en una pequeña localidad costera al sur del Sahara occidental, El Argoub, hasta que los bombardeos de napalm y fósforo blanco la obligaron a emprender un éxodo hacia el exilio. Ella no es la única», se lee en la cartela.

Tras la memoria

Ana Valiño recopiló más de 300 fotografías en archivos del desierto y jaima por jaima

La historia se ha borrado bajo tantos años de olvido en el desierto pedregoso. La nada. Hasta el punto de que Tarcha no se reconocía en la antigua foto que le mostró Ana Valiño cuando la visitó porque «la memoria borra muchos recuerdos dolorosos». El dolor de las ausencias, de las personas que están fosas y de haber tenido que huir de casa con lo puesto.

Tarcha es «un ejemplo de supervivencia y de lucha» y «es una testigo de esa parte de la historia que se quiere ocultar, de esos bombardeos de Marruecos que implican que ha habido un intento de genocidio», explica. Falleció en 2019. Me duele mucho hablar de ella porque tenía un gran anhelo por volver a su tierra, cosa que no pudo lograr», lamenta. La historia se ha borrado bajo tantos años de olvido en el desierto pedregoso. La nada. Hasta el punto de que Tarcha no se reconocía en la antigua foto que le mostró Ana Valiño cuando la visitó.

Hazañas cotidianas

Cuidar en el camino al exilio es otra de las gestas que rescata en este viaje por el desierto de la mano de las mujeres saharauis. En este viaje por la memoria del exilio la fotógrafa eleva a gesta el rol que les tocó desempeñar. Mujeres que cocinaron para la tribu en el largo viaje y que unieron sus melfas en forma de jaima para proteger a los más débiles del frío y del viento. Un ejemplo de sororidad que se refleja en otras acciones de supervivencia como cuando unas se ocupaban de cuidar a los hijos y otras hacían la comida. «Esas acciones cotidianas eran una heroicidad en ese momento, cómo cocinaban por el día para que no les vieran por el fuego por la noche. Era el rol que les había tocado —clave en la futura y casi perfecta organización de los campamentos— y también hubo muchas que quisieron ir a combatir».

Casi todas las mujeres recibieron instrucción militar. Y en El viaje de las mujeres en el desierto algunas vuelven a vestir el uniforme, con las réplicas que confeccionó un hombre. «Es increíble lo que se generaba cuando cogían el arma y el traje que no habían puesto en 45 años y sentir que no han podido doblegarlas»,

«La memoria saharaui tiene rostro de mujer» y Ana Valiño los ha sacado de las sombras para mostrar su resiliencia, el desgarro de perder su tierra y el anhelo de volver 46 años después. Son los rostros cargados de arrugas de las abuelas de la revolución como Mabruca Iasar, una de las mujeres que vuleve a empuñar el arma: «Cuando se inició la guerra hice la instrucción militar, pasé por todo y fue militar. He trabajado mucho. Pasé por la Media Luna Roja saharaui y otros muchos trabajos. Era rápida, muy trabajadora... pero me hice mayor y me dijeron que ya no podía trabajar». En unas cajas que encontró en el rastro colocó fotos antiguas y de ahora. Ahí está Nuina Dajil con su nieto 45 años después, su hermana Embarkalina, otra nieta que es periodista de Radio Nacional, Ebada Jameida... Unos huecos vacíos representan la memoria que se olvida de las historias dolorosas, pero que reflejan «que si una mujer se olvida hay otra que va a recordar».

Son reproducciones de fotografías bañadas en té, manchadas por la arena y el carbón. «Era una manera de traer aquí el deterioro que sufren en el lugar donde están viviendo». El viaje llega hasta las generaciones más jóvenes de mujeres con retratos intervenidos con henna. La cantante Aziza Brahim (Tindouf, 1976), muy vinculada a León, nieta de la poetisa Ljadra Mint Mabruk que narraba en sus versos de forma oral las victorias y los desalientos; Cheija Abdelaje (Tindouf, 1987) y Fati Jadad (Tindouf, 1987). «Ya hay cuatro generaciones que nacieron en los campamentos y la transmisión de la identidad es de abuelas a nietas y nietos porque hay madres que no conocen su tierra», explica. Son chicas que han estudiado fuera y siempre vuelven con el ánimo de ayudar a su pueblo.

El exilio continúa y siguen en guerra con Marruecos. Un conflicto olvidado y silenciado, que se hace cruento para las personas que combaten en el Sahara ocupado como Sultana Jaya, víctima de «una represión tremenda». El viaje de las mujeres en el desierto es el primer trabajo de Ana Valiño que, gracias a su selección por el prestigioso jurado de Ex-positivos, le ha abierto las puertas a su vocación de contar. Quizá pronto con otros lenguajes.

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