Diario de León

Tras las huellas del Paleozoico

Un holandés en Cospedal de Babia

Peter Klinkenberg es holandés y vecino de Babia a tiempo parcial. Hace 12 años, cansado del bullicioso Mediterráneo, volvió a la comarca leonesa que descubrió en sus tiempos de estudiante de Geología en los años 60 con la expedición de la Universidad de Leiden.

Peter Klinkenberg en la huerta de su casa en Cospedal de Babia. MARCIANO PÉREZ

Peter Klinkenberg en la huerta de su casa en Cospedal de Babia. MARCIANO PÉREZ

León

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Peter Klinkerberg, que con el tiempo se dedicó a la albañilería, encontró su rincón babiano en Cospedal, pueblo del municipio de San Emiliano, fuera del eje de la carretera principal. Hay que desviarse a la derecha si se entra en Babia por León. Una pequeña carretera conduce al pueblo en un ascenso casi imperceptible, que en invierno atrae pronto a las nieves.

Klinkenberg suele llegar a finales de junio en su todo terreno. Viaja en este vehículo desde Holanda evitando las autopistas y regresa con el otoño con la misma ruta. Son dos días de viaje, con parada para dormir, en el propio vehículo. Pero es cómo puede y le gusta hacerlo. «Es un viaje duro, pero necesito el coche en Holanda para el trabajo», explica.

La razón por la que Babia es tan importante e interesante para los geólogos —comenta el geólogo— es que su «paisaje se formó durante las últimas glaciaciones, pero las formaciones de las rocas son mucho más antiguas». Venían tras las huellas del Paleozoico porque Babia tiene en su orografía las huellas de 300 millones de años de historia de la tierra. No se encuentra en muchos sitios de la forma tan completa en que se puede ver en la comarca leonesa. Las Ardenas de Bélgica, Inglaterra y Cerdeña, en Francia, cuentan con este tipo de formaciones, «pero aquí es muy bueno», apostilla

Un mapa geológico de Luna-Sil de 1969. MARCIANO PÉREZ

No sólo holandeses, también alemanes y españoles han elegido esta tierra montañosa cargada de leyenda en su propio nombre como campo de entrenamiento para el estudio de la geología de muchas generaciones de estudiantes. Los holandeses llegaron en los años 50, casi al mismo tiempo que el insigne babiano Guzmán Álvarez se abría camino en Holanda tras publicar en 1949 su tesis doctoral ‘El habla de Babia y Laciana’, recientemente reeditada por el Instituto Leonés de Cultura en una versión accesible para el público en general.

Babia, aparte de la leyenda de ser la tierra preferida por los reyes para descansar y cazar y de conservar una tradición tan antigua como la trashumancia y de su cielo privilegiado para ver las estrellas, «es un terreno muy bueno para los estudiantes, para aprender Geología. Es complicado, pero no tanto», aclara.

La Red Griotte es una preciada piedra del Cámbrico. MARCIANO PÉREZ

Tanto que hasta hace dos años, todavía venía a Babia un grupo de 20 estudiantes de Inglaterra. Luego llegó la pandemia, el profesor que los traía se ha jubilado y el que se ha hecho cargo parece que prefiere Estados Unidos, explica el holandés, que los ha acompañado durante muchos años.

Peter Klinkenberg conoció Babia en las expediciones de la Universidad de Leiden de los veranos de 1961 y 1962. Guarda muy buen recuerdo de aquellos tiempo y también alguna amistad, como Concha de Huergas de Babia. Las expediciones geológicas no son «una mera excursión». A cada estudiante se le asigna un terreno específico para extraer información que contribuirá a confeccionar los mapas geológicos.

Sobre la mesa de la cocina despliega una mapa geológico de Luna-Sil de 1969. que forma parte del libro Geology of de Luna-Sil Region Cantabrian Mountains (NWSpain) del doctor W. J. van der Bosch. Cada color representa las diferentes rocas y sus épocas de formación. El azul indica que se trata de la etapa del Carbonífero y el marrón también pero más joven. La presencia de minerales como el cobre se ve en los puntos coloreados de verde, el mercurio en rojo, el arsénico en amarillo.

El color determina la clase de piedra o mineral. ANA GAITERO

El Paleozoico al completo, excepto la fase del Pérmico (286 a 245 millones de años), se puede ver en Babia. Con ojos de geólogo, claro. Las antiguas montañas guardan todo tipo de minerales, aparte del carbón que tanta riqueza ha dado a España con las minas de Laciana-Babia. Las pequeñas minas de plata, en Villasecino, cobre, plomo o mercurio laboradas por poco tiempo forman parte de las curiosidades geológicas. «Los fósiles son más importantes porque dicen la edad», aclara Peter. Los fósiles de trilobites son otra prueba de la datación paleozoica, puesto que al fin de esta época se sabe que ya han desaparecido. Son del Cámbrico.

Las características geológicas singulares de Babia se deben también a otra circunstancia no menos curiosa. Hace 550 millones de años el planeta Tierra tenía un gran bloque continental llamado Gondwana que integraba América del Sur, África, Antártida, Australia e India. Hace 270 millones de años este continente chocó con los continentes de Laurentia, Báltica y Siberia y se formó el gran continente de Pangea.

Este choque dio lugar al nacimiento de las montañas —orogénesis Várica del mazico Ibérico— que estaban sumergidas en el mar y emergieron con los pliegues y cabalgamientos que son visibles en las comarcas de Babia, Laciana y la asturiana de Somiedo. «Todas las rocas de aquí se sedimentaron», apostilla. Los geólogos han aportado estos conocimientos que el holandés no cree que interesen mucho a los turistas, aunque su testimonio como experto está recogido en el vídeo promocional de la Reserva de la Biosfera de Babia realizado por Ricardo Álvarez, holandés y babiano pues es uno de los hijos del insigne filólogo Guzmán Álvarez y actualmente vive en León.

Las características geológicas de Babia fueron un argumento entre otros muchos para que fuera reconocida por la Unesco con esta figura que le da rango de Patrimonio de la Humanidad. «Hay una ruta geológica cerca del embalse de Luna y no he visto a gente y el museo del Cámbrico de Miñera está cerrado», lamenta. Cuatro Valles pone en su web que se puede concertar visita.

Cospedal de Babia es su lugar preferido, porque allí encontró la casa que rehabilita con sencillez y confortabilidad. Sólo le pone un pero. ¿Internet? «No, eso no me molesta. Aquí no hay cobertura. Pero lo que no me gusta es que no hay gente con la que practicar mi español y el inglés tampoco funciona aquí», dice. No es pesimista: «Creo que cada año mi español mejora», con la ayuda de un poco de televisión y los ratos que se acerca a Huergas. No sabe lo que son los filandones. «En verano se hace una cena de todo el pueblo». Su vecina Isabel Meléndez Entrago, que vive todo el año en Cospedal, también echa en falta con quién conversar.

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