Diario de León

Infancias rotas: las heridas ocultas de la violencia sexual

El 61% de las víctimas de abusos sexuales en la provincia son menores El 70% de las agresiones se producen en el hogar y más de la mitad, a manos de familiares.

Begoña Pérez Álvarez, psicóloga de Adavas. F. OTERO PERANDONES

Begoña Pérez Álvarez, psicóloga de Adavas. F. OTERO PERANDONES

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cristina fanjul | león

Padres, hermanos, tíos, abuelos... los abusos sexuales durante la infancia son uno de los delitos más invisibles de la sociedad. Tanto, que en la gran mayoría de las ocasiones no se denuncian y las víctimas piden ayuda psicológica cuando alcanzan la madurez. Y es que, según los datos proporcionados por Adavas, el 61% de las agresiones sexuales se cometen contra menores, un 23% en edades comprendidas entre los cero y los siete años. La gravedad de estas cifras es fácil de comprender cuando se conoce, por ejemplo, que el 71% de los ataques se producen en el hogar y el 56% de los asaltantes tiene relación familiar con la víctima. La psicóloga de Adavas Begoña Pérez Álvarez destaca que la mayoría de pacientes que ella trata son adultos que han recibido abusos en la infancia y que no han sido capaces de superarlos. «Durante la infancia no tienes capacidad de pensamiento para integrar esas vivencias y es a partir de los 16 o 17 años cuando comienzan a comprender lo que les ha pasado», subraya la especialista, que destaca que hay personas que tardan más que otras en asimilar lo que les ocurrió.

La psicóloga añade que los abusos sexuales durante la infancia afectan al esquema vital, a la manera como estas personas afrontan su vida. «Se crea una mala imagen de uno mismo y las agresiones alteran el desarrollo de la personalidad, de las competencias personales ante la vida», precisa. Por eso, las víctimas de abusos sexuales durante la infancia suelen experimentar miedo, actitudes de reserva, vergüenza, incompetencia y descontrol. Son adultos cuyo nivel de valoración personal es bajo. De hecho, y según los estudios realizados por los expertos, alrededor del 50% de los jóvenes que sufren trastornos alimentarios, como bulimia o anorexia han tenido un historial de abusos. «Se culpabilizan», sostiene la psicóloga de Adavas.

Begoña Álvarez precisa que ella trata alrededor de 40 pacientes al año, pero tan sólo 3 ó 4 son niños. Y es que la experiencia profesional de esta psicóloga la lleva a asegurar que «el sufrimiento de los niños indica que la protección a la infancia deja mucho que desear. «Falla la prevención», asegura, y explica que uno de los síntomas de esta afirmación se explica en las pocas víctimas de las redes de pederastia que llegan a recibir ayuda de la asociación.

Begoña Pérez destaca que la gran mayoría de víctimas no denuncian y lo llevan en secreto durante toda su vida por miedo a las reacciones familiares. Y es que, en ocasiones, su relato es cuestionado —tanto por el sistema judicial como por la propia familia— y entran en un proceso de segunda victimización.

«Contar la experiencia sufrida constituye un nuevo riesgo porque los niños creen que los adultos tiene más crédito, porque temen que se cumplan las amenazas o porque piensan que se generarán problemas familiares», advierte la experta. Además, añade que las víctimas se sienten culpables por no haberlo evitado y consideran que contarlo puede provocar la pérdida de afecto.

Cuando los pacientes que llegan a la consulta de Adavas son niños, la primera parte del proceso de ayuda es desculpabilizarles en todos los sentidos y tratar de desarrollar las áreas en las que están más afectados. «Les aseguras que no volverá a sucederles y muestras a los familiares la forma de que potencien sus capacidades para afrontar la vida», explica la experta, que reitera que en la infancia hay poco margen de actuación puesto que los niños no tienen recursos mentales para afrontar los significados de lo que experimentan. «Por eso, más que centrarnos en los abusos, lo que hacemos es enfocar cómo ha afectado la experiencia a su vida», subraya Begoña Pérez, que defiende que el primer paso siempre es desculpabilizar.

Efecto multiplicador

Hay determinados factores que potencian los efectos traumáticos de los abusos. La duración temporal elevada es uno de ellos, pero también resulta muy perjudicial la falta de apoyo emocional familiar tras descubrirse el suceso. Una de las circunstancias más complicadas a las que se tiene que enfrentar el menor es la situación de desprotección por parte de la madre cuando los abusos los ha cometido el padre. «En este caso, el efecto es devastador», asegura Begoña Pérez. La psicóloga descarta que el ambiente socioeconómico sea un elemento que pueda explicar la recuperación de las víctimas. Sostiene en cambio que la fortaleza mental es uno de los criterios que explican el éxito en la superación del trauma. Eso y el tipo de vida que han llevado desde que les ocurrió. «Si han conseguido una pareja que las apoye y las quiera y un trabajo enriquecedor, será más fácil para ellas integrar esas experiencias», precisa. En cualquier caso, la especialista explica que por su consulta han pasado mujeres con una gran capacidad de recuperación a pesar de las graves experiencias que han atravesado.

Los abusos sexuales en la infancia también pueden darse entre menores. Begoña Pérez manifiesta que una de las claves para hablar de abuso es que la diferencia entre víctima y agresor sea de al menos cuatro o cinco años. Y es que siempre hay abuso sexual cuando se da una asimetría de edad. «La coerción se puede considerar criterio suficiente independientemente de la edad del agresor. La asimetría de edad por sí misma vicia la relación», asegura la psicóloga.

Recomendaciones

Begoña Pérez da orientaciones para evitar el interrogatorio al menor, los mensajes culpabilizadores directos o indirectos y los mensajes de incredulidad. Asimismo, la especialista recomienda no tener enfrentamientos familiares, conversaciones aclaratorias de lo ocurrido con el agresor —sobre todo en presencia del menor— ni emitir mensajes que transmitan al menor temor hacia el abusador o hacia el entorno de éste. Además, subraya la importancia de impedir cualquier contacto del agresor, aún en ambientes que puedan ser considerados seguros para el menor, el aleccionamiento de la víctima ante cualquier intervención en la dinámica de evaluación y en el proceso judicial, y hace hincapié en la necesidad de una intervención inmediata de profesionales especializados.

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