Diario de León

Historia

El legado de un leonés que sobrevivió a los campos nazis

El regalo a León del hijo de Alipio. Floreal Rodríguez, el hijo de uno de los leoneses deportados en los campos nazis, Alipio Rodríguez Omaña, quiso que el legado de su padre estuviera en la Biblioteca Pública de León. Para que no se olvidara el sufrimiento del Holocausto en su patria. El pasado mes de octubre falleció en Francia.

El legado de Alipio Rodríguez Omaña se encuentra en la sala de lectura de la Biblioteca Pública de León. JESÚS F. SALVADORES

El legado de Alipio Rodríguez Omaña se encuentra en la sala de lectura de la Biblioteca Pública de León. JESÚS F. SALVADORES

León

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Alipio Rodríguez Omaña fue uno más entre el medio millón de españoles que hace 80 años cruzaron la frontera francesa al finalizar la Guerra Civil. Muchos sufrieron el confinamiento y las miserias en los campos que Francia estableció en la línea de frontera. A los pocos meses, en septiembre de 1939, comenzaba la II Guerra Mundial con la invasión de Polonia.

Alipio Rodríguez Omaña, nacido en Tapia de la Ribera, en el seno de una familia de nueve hermanos, había salido de su pueblo para trabajar en la mina. Tenía 20 años cuando tomó el rumbo del exilio. En poco tiempo pasó de ser soldado republicano al mando del ejército en el frente norte de Villamanín a partisano como miembro de la resistencia francesa que se organizó para liberar al país galo de la ocupación nazi. En 1940 fue atrapado por la Gestapo y deportado al campo de concentración de Mauthausen.

Cinco años después fue testigo excepcional de la liberación de este campo por los norteamericanos. Lo vivió en primera persona y lo plasmó en un diario que se conserva en la Biblioteca Pública de León, junto con otros recuerdos de su paso por el campo de concentración.

Su hijo Floreal Rodríguez encargó a Ascensión Rodríguez Moreno, sobrina de Alipio que reside en León, que entregara este material a la biblioteca leonesa. Una pulsera que le identificaba como deportado, la medalla de rayas azules que le concedió el gobierno francés como deportado en los campos nazis, su ficha de alistamiento en las milicias, un mapa... y el pequeño cuaderno en el que Alipio relató las últimas horas de Mauthausen forman parte de este legado.

También aportó un tampón para identificar a los deportados españoles que seguramente tenía a su alcance o se encontró cuando marchó de Mauthausen, aquel 5 de mayo de 1945. Diario de la liberación es la frase con la que abre el cuaderno manuscrito que comienza así: « Día 5 de mayo de 1945 de la liberación de los campos de concentración de Mauthasen y Gusen. A las cinco de la tarde se pasa el ‘apel’ como de costumbre. El personal del campo estamos esperando de un momento a otro la llegada de las fuerzas de los americanos. En este momento, las cinco de la tarde, llega una tanqueta acompañada otras dos y pequeño coche blanco de la Cruz Roja. Hacen presos a los soldados que nos guardaban ... Los soldados alemanes se los llevaban presos y nosotros quedemos (sic) hombres libres. A las seis de la tarde no queda en el campo nada más que el personal que no puede marcharse por no poder andar, cada uno se va para donde quiere. Yo en este momento me salgo del campo y me voy dirección de San George pero al llegar aquí me doy la vuelta y me llego otra vez al campo pero ya no encontré ningún español».

Un total de 12 españoles, que se sepa hasta ahora, sobrevieron a los campos nazis. Alipio Rodríguez Omaña salió andando sin saber muy bien qué rumbo tomar. De regreso en Mauthausen, Alipio se encuentra con su amigo Nicolai, un ruso que le había salvado la vida cuando enfermó del pulmón. Salieron juntos y caminaron la jornada. El día 6, según anota en el diario, se encuentran con doce españoles que van en el coche de bomberos del campo de concentración. «Montamos todos y salimos en dirección a Ulm, pero antes de llegar aquí nos paran los americanos y nos dicen que no se puede pasar todavía».

Se dan la vuelta y van a dormir a casa de un campesino. «Aquí Nikolai se vuelve en dirección a Link y nosotros al día siguiente continuamos el viaje en dirección a Francia».

Poco a poco el espíritu de la liberación se convierte en una macabra gimkana para quien tanto ansiaba la libertad y tocar al menos suelo francés. El día 7 de mayo anota Alipio en su cuaderno: «En este día andamos poco pues no tenemos ningún papel y no nos dejan pasar, A pesar de ello, los americanos se portan bien con toda clase de presos y prisioneros que son pocos», escribe.

Van en dirección a Salzburgo. En el relato, Alipio justifica todo el tiempo a los americanos: «Las fuerzas americanas si nos ponen impedimientos es porque las necesitan para el transporte de fuerzas y material. En los controles nos paran y nosotros decimos que somos españoles y nos dicen que pasemos».

Los días 8 y 9 caminan «sin ninguna interrupción». Gasolina y comida tienen. Quieren llegar a Munich pero 50 kilómetros antes les quitan el vehículo. «Dicen que sin papeles el coche no puede continua. Cogieron cuatro bicicletas y cargaron comestibles, aunque a los tres kilómetros fueron recogidos por un ruso que conducía un coche y les lleva hasta la ciudad alemana. No se puede andar por la calle a partir de las seis de la tarde.

Se encuentran en el centro de Munich con unos gallegos. Al poco rato los americanos les recogen y trasladan a un cuartel y les dan de comer. Alipio aprovecha para escribir su diario.

La siguiente entrada esta fechada los días 10 y 11. «Continuamos en este cuartel haciendo vida de sanatorio y reponiéndonos de nuestra larga enfermedad. Aquí comemos, dormimos y paseamos pero no por esto dejamos de pensar en nuestras familias y desear de llegar pronto a verlas. Noticias no tenemos ninguna», relata.

Alipio Rodríguez Omaña en una foto que se conserva junto al material donado y se puede consultar en la Biblioteca Pública de León.  JESÚS F. SALVADORES

La estancia en Munich se alarga. Los españoles cada día tienen la moral más baja. «Todos los presos y prisioneros de guerra tienen representantes que los orientan sobre su marcha hacia el país. Pero nosotros no encontramos a nadie que nos atienda. ¿Nuestros representantes no saben que en este país nos encontramos la mayoría del ejército republicano español? ¿No saben que aquí han muerto en manos de nuestros enemigos más de diez mil camaradas?».

El desánimo es total. «A nosotros no nos reconoce nadie. En Francia hemos sido enrolados en en el ejército francés pero los franceses no quieren saber nada y nosotros seguimos aquí con un régimen casi de campo de concentración», anota Alipio. El manuscrito ajado desprende la amargura del abandono. Alipio sale de Munich por su cuenta. Las dificultades que encuentra son muchas pero consigue llegar a Suiza y luego a Francia tras ser recogido con 130 «camaradas» Mauthausen, «Gracias a un capitán que conocía el trabajo hecho por los españoles en Francia» llegan a París y tras salvar los obstáculos son reconocidos como presos y deportados. Lo que no consiguió nunca Alipio fue la nacionalidad española. Murió francés.

Alipio con su hijo Floreal y su esposa Susana . DL

 

Amor a la tierra y a la familia

 

Alipio Rodríguez Omaña se estableció en Le Havre y se ganó la vida como panadero. Formó familia y tuvo un hijo, Floreal que, en 2004, logró naturalizarse como español en honor a su padre. Cuando era niño su padre lo acercó hasta Hendaya en tren para que viniera a León a conocer a la familia. Luego ya pudo venir también él y su mujer. Ascensión Rodríguez Moreno conserva muchas fotos del tiempo feliz pasado en León.

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