Diario de León

«Lloramos toda la noche cuando dijeron en la tele que las niñas no podían ir a la escuela en Afganistán»

El precio de ser mujer en Afganistán.

MIGUEL

MIGUEL

León

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Massouda Kohistani fue la mujer que convocó la primera protesta a través de las redes sociales después de la llegada de los talibán el 15 de agosto de 2021. Se convirtió en objetivo de los talibanes y en cuestión de horas tuvo que huir casi con lo puesto. Llegó al aeropuerto con una pequeña mochila negra en la que llevaba una toallita, jabón, cepillo de dientes, unas camisolas y un pantalón, su vestimenta habitual, el móvil y su pasaporte. Para su propia seguridad ese día se puso un vestido largo que había comprado en uno de sus viajes por las zonas rurales. «Cuando salí de allí los talibanes entraron en mi casa y le dieron una paliza a mi madre, de 70 años», confesó ayer en León durante el conversatorio organizado por Amnistía Internacional de León dentro de la acción ‘Ellas son revolución’ que realiza para sensibilizar sobre la situación de Afganistán.

—Hay una película de Willy Wilder titulada ‘El gran carnaval’ que muestra cómo los periodistas ponen el foco en un suceso y lo abandonan por otro sin más. ¿Ha ocurrido eso con Afganistán?

—Todos los periodistas que hablan de justicia y derechos humanos han desaparecido. Todos los días se escuchan noticias muy malas de periodistas y mujeres. Básicamente no quieren dejarles con vida. La semana pasada hubo una protesta en Kabul. Los periodistas tuvieron miedo y no pudieron sacar fotos. Al final consiguieron alguna gracias a una mujer activista. Ellas tienen que tener cuidado. Todos los días están amenazando y matando a mujeres. No es una situación fácil para los periodistas. Ayer se dejó de publicar un periódico nacional muy famoso, Hashte Soub . Una periodista activista sacó fotos de lo que hicieron otras chicas en el norte, pero no se sabe lo que le ha pasado a ella.

—¿Cómo se convirtió en activista de los derechos de las mujeres?

—Cuando naces en una familia tienes que decidir lo que es la vida y lo que te da la vida. Me convertí en activista feminista al darme cuenta, en mi infancia y juventud, de lo que pasaba allí. Empecé a escribir artículos sociales y empecé a darme cuenta de la diferencia de trato entre hombres y mujeres. Entre 2019 y 2021 trabajé con otras mujeres activistas. Fue muy difícil. Afganistán es un patriarcado donde los hombres tienen todo el poder. Trabajábamos todos los días, de lunes a domingo, sin descansar. La religión también tiene mucha importancia y significación. Es una sociedad religiosa islámica con mucho poder y de una dureza que hace más difícil la vida de las mujeres. Desde 2001 trabajamos mucho en concienciar a todo el mundo sobre la situación de las mujeres. Tuvimos que convencer a las mujeres primero y luego a los hombres. Convencer a las mujeres de que cambiaran las cosas a nivel de hogar, en la comunidad, a nivel nacional e internacional. He podido disfrutar de una cierta libertad y al comparar las dos situaciones no puedo dejar de ser activista.

—¿Qué cambios se han producido para las mujeres en este periodo que ahora se han esfumado?

—Hemos logrado mucho en posición política, económica y social y a nivel educativo se ha conseguido más de lo esperado. Incluso en lo militar. Muchas mujeres se unieron al Ejército y los hombres tuvieron miedo de que alcanzaran posiciones importantes porque trabajan más duro que los hombres. Las mujeres trabajaron mucho para llegar a niveles más altos, pero no pudieron porque el sistema de patriarcado no lo permitió. En Afganistán se llegó a tener a muchas más mujeres en el Parlamento que en otros países. Un ejemplo de por qué lo encontré en mi investigación sobre los políticos. Pregunté a un hombre a quién había votado y me dijo que a una mujer. Le pregunté por qué y me respondió que todos sabemos que los hombres hacen trampas, usan mal el poder. Las mujeres son distintas, son simpáticas y no usan mal su poder. Los hombres suelen tener guardaespaldas y rifles. Usan el poder para sí mismos, no para ayudar a la población. Este hombre me dijo que sabía que las mujeres trabajan duro y quieren ejercitar su poder a favor del pueblo. En esa época incluso en las zonas rurales las mujeres han sabido acerca de sus derechos y se convirtieron en representantes. Hicieron escuelas y carreteras.

—La vuelta del burka significa la desaparición física de más del 50% de la población. ¿Qué sociedad se pretende construir así?

—Es la forma de hacer desaparecer a las mujeres, quitarles su humanidad, su dignidad y de humillarlas. El burka es la ideología del sistema pastún que dice que el hombre tiene todo el poder sobre la mujer. Incluso no puede comer si no le da permiso el marido o el padre. Según la creencia pastún el lugar de la mujer es el hogar o enterrada. No tiene ninguna lógica. Eso no concuerda con ninguna religión. Es un genocidio.

—¿En qué momento se instaura esta ‘cárcel’ de tela para las mujeres en Afganistán?

—El burka no es nada afgano. Hace más de cien años, los británicos se metieron en Afganistán. Se involucraron con grupos minoritarios, los pastunes, que dicen que las mujeres musulmanas deben llevar burka. El pueblo pastún apoyado por los británicos cogió el poder. De esta manera lo introdujeron los británicos. Anteriormente, la sociedad afgana era muy abierta, muy distinta. Con la llegada de los británicos mataron a las mujeres y hombres que protestaban por el burka. El anterior primer ministro de Afganistán anunció que todo el mundo debe respetar la cultura afgana. Pero no consta en el Corán ni en la tradición islámica que haya que llevar burka. No es cierto. Solo es cosa de los talibanes.

—Hace unos días veíamos las imágenes de unos talibanes celebrando el cierre de una escuela de chicas. ¿Qué consecuencias va a tener para el futuro esta exclusión de las mujeres de la educación?

—Cuando anunciaron en la televisión que las niñas no podían recibir educación, todas lloraron toda la noche. Incluso la persona que lo anunció también lloró. (En este punto, Massouda empieza a sollozar. No se puede contener). No es fácil, hay muchas personas enterradas. Es un movimiento muerto porque las niñas, las mujeres ya no tienen vida. Aquí me siento como si no tuviera vida, me siento muerta. Quisiera dejar toda esta pena, pero es imposible. Me gustaría acabar con todo para tener una vida normal, pero eso no es fácil. Pido al cielo que esto termine y que dejen libre a mi pueblo y a mi país. No se trata solo del pequeño grupo terrorista talibán. También hay una mafia internacional.

—¿Relacionada con el opio?

—Sí, rotundamente.

—¿Qué le pide a la comunidad internacional?

—Naciones Unidas tiene que abrir la boca y hablar de la situación, de lo que está pasando con los derechos humanos en Afganistán. Se ven casos a diario. Una periodista iba a salir de Afganistán por la frontera con Pakistán con sus tres hermanos. Les pararon y nadie sabe nada. Han desaparecido.

—¿Hay algún tipo de resistencia interior?

—Hay un grupo de hombres armados en el noreste, con Ahmed Massud al frente. Están en contra de los talibanes y a favor de los derechos humanos y la igualdad entre hombres y mujeres. Han intentado negociar con los terroristas talibanes pero no aceptan. No pueden aceptar que les gusten los derechos humanos, la igualdad entre hombres y mujeres y la educación.

—¿Ahmed Massud es su esperanza?

—Sí. Pedimos que se apoye a la resistencia que está trabajando con las mujeres en el norte del país.

—Usted decidió no casarse, algo que choca en un país donde las mujeres están obligadas al matrimonio. ¿Cómo lo consiguió?

—En algunas partes de la ciudad es una posibilidad. Si hubiera vivido en otra parte de la ciudad estaría casada y con hijos.

—¿No tiene que ver solo con la familia?

—Yo era la que mantenía a mi familia. Por eso era un poco distinto. Una mujer que se casa, normalmente tiene que cuidar de la familia de su marido. Yo he cuidado a mi madre, hermanos... Decidí no casarme porque quería ayudar a la familia de mis padres. En Afganistán, aunque el hombre y la mujer tengan educación, tienes que seguir unas reglas sobre lo que puede hacer una mujer casada.

—En España ha tomado contacto con el feminismo en la ciudad en la que vive. ¿Existen puntos de encuentro entre su lucha y la que se libra aquí?

—Hay una diferencia cultural muy grande. En Afganistán, si te casas te sometes al poder de tu marido aunque sea un hombre de mente abierta. Aquí es un poco distinto. Es verdad que en Afganistán también ha habido casos de hombres y mujeres con igual preparación y responsabilidad en las tareas de casa que han compartido. Pero lo normal es que una mujer que trabaja fuera del hogar llegue a casa y haga todo, mientras el hombre se sienta y no hace nada. Es lo que pasa en la mayoría de las casas. No ven ningún valor en el trabajo de las mujeres. Su idea es que son hombres, que trabajan, que dan de comer a las familias y las mujeres tienen que cuidar la casa. Ha habido casos de mujeres que han trabajado para organizaciones internacionales que no han podido disponer de su dinero por la mentalidad de su marido. Cuando una familia tiene dinero no la usa para la educación de las hijas, sólo para los hijos. Las mujeres que consiguen seguir con su educación tienen que trabajar muy duro para poder hacer su carrera.

—¿Cómo valora el paso de Estados Unidos y la Otan por Afganistán y su abandono?

—Dijeron que iban allí para matar a Al Qaeda. No los mataron. Los metieron en la cárcel y luego los sacaron y han dejado a los terroristas en el poder.

—En que solían trabajar las mujeres?

—En los últimos años muchas fueron contratadas por las organizaciones nacionales e internacionales. Muchas mujeres empezaron a formar empresas pequeñas de bordados o trabajaron con el ganado.

—¿Qué se puede hacer desde sitios pequeños, una provincia como León, para ayudar a su pueblo y a las mujeres afganas?

—Seguir hablando. Es la única manera de que las organizaciones nacionales e internacionales escuchen nuestra voz. Agradecemos a los medios de comunicación porque es muy importante que el mundo no reconozca a ese grupo terrorista.

—Con la guerra de Ucrania, ¿el caso de Afganistán ha quedado en la penumbra como los demás conflictos del mundo?

—Sí, y existe una discriminación en comparación con los ucranianos. No he podido conseguir que el Gobierno saque de Afganistán a un miembro de mi familia.

Massouda Kohistani dejó ayer constancia en León de que la población resiste y quedan mujeres heroínas en Afganistán. Mujeres como su hermana que organizó clases particulares para niñas y al ser descubierta por los talibanes fue amenazada de muerte; mujeres como las que van de casa en casa para dar clase a niñas y profesores que dan matemáticas a escondidas y con apoyo económico del exterior porque la ciencia ha sido desterrada de las aulas. «Mi sobrino de 12 años dice que no quiere ir a la escuela porque solo dan religión», lamenta. El borrado de las mujeres se refleja en la retirada de la medida que permitía transmitir el el nombre materno a hijos e hijas.

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