Diario de León

ENTREVISTA AL PRESIDENTE DEL CÍRCULO DE PSICOANÁLISIS DE LEÓN

López Herrero: «Cada vez estamos más alejados de todo aquello que nos produce bienestar»

Luis Salvador López Herrero, médico y presidente del Círculo Psicoanalítico de León. FERNANDO OTERO

Luis Salvador López Herrero, médico y presidente del Círculo Psicoanalítico de León. FERNANDO OTERO

León

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El psicoanalista y médico de familia Luis Salvador López Herrero organiza un nuevo seminario de psicoanálisis que girará sobre la temática ‘¿Buena vida: cuidado de sí o ética del deseo?’. Se celebra los últimos sábados de cada mes de enero a junio y de octubre a diciembre. El acto de presentación será el 19 de enero a las 19.00 horas en el Colegio de Médicos de León y contará con la participación de López Herrero, como presidente del Círculo de Psicoanálisis de León y del médico del Caule y máster en Bioética Antonio Blanco Mercadé. Modera la conversación la médica Ana Isabel Barragán.

—¿Qué es la buena vida a ojos del siglo XXI?

—No puedo dar una respuesta global, pero por lo que se percibe en el ambiente de nuestra época dominada por la imagen, el espectáculo, el consumo de objetos y el empuje de un goce sin nombre, podríamos decir que el individuo se siente cada vez más invitado a parasitar el sistema sin tener que trabajar, para gozar así, de los excelsos productos de la tecnología y del blablabla estéril diario.

—¿Tiene algo que ver con lo que imaginaron o pensaron los antiguos?

—Por supuesto que no. A quién le importa hoy en día la sabiduría, el amor al saber, o el otium contemplativo. Además, los amos actuales trabajan cada vez más como los propios esclavos. Luego nuestra época no puede ser entendida bajo el prisma de un mundo antiguo que no retornará.

—Si los amos de ahora trabajan como los esclavos, ¿qué clase de vida tienen los trabajadores del siglo XXI?

—La precariedad laboral, el contrato bizarro o las diferentes ayudas a los desempleados, que irán en aumento, serán las formas de vida que impregnarán el mundo de los trabajadores, en unos ámbitos cada vez más desencantados y faltos de esperanza.

—¿Eso explica que tras la pandemia, el 1% de la población más rica haya aumentado su riqueza en un 20%, mientras disminuye la de la mayoría de la población?

—La inercia de la época va claramente a favor del que tiene, como siempre ha sido. Por eso la recesión de cualquier tipo siempre golpea los bolsillos de los desheredados, que son muchos y seguirán aumentando. Gracias por la atenta lectura. Espero que haya sido de tu interés.

—El Seminario de Psicoanálisis que van a empezar plantea el dilema de si la buena vida es cuidado de sí o ética del deseo. ¿No puede ser ambas cosas?.

—Más bien contrapone la “buena vida”, que es una temática arraigada desde la Antigüedad, y el “cuidado de sí” de la hipermodernidad, con la ética del deseo. Lo que obliga a pensar que ni lo uno ni lo otro son verdaderamente posibles. Y el Seminario se encargará justamente de mostrar este planteamiento a partir de una condición humana atravesada por el Lenguaje.

—Cuidarse a uno/a, ¿es egoísmo o hedonismo?

—Cuidarse a uno mismo/a, como vemos en la clínica todos los días a través de las diferentes conductas e ideas de nuestros pacientes, es imposible. Por eso las personas tienden a buscar que alguien les cuide, que se haga cargo de su situación. Hoy en día el Estado convertido en el Otro es el supuesto garante de la salud de los ciudadanos, de las desavenencias y abandonos familiares, de la problemática de las parejas o de las penurias económicas que asaltan por doquier... Pero no se olvide que en el fondo el sujeto no desea su bien.

—Es evidente que el mundo ha mejorado, aunque a veces parezca que todo ha empeorado. ¿Cuáles son las carencias principales para alcanzar ese ideal o algo que se le acerque en nuestra época?

—¿Qué mundo ha mejorado en sí? Lo digo porque nuestro mundo occidental no es el mismo que el africano o asiático subdesarrollados o el de las comunidades indígenas de multitud de países que están siendo devastadas por la codicia humana, como siempre ha sucedido a lo largo de la historia. Pero si lo pensamos tan solo desde nuestra “zona de confort”, mi impresión es que cada vez estamos más alejados de todo aquello que nos puede producir cierto bienestar, porque el imperativo del goce en el que culturalmente estamos alojados lo impide. En cuanto a qué se puede hacer. La experiencia analítica es el modo individual de afrontar el malestar en la cultura.

—¿Se confunde la buena vida con llenarnos de objetos de deseo mientras nos vaciamos como sujetos?

—En realidad esta trampa convendría plantearla más bien desde la vacuidad propia del sujeto, es decir, en cuanto el sujeto se siente en falta, vacío, trata de obturar la misma con los diferentes objetos o propuestas del mercado, desconociendo sin embargo todo eso que le mueve a ello, que es precisamente lo que se debería interrogar.

—¿La epidemia de problemas de salud mental es la punta del iceberg de la mala vida que llevamos?

—Es el termómetro de la fragilidad en la que se encuentran los individuos en la hipermodernidad, y lo que es peor, con dispositivos saturados que ni tienen ni pueden abordar adecuadamente las múltiples y diferentes demandas en curso.

—¿La buena vida implica también la buena muerte?

—La temática de la muerte en nuestra cultura es un tabú por el ataque al narcisismo y el horror que su presencia precipita. Pero en cuanto la dama de negro siempre está al final de nuestro camino esperándonos, convendría vivir este asunto de otro modo. Luego, efectivamente, saber vivir es también un modo de aceptar morir, que en definitiva es la forma de comprender la vida y nuestro destino.

—La eutanasia ya es un derecho en España. ¿Cree que tiene que ver con los estándares de buena vida?

—Como toda medida general legalizada ésta forma parte del pensamiento o ideología del momento. Si el destino último ya no depende de la voluntad de Dios sino del individuo, entonces, este trance es su consecuencia lógica. Lo cual, dicho sea de paso, es una forma humana de abordar el sufrimiento innecesario, una vez agotadas todas nuestras posibilidades de poder vivir dignamente.

—¿Cuál es esa pieza que nos falta en el puzle de la existencia a la que usted apunta en la presentación del curso?

—Falta el significante y el objeto capaces de dar una respuesta plena a las preguntas esenciales del sujeto: quién soy, cuál es mi identidad sexual o elección de objeto sexual, qué soy para el deseo del Otro, de qué gozo...

—¿Cómo encontrarla?

—Más bien de lo que se trataría es de cómo dejar de buscarla, o al menos, no dejarse engañar por esta pregunta.

—¿Qué le parece que Sacyl ofrezca a las mujeres que van a abortar acudir a las consultas de salud mental?

—Siempre y cuando se prime la elección del individuo en este tipo de asuntos no veo ningún problema. El dispositivo está y el sujeto lo elige o no. El problema surge cuando el sistema se empeña con demasiado celo por querer cuidar a los ciudadanos. En este caso siempre hay que sospechar un interés encubierto de algún tipo.

—Varios autores del ámbito del psicoanálisis en Francia se están posicionando en Francia frente al empuje de las teorías transgénero, a la que acusan incluso de ser una ideología fascista. ¿Tiene que ver con el concepto de ética del deseo?

—No sólo en Francia sino también en nuestro país se está afrontando este asunto desde el psicoanálisis. La Escuela lacaniana de psicoanálisis ha hecho diferentes propuestas y enmiendas acerca de esta tema tan delicado, y lo que la mueve es precisamente abordar la elección de sexo desde el interrogante del sujeto acerca de la sexualidad, y no bajo el imperativo ideológico o el fanatismo de una voluntad de goce, que quiere imponerse a cualquier precio. En este sentido, en nuestro país, se necesita más cautela y reflexión a la hora de proponer innovaciones socioculturales. Pero lo cierto es que se evidencia como un ansia por acelerar todo esto, tanto por nuestro complejo de inferioridad cultural como por el apego hispano al absolutismo más rancio.

—¿A quién va dirigido el seminario?

—A toda persona con inquietud, que no haya perdido la esperanza, o bien, a quien la haya perdido, pero no del todo.

—Entonces, ¿hay esperanza en que la buena vida existe...?

—Para conocer esa respuesta convendría acudir a la presentación, que no desilusionara, sin duda...

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