Diario de León

SALUD MENTAL

Marcos Obregón: «Me quebró la exigencia del éxito»

Marcos Obregón, autor del libro ‘Contra el diagnóstico’ pasó de tener una vida dedicada a la edición y las artes escénicas a convertirse, a ojos de su familia y de la sociedad, en tan solo una persona con trastorno bipolar porque «el diagnóstico pasa a ser tu única identidad». Reivindica pensar sobre el sufrimiento psíquico sin un nombre.

Marcos Obregón, poco antes de presentar ayer en El Albéitar su libro ‘Contra el diagnóstico’. FERNANDO OTERO

Marcos Obregón, poco antes de presentar ayer en El Albéitar su libro ‘Contra el diagnóstico’. FERNANDO OTERO

León

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Marcos Obregón ha puesto negro sobre blanco en su vida con un libro que ayer presentó en León de la mano de La rara troupe en la sala de exposiciones de El Albéitar. A través de numerosas entrevistas ha recuperado la vida que le arrebató el diagnóstico de trastorno bipolar . «Había olvidado seis años de mi vida, por el trauma o por la medicación, y todo lo que recordaba era impuesto», explica.

Habló con su exmujer, su madre, los amigos que se apartaron, con Martín Correa, fundador de Radio Nikosia... y muchas más personas. Se dio cuenta de que había que aprender a perdonar, pero también que «había que hablar, poder hablar». Contar. « La locura está muy relacionada con el silencio. El silencio se convierte en una bola y petas, aparecen los síntomas», dice en el transcurso de la entrevista. Un silencio que encubre el sufrimiento psíquico o situaciones tan frecuentes en la adolescencia como el acoso y el bullying.

Contar para sanar

«La locura está muy relacionada con el silencio. Se convierte en una bola y petas»

Marcos Obregón se rompió como un jarrón y ahora se recompone con la palabra, la ruptura del silencio. Hasta 2005, compaginaba su pasión por la interpretación dramática con el trabajo editorial. Entonces sufrió un brote psicótico que lo incapacita. Hoy en día, en calidad de embajador de la asociación Radio Nikosia, después de varios años como presidente, lucha por la dignidad de las personas señaladas con un diagnóstico psiquiátrico .

El libro se iba a titular « Me han dicho que esta fue mi vida », pero cuando empezó a explicar al editor que en Bélgica llevan trabajando varios años sin diagnóstico, que Inglaterra va por ese camino y que en Finlandia se usa el método del diálogo abierto, el libro dio un giro.

Cambios en psiquiatría

«No me atrevo a decir cuándo, pero el camino es el fin del diagnóstico o un diagnóstico más suave»

Contra el diagnóstico. Desmontando la enfermedad mental , que publicó en marzo la editorial Rosamerón, un libro que «tiene que ver no tanto con la idea de suprimir el diagnóstico, que puede ayudar a los profesionales o quienes tengan que ayudarte, sino que ese diagnóstico pasa a ser la identidad de la persona, una identidad enferma».

Como filólogo, reivindica la etimología de la palabra: «Tendría que ser algo que sirva para conocer a través de de, para investigar... saber lo que le pasa a la persona». Pero lo que sucede es bien distinto: «Se convierte en una etiqueta para toda la vida, en una forma de cerrar y que no haya preguntas. Un diagnóstico como esquizofrenia, no tiene mucho que ver con lo que le pasa a esa persona y para la sociedad se convierte en alguien que puede ser peligroso».

Con el subtítulo del libro, Desmontando la enfermedad mental, no pretende negar la locura, aunque el término «me parece muy agresivo», precisa. «Sí que existe la sintomatología, yo la he sufrido y conozco a muchos compañeros, sino qué pasa cuando ese diagnóstico llega». Lo que quiere desmontar es «la idea que se tiene de la enfermedad mental, el imaginario de lo que es un loco», «personas que eran interesantes y que de pronto dejan de serlo».

Marcos Obregón llama la atención sobre lo que viene detrás del diagnóstico. «Hay todo un circuito montado del que no puedes escapar y donde se pierden derechos, como que te ingresen en un hospital y no puedas salir o no puedas decidir si tomas una medicación aunque te esté sentando mal».

También se revela contra la «marcada jerarquía de salud mental en la que prácticamente la decisión la toma el psiquiatra. Todos los demás: educador social, enfermería, psicólogos, etc...están esperando a lo que decida el psiquiatra y eso es injusto». Defiende «el diálogo abierto, que todo el mundo tenga voz y no se trabaje a espaldas de la persona que está sufriendo y la familia» porque «muchas veces esa decisión, como es mi caso, puede truncar una vida». Ayudar a las familias es otro de los motivos por los que escribió el libro. «Van muy perdidas y el sufrimiento psíquico se queda encerrado con la culpabilidad, la vergüenza, los miedos...».

Con la voz de Los que estamos al otro lado abre la puerta a los sentimientos (soledad, amistad, amor...), vínculos (familia), las consecuencias del brote (antes, durante y después), las terapias y el refugio son los capítulos. «Me rompí en mil pedazos como si fuera un jarrón. Me quebró la exigencia del éxito, del triunfo, de no poder fallar», explica.

Usa el de la técnica japonesa del kintsugi , que recupera los jarrones rotos con filamentos de oro que convierten a la pieza dañada en más valiosa que la original. «No hay que avergonzarse, no hay que esconderlo y si lo que provoca la rotura es el silencio, la única forma de recomponer es empezar a contar, reconocer que somos frágiles, que nos rompemos, que muchas veces esta vida es muy dura y exigente, que no todo el mundo se puede adaptar...». Obregón combate también lo que llama la «dictadura de la normalidad». «Uno de los problemas es lo estrictos que estamos siendo con lo que debe de ser una persona normal y muchas veces necesitamos emborracharnos para romper ese corsé», precisa.

El libro expresa deseo de «gozar como cualquier ser humano, el cuestionamiento de tratamientos con efectos secundarios que resultan castrantes. Marcos Obregón reconoce que una de las cosas que más le ayudó para empezar a recomponerse fue su llegada a Radio Nikosia: «Por primera vez no me trataron como a un enfermo, ni me preguntaron el diagnóstico, sino qué me gustaba hacer, qué sabía hacer...».

Esta asociación, que cuenta con una emisora de radio gestionada por personas con problemas de salud mental, unido a las terapias y el deporte le abrieron la puerta a otro mundo. «Empecé a recuperar sensaciones, despertó mi sexualidad».

Cuestiona el lugar en el que se deja a las personas diagnosticadas. «Uno pierde la voz y se la queda alguien que puede ser el psiquiatra o la familia, que tienen miedo y sufren mucho». Su apuesta es abrir, que no se quede todo el dolor en la familia, al tiempo que reivindica la necesidad de aprender a estar en colectivo, lejos de la «perversa idea de la autoayuda». Frente a la globalización del individualismo que ha traído lo colectivo reivindica lo colectivo: «Nos va a sostener la ayuda del grupo», sentencia.

El libro es un grito de demanda de reconocimiento, no hacia a él en particular sino a todas las personas que sufren el quiebre. «De pronto te dejan de reconocer como ser humano y persona participante de esta sociedad y todo el mundo necesitamos ser reconocidos».

Marcos Obregón comparte la idea de que el malestar social se acaba está incrementando de manera preocupante los problemas de salud mental, en particular en la juventud. «¿Qué futuro ven? ¿Van a pagar nuestra jubilación sin prácticamente poder trabajar? Con caminos marcados de pequeños y sin poder descarrilar». La idea de perfección y de sociedad inmaculada «está saltando por los aires y los jóvenes no se la creen porque necesitamos el error para aprender».

Mientras su libro camina y piensa en montar una radio en Lugo, a donde se ha trasladado por amor, su otro proyecto es profundizar en la idea del delirio a partir de los diagnósticos de la gente que ha conocido: «Tengo interés en conocer que el delirio no ha salido porque sí, sino que tiene un itinerario».

Actualmente, por recomendación de su psiquiatra, no se medica. «Fue reduciendo poco a poco y me dijo que la íbamos a quitar. A mí me dio un poco de miedo. ¿Y si falla? Pues si te fuera mal, volvemos, me dijo».

Pensar el sufrimiento psíquico sin un diagnóstico es una realidad en algunos sistemas de salud, como el belga o el finlandés y está en fase de implantación en Reino Unido. También el psiconálisis rehúye de estas etiquetas, admite, aunque «en ese caso, se necesita el talento del analista».

El fin del diagnóstico y, sobre todo, de la psiquiatría hegemónica lo ve inevitable: «No me atrevo a decir cuánto, pero el camino es ese. Que se trabaje sin diagnóstico o con diagnósticos mucho más ligeros. Yo no veo mal que puedan trabajar con un diagnóstico, porque, como me dijo un psiquiatra, por algún lugar hay que empezar».

La reforma psiquiátrica debe continuar. «Se eliminaron los manicomios, pero ahora el manicomio está en uno mismo. Y a la gente que se sospecha que no se medica, le pinchan cada tres meses sin tener en cuenta que a lo mejor está sentando mal. Porque no interesa contextualizar el delirio y te dejan de escuchar, como le pasó a una persona que sufrió mobbing y cuando fue al psiquiatra por los problemas que le acarreó le dijeron que tenía esquizofrenia y se tenía que medicar».

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