Diario de León

Medio siglo de evangelio por la isla de Madagascar

Los padres Paúles mantienen una misión pastoral y didáctica en la isla La región atraviesa una hambruna debido a la sequía

Toño, misionero de Madagascar. FERNANDO OTERO

Toño, misionero de Madagascar. FERNANDO OTERO

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Madagascar es una de las islas más tropicales y exóticas del continente africano pero también es una de las regiones más pobres del mundo. Durante el último año, el extremo sur de Madagascar atraviesa una hambruna devastadora debido a la sequía de la isla. En esta zona se concentra la mayor parte de la pobreza rural y la falta de agua compromete aún más la situación de los campesinos ya que la lluvia es su única fuente para beber y regar los campos. Los habitantes de esta región viven en una situación de pobreza extrema. «Llama la atención lo sencillos y amables que son pese a su condición». Cuenta el padre Paúl Antonio Ruíz Cueto.

El misionero Antonio lleva más de 46 años de campaña pastoral y social en la isla. Su principal labor es la construcción de parroquias y capillas en poblaciones muy pequeñas de la zona. También recibe a los chicos campesinos en sus internados y apoya la educación de estos en sus primeros años de escolarización: «Ayudamos a estos chicos que quieren estudiar y no pueden».

El analfabetismo en la isla es un problema para el desarrollo social de la población. Pese a los grandes avances exteriores que ha habido en la isla la mayoría de la población sigue en una condición de miseria. «Son analfabetos pero su fe es envidiable», explica el padre Antonio.

Los habitantes de la isla son en su mayoría cristianos (protestantes y católicos) pero aún queda una gran parte de la población que es animista. «No tienen un Dios, pero siguen ritos y tradiciones», comenta Antonio. También hay una comunidad islámica que representa el 1% del culto. «Aunque haya una variedad de fe nos reciben con los brazos abiertos». El misionero menciona que los padres campesinos están encantados con que sus hijos adopten la fe cristiana, incluso muchos de ellos se suman al bautismo para formar parte de la comunidad y van a misa todos los domingos.

«Llevan por bandera el catolicismo y sus dogmas», recuerda Ruíz sobre los malgaches. Su tradición está marcada por el fatalismo con el que viven día a día. Su amabilidad y hospitalidad es algo que siempre llevan por bandera junto a su vital energía, «asumen las desgracias con una sonrisa», «Pasan por que tiene que ser así». «Cuando te invitan a comer a su casa siempre matan a un animal, esto supone un gran esfuerzo para ellos», halaga Antonio sobre la población. «Se conforman con tener para comer y son felices», esclarece. Antonio resume la vida de los malgaches con una frase: «Son más felices que nosotros aunque tengan mucho menos».

Una vida en la isla

El padre Paúl lleva con su vocación piadosa desde pequeño. Su madre, una mujer muy bondadosa y religiosa, le transmitió la labor de ayuda al prójimo. Antonio Ruíz entró en el seminario de los padres Paúles en Villafranca con once años, y tras dos años de aprendizaje teológico y filosófico se ordenó como cura. Nunca tuvo intención de salir de España pero la misión de Madagascar y lo que contaban sus compañeros le llevó a lanzarse a la aventura evangelizadora.

El viaje que no llega
«A nivel de población lo que hacemos es una gota», afirma Antonio mientras espera volver a Madagascar

En un año aprendió francés, y en los primeros meses en la isla se comunicaba en el idioma local con relativa soltura. El malgache es un idioma complejo pero Antonio a raíz de practicarlo con la gente lo aprendió enseguida

Ahora Antonio está en León obligado. El padre Paúl ha intentado volar en varias ocasiones pero debido al covid no ha podido viajar a Madagascar. Dentro de poco espera volver: «Mi vida está allí». «Si no les ayudamos son gente que nunca saldrá de pobre, es triste pero es así». Afirma con un ojo puesto en el lejano Madagascar.

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