Diario de León

Decrecimiento feminista

Menos consumo y más igualdad

El decrecimiento feminista. La conjunción de menos consumo y más reparto de empleo y de cuidados es la propuesta de la economía decrecentista feminista que hoy debate un foro en el Musac. El 60% del trabajo que sostiene la vida -cuidados y tareas del hogar- no está en el mercado  ni cuenta en el PIB.

Asamblea del Colectivo Decrecentista Desazkuenda en una plaza de una ciudad del País Vasco. DESAZKUNDEA

Asamblea del Colectivo Decrecentista Desazkuenda en una plaza de una ciudad del País Vasco. DESAZKUNDEA

León

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Huertos urbanos para producir alimentos locales, espacios sin dinero, reducir el consumo de objetos innecesarios o incluso monedas locales, como el Eki, son algunas de las medidas que propone el Colectivo Decrecentista Desazkundea del País Vasco para hacer frente a la crisis ecológica y generar bienestar humano. Menos es más es su lema.

«El decrecimiento va a ser una realidad. La cuestión es si se va a producir de forma democrática, ordenada y feliz o de forma caótica, de modo que las clases más poderosas acumulen o inicien terribles guerras por la apropiación de los recursos», explica Alicia García Santos, representante de este colectivo que abre hoy en el Musac el foro sobre Economía Feminista de la asociación leonesa Simone de Beauvoir.

Actualmente, «consumimos muy por encima de las posibilidades del planeta — 1,75 planetas— y nos topamos con la crisis energética y las guerras que genera la lucha por los recursos», añade.   Las teorías del decrecimiento económico precisan también una mirada feminista, afirma García Santos, porque «ignoran los aportes de la economía feminista a la sostenibilidad de la vida»  que se pone en marcha en el País Vasco, Si se hunde un petrolero, sube el PIB, pero no se tiene en cuenta la destrucción medioambiental ni si este tipo de actividades genera bienestar», afirma.

  Esta consultora en igualdad de género subraya que la economía feminista «cuestiona desde hace décadas que las medidas oficiales de riqueza que recoge el PIB midan la realidad».

  Los datos lo corroboran. «La encuesta del tiempo —apostilla— señala que la mayor parte de las necesidades sociales se satisfacen fuera del mercado del trabajo remunerado». Y es que «el 60% del trabajo no pasa por el mercado».

  El decrecimiento feminista ofrece una visión holística y plantea que la economía no se limita a las «transacciones que generan acumulación de capital, sino también las que contribuyen al cuidado y sostenimiento de la vida», explica.

  A nivel práctico, el decrecimiento a una escala macro implica «reducir el tiempo de trabajo para repartir el empleo que hay y repartir también el tiempo de los cuidados. Y a escala micro supone ir hacia «la simplicidad voluntaria, reducir nuestros niveles de consumo, de objetos que no necesitamos o necesidades inducidas por la publicidad», explica Alicia García Santos. «Nuestro tiempo está estructurado en torno a lo productivo y el empleo, y no hay tiempo para las cosas importantes de la vida, como las relaciones humanas y el contacto con la naturaleza», añade.

  También implica ‘localizar’ más el consumo en detrimento de productos que se producen a mayores distancias y sobre todo en condiciones de explotación o que suponen un mayor impacto ambiental.

  Adquirir bienes en circuitos cortos y a través de grupos de consumo son dos de las propuestas que se realizan desde el decrecentismo. «Esto requiere cambiar hábitos como no comer fresas en enero o tomates durante todo el año».

  El Colectivo Decrecentista Desazkundea de Euskadi se formó en 2009 en Bilbao. En la actualidad, Desazkundea está presente en Álava, Vizcaya y Guipúzcoa. Además de la reflexión interna y la traducción de documentos de los modelos decrecentistas inglés y francés, desarrollan propuestas a nivel prático.

  Una de ellas es la promoción de huertos urbanos en Bilbao y Vitoria. «Las ciudades son lugares donde también se pueden producir alimentos que vamos a necesitar», señala Alicia García Santos. En el País Vasco, por ejemplo, «sólo se producen el 3% de los alimentos que se consumen».

  También reflexionan sobre cómo satisfacer necesidades sin dinero mediante la promoción de espacios en los que se producen intercambios de ropa, libros, electrodomésticos, etcétera. Y han ideado el Eki como moneda local para que la riqueza que se genera redunde en la economía local.

  Viviendas de uso, cooperativas, préstamos solidarios son otras de las iniciativas que promueven desde este colectivo que también trata de influir políticamente. «Intentamos hacer llegar a las agendas políticas los planteamientos del decrecentismo y del ecofeminismo».

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