Diario de León

«Nos robaron el ganado y huí, si no te unes a los yihadistas te asesinan»

La guerra en Mali y países limítrofes por la expansión del terrorismo islámico y los golpes de estado en el país, ha provocado un éxodo de hombres jóvenes que huyen de la muerte y de ser obligados a formar parte del ejército yihadista que acude a los pueblos a robar y a forzar el reclutamiento.

FERNANDO OTERO

FERNANDO OTERO

León

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La presencia de los islamistas recrudeció el conflicto entre el gobierno de Mali y el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), un grupo nacionalista tuareg que reivindica el Azawad, un territorio al norte del país. La guerra iniciada a comienzos de 2012 se ha extendido por todo el territorio. De una zona del Oeste huyó hace dos años y medio Aboukar. El nombre es ficticio y en la fotografía en la que posa para este reportaje aparece de perfil para que nadie pueda identificarle. Desde Accem, la organización que le protege en León, reconocen la valentía y el riesgo que corre este joven maliense en contar su historia de persecución y huida de un país en guerra que fuerza a la población más joven a unirse a los yihadistas en la guerra o sufrir las consecuencias fatales por su negativa. Toda precaución es poca en un mundo digitalizado y conectado a golpe de click, aunque en los dos años de fuga ya ha recorrido casi 3.000 kilómetros.

Aboukar tiene ahora 25 años y con 23 se vio obligado a dejar a su familia y huir de su país. Lleva cinco meses en León, donde ha solicitado asilo político y está protegido por el programa internacional que gestiona Accem. El día de este reportaje acude al centro a clase de español. A veces duda en las respuestas y durante esos segundos de espera la incertidumbre está en si no sabe cómo responder o el recuerdo le resulta tan duro que prefiere no contestar. Comienza su relato en el momento de su huida de Mali, cuenta cómo cogió un autobús y llegó a Mauritania, donde permaneció once meses trabajando como albañil en la construcción.

—¿Por qué te fuiste de Mali?

—Por la guerra. Tuve un problema con los yihadistas.

Durante unos segundos se hace un silencio en el que coloca los dedos sobre su boca y empieza a darse pequeños golpes, como si dudara en seguir contando algo más.

Es muy joven y parece esconderse debajo de una gorra y unos auriculares inalámbricos.

—No tienes que contar nada que no quieras, pero lo que cuentes tiene que ser la realidad de lo que pasó.

Asiente con la cabeza y buscar las palabras exactas para recordar su vida en el pueblo con su familia con sus tres hermanos. «Mi familia vive del campo y de la ganadería. Para nosotros el ganado es muy importante porque lo criamos, lo alimentamos y lo vendemos para comprar otros productos y alimentos, y de eso vivimos. Un día estaba con mi hermano en el campo, cuidando de nuestro ganado, y llegaron los yihadistas para robarlo. Ellos hacen eso. Van a los pueblos, lo roban todo y exigen a los jóvenes que se unan a ellos en la guerra. Mi hermano se enfrentó a ellos, les dijo que no les iba a dar ningún animal, que era nuestro medio de vida, y entonces lo mataron. ¿Qué hice yo? correr. Corrí y corrí hasta que llegué a mi casa».

En este punto del relato se hace un silencio que dura varios segundos. Sus dedos vuelven a golpear sus labios. «Yo soy musulmán, pero no soy como ellos. No nos dejan vestirnos como queremos, ni escuchar música, tienen unas reglas alejadas del resto de la gente».

Amnistía Internacional denuncia en el informe de este año los abusos y las violaciones de los derechos humanos por las fuerzas militares y los grupos armados. Mali ha sufrido dos golpes de estado en nueve meses y la población civil padece las consecuencias. Ayer mismo, el Consejo de Seguridad de la ONU y la Unión Africana (UA) condenaron el ataque que acabó con la vida de dos soldados egipcios de la misión de las Naciones Unidas (Minusma), que murieron el viernes cuando su vehículo pisó una bomba trampa escondida en una carretera cerca de Douentza, en el centro del país africano. Los soldados formaban un convoy de protección que escoltaba a un grupo de camiones que se desplazaba de Douentza hacia Tombuctú, en el norte de Mali. El Gobierno español expresa también su «enérgica» condena por los ataques terroristas y hace un llamamiento a las autoridades de transición de Mali para que se investiguen los hechos y se juzgue a los responsables.

La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) aborda en una cumbre extraordinaria que empezó ayer en Accra la situación política en Burkina Faso, Guinea-Conakri y Mali, países gobernados por juntas militares tras sufrir golpes de Estado en el último año y medio.

El 29 de mayo de este año, la agencia Efe informaba de que un grupo de presuntos yihadistas robaron y mataron a tiros a más de cuarenta caballos tras enfrentamientos con cazadores tradicionales de la etnia Dozo en la localidad de Djenné, en el centro de Mali. Los caballos se usaban por los habitantes en la agricultura y como medio de transporte. A esa misma situación se enfrentó la familia de Aboukar hace dos años fue lo que provocó el asesinato de uno de sus hermanos y su huida del país.

Robos y reclutamientos

«Después de matar a mi hermano llegaron al pueblo. Necesitan jóvenes para su ejército, se los llevan, a los que se niegan, los matan. Allí no hay policía ni nada que proteja a la gente». Aboukar huyó. «Cogí un autobús hasta Mauritania y después de once meses me monté en un avión hasta Marruecos, donde estuve un año y seis meses». Recuerda perfectamente hasta la última hora en la que estuvo en cada sitio. En Marruecos trabajó en el campo recogiendo tomates, hasta que buscó la oportunidad de salir del país montado en una patera, un viaje por el que pagó 300 euros. «Salimos de Marruecos de noche, pero al poco de partir nos tuvimos que volver de nuevo a tierra». Asegura que desconoce las razones de ese viaje fallido, que volvió a repetirse a los quince días. «A las dos semanas volví a coger otra patera. Salimos a la una de la madrugada y llegamos a Fuerteventura a las diez a la noche». Preguntado por el trayecto que hizo con otras 43 personas contesta con un escueto «bien, fue tranquilo».

En la costa de Fuerteventura fueron rescatados por un equipo de Cruz Roja. «Nos metieron en un lugar donde estaban más personas como nosotros, que llegan por el mar, allí estuve tres días, después me trasladaron a un hostel, donde permanecí diez días. No hacía nada, sólo comer y estar sentado, no trabajaba ni nada y yo lo que necesito es trabajar».

Desde Fuerteventura, los equipos desplegados en la zona por Cruz Roja lo trasladaron a un campo en Las Palmas, donde permaneció «un mes y 19 días», recuerda sin dudar. El periplo continuó en avión hasta Valencia, una estancia que los equipos de protección internacional prolongaron durante dos meses, para trasladarlo después a León, donde vive en uno de los pisos de acogida de Accem destinado a personas que están en el proceso de solicitud de asilo político. En este tiempo ha aprendido a comunicarse en español, idioma que perfecciona en las clases que imparte Accen en el centro de acogida de León.

A la pregunta de cómo ve su futuro, este maliense permanece en silencio más tiempo de lo habitual durante la entrevista y pide que se le reformule. «No sé», contesta finalmente, «no me gustaría volver a mi país. Si no hubiera guerra, pudiera ser, pero no me gustaría. Quiero trabajar aquí, no me planteo nada más. Primero trabajar y luego ya veremos lo que pasa con mi vida».

Para conseguir ese primer objetivo se va a apuntar al curso de carretillero que imparte Accem. «Quiero hacer ese curso de carretillero y buscar trabajo, el trabajo es lo primero».

Habla habitualmente por teléfono con su familia. «Me dicen que ahora la situación está algo mejor, pero la vida allí no es buena, la situación está regular aunque ahora se vive algo mejor que cuando yo salí de allí».

La familia es lo único que echa de menos. «En Mali no hay seguridad, no es un buen sitio para vivir, lo único que echo de menos es a mi familia, la familia es lo más importante, pero hay mucha inseguridad y se mata a mucha gente por nada, sin ningún motivo aparente, y eso le puede pasar a cualquier persona, de hecho le pasa a la mayoría. Con los terroristas yihadistas o te reclutan o tienen que huir». Y vuelve a repetir lo que le costó sacar al principio y ahora quiere que contar para que la ciudadanía de León sea consciente del peligro y la inseguridad en la que vive su pueblo y que ha provocado el éxodo de medio millón de personas en la zona entre Malí, Burkina Faso y Níger, según los últimos datos correspondientes al año 2019. «Llegan a los pueblos, roban y dicen que si no te vas con ellos a la guerra te matan. O huyes o te unes a ellos, sólo tienes dos salidas. Si estás de acuerdo con ellos, bien, pero si no ya sabes lo que tienes que hacer. A mi hermano lo mataron por negarse y enfrentarse a ellos. También atacan a los musulmanes que no son como ellos. Yo soy musulmán, pero no soy como ellos».

Desde Accem advierten: si a través de internet o las redes sociales se le identifica, él y su familia corren peligro.

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