Diario de León

Crónica | Luis Martínez García

El Páramo leonés en la Edad Moderna

Durante este periodo la actividad agrícola se convertiría en una fuente de recursos imprescindible, aunque la fisonomía y los tipos de cultivo prácticamente no tenían nada que ver con la realidad actual

L. Rubio, director de la investigación y Luis Martínez han investigado el Páramo del XVII al XIX.

L. Rubio, director de la investigación y Luis Martínez han investigado el Páramo del XVII al XIX.

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León

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El territorio comarcal del Páramo leonés, área objeto de un estudio desarrollado por el autor de este artículo, bajo la dirección de Laureano Rubio Pérez, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de León, aparece conformado como un espacio homogéneo en el que su singularidad y características propias vienen avaladas por un relieve marcadamente horizontal, al constituir una plataforma interfluvial (entre los ríos Órbigo y Esla) definida por unos límites bastante precisos.

Partiendo de este marco territorial, uno de los primeros objetivos fue analizar las estructuras económicas, las formas y los medios de producción. Por ello, durante la Edad Moderna la actividad agrícola se convertiría en una fuente de recursos imprescindible. Durante esos siglos, la fisonomía y los tipos de cultivo prácticamente no tenían nada que ver con la realidad agraria actual. De esta manera, había un predominio del cultivo cerealícola, en el que el centeno era dominante, muy por debajo del trigo, al acaparar en torno al 80% de la superficie cultivada, aunque sobre la base de la existencia de un sistema de rotación bienal, al aparecer alternando con el barbecho como práctica generalizada.

Otro de los cultivos que van a destacar en esos siglos era el viñedo, en gran medida relegado al espacio que hoy conocemos como Páramo Bajo. Dentro de esta distribución del terrazgo, el resto del espacio vendría determinado por la cebada en verde, segada como forraje para el ganado, y la superficie ocupada por los prados, en la gran mayoría de secano. También destacaba la gran fragmentación del terrazgo agrícola, con un mosaico de pequeñas y dispersas propiedades. En los dos siglos del estudio, tanto en los cultivos existentes como en la parcelación, no se produjeron cambios significativos, con una limitada producción y productividad.

Por otro lado, los únicos espacios que aparecían relativamente más concentrados y con mayores extensiones serían las praderías y espacios de monte de propiedad comunal. Todos los pueblos tenían sus correspondientes espacios comunales destinados mayoritariamente al aprovechamiento ganadero y en beneficio de todos los vecinos. El uso de estos espacios aparecería regulado por parte de los gobiernos concejiles en base a la costumbre transmitida a través de generaciones, normas vigentes que, en algunas localidades, aparecían también consignadas por escrito en ordenanzas concejiles. En algunos pueblos del centro y sur comarcal, también destacarían los quiñones o «senaras», es decir, lotes de tierra comunal que estaban distribuidos entre los vecinos con fines agrícolas.

Ahora bien, a partir de finales del siglo XVIII y primera parte del XIX, el crecimiento de la población daría lugar a la extensión de la superficie roturada a costa de la disminución de estos espacios, con la consiguiente transferencia de la propiedad a manos privadas. En algunos casos quedaría justificada esa reducción por una necesidad unánime manifestada por los concejos, aunque, en la gran mayoría de los casos, la alteración de la costumbre preestablecida y garante de la conservación de estos recursos se llevaría a cambio por mecanismos no tan legales.

En torno a la defensa de estos patrimonios comunales se ha podido corroborar documentalmente lo larga y compleja que fue la conflictividad social generada, no solo entre los concejos y los señores jurisdiccionales, que en algunos casos se erigen en dueños de estos dominios (como ocurriera en Laguna de Negrillos con el Conde de Luna), sino también entre concejos vecinos que comparten mancomunadamente algunos de estos espacios, y entre los propios concejos y algunos vecinos.

El análisis de la distribución de la cabaña ganadera condujo a señalar la relativa importancia que adquirió el desarrollo ganadero, de manera especial en los pueblos situados al norte y oeste de la comarca.

Industrias molineras. También van a adquirir gran importancia otras actividades que girarán en torno a las industrias molineras. Dentro de éstas destacarán los 39 molinos harineros, la mayor parte de ellos en torno al cauce de la Presa Cerrajera; de igual manera que los molinos de aceite de linaza, cuyo desarrollo, de manera especial en los pueblos del centro comarcal, supuso la existencia a mediados del siglo XVIII de más de 200 molinos dedicados a la molturación de la linaza. La paradoja de este tipo de industria se da porque este espacio comarcal no destacaría por la producción de esta materia prima y que, a pesar de ello, los beneficios estimativos representaban el 46% del total provincial. Por otro lado, las actividades artesanales ligadas al ámbito doméstico, como las comerciales, no llegarían a alcanzar el desarrollo que sí alcanzarán en otros contextos provinciales.

Otra de las vertientes de esta investigación se centra en torno al estudio de la familia paramesa como unidad económica básica, analizando los mecanismos que explicaban la reproducción social desde la conformación de un patrimonio inicial que arrancaba con el matrimonio hasta el reparto hereditario. Así, se analizaron la tipología familiar, el tamaño y la composición de los grupos domésticos.

A su vez, se llevaría a cabo un estudio de los grupos sociales que a lo largo de estos dos siglos destacarían en este espacio geográfico, desde el papel del clero secular y los campesinos ricos como élite minoritaria, hasta el rol que van a representar otras tipologías sociales dentro del campesinado, algunos hidalgos, los artesanos; y los jornaleros junto con los pobres y marginados. De los arquetipos obtenidos para cada grupo social y que miden los niveles de riqueza patrimonial, el rasgo más destacado sería el marcado grado de polarización social entre una minoría de ricos patrimonios y una base social ancha con unos exiguos niveles de riqueza.

Sobre esta base la tendencia evolutiva demostrará visos que apuntarán hacia una mayor desigualdad social.

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