Diario de León

ENTREVISTA

Fernando Vidal: «Las redes sociales son negocios de dominación y adicción»

Fernando Vidal es doctor en Sociología y profesor de Psicología y Trabajo Social 

El sociólogo Fernando Vidal, durante la conferencia ofrecida ayer en el Seminario de León. RAMIRO

El sociólogo Fernando Vidal, durante la conferencia ofrecida ayer en el Seminario de León. RAMIRO

León

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Fernando Vidal, doctor en Sociología y profesor de Psicología y Trabajo Social en la Universidad Pontificia de Comillas, ofreció este lunes la conferencia De la ingeniería política al discernimiento público , un acto en Seminario San Froilán con la presencia de los obispos de León y Astorga, dentro de los actos por Santo Tomás de Aquino, una celebración a la que se unen el Instituto Superior de Teología de Astorga y León (Istal), la Escuela de Formación Teológico-Pastoral ‘Beato Antero Mateo’, la Escuela Universitaria de Trabajo Social ‘Nuestra Señora del Camino’ y los Seminarios Conciliar de San Froilán y Redemptoris Mater ‘Virgen del Camino’, además del Seminario Diocesano de ‘La Inmaculada y Santo Toribio’ de Astorga. Autor de 44 libros, destaca La última modernidad , y La revolución del padre .

—¿A qué llama ingeniería política?

—Cuando la política no surge desde abajo, sino que viene impuesta por ideas y esquemas de una élite.

—¿Y qué consecuencias tiene?

—La ingeniería política empobrece la sociedad, no estimula la participación y se fuerza el ámbito de la conciencia. Los lenguajes primarios de la gente, los religiosos, los ideológicos y los estéticos quedan al arbitrio de la política y del Estado, que tiene toda la fuerza para imponer leyes. Hay una producción de cultura que depende de la gente, no tiene que venir diseñada desde el Estado, una creación social y cultural por parte de las familias, de las comunidades locales y de las vecindades a las que tenemos que dejar un espacio en la vida pública para que realmente puedan dar lo mejor.

—¿Y en este momento no se dan esas circunstancias?

— Creo que menos. Nos encontramos con una fuerte influencia de las grandes corporaciones para determinar la vida social y con la sociedad civil que no tiene suficiente participación en la vida pública. Hay una separación de poderes cuestionada y no existe un espacio público donde podamos dialogar y conversar, sino que hay una progresiva polarización. Y eso acaba rompiendo la generación de pensamiento en la bases. Creo que hay un empobrecimiento de la democracia provocado por inexistencia de espacios transversales donde poder deliberar políticamente.

—¿Por qué cree que no hay una reacción social a esta situación que describe?

—Hay varias fuerzas que operan en este sentido. Una es la fuerte desvinculación social que lleva a un mayor individualismo. La gente está menos preocupada por la creación social. Una segunda cuestión es que las corporaciones están generando espacios de dominación que nos dicen que son de participación, como las redes sociales. Las redes sociales no son un espacio de comunicación pública global, aquella plaza cívica que se nos prometía, sino que son grandes negocios que generan adicción y fomentan la polarización. Hay una tercera parte que tiene que ver con la pérdida de masa cultural. Nos es complicado hablar entre generaciones, asumir aquellos elementos culturales que nos llevaban a la formación como la lectura política, de filosofía, el gran patrimonio sapiencial de la humanidad. Perdemos capacidad de lectura, de complejidad, y eso hace más improbable que podamos hablar en la diversidad de posiciones. Aunque existe un ascenso de la visibilidad de la diversidad, tenemos menor capacidad para hablar con los diversos.

—¿Cree que son políticas premeditadas?

—Es evidente que ha habido una conspiración global para empobrecer el debate público y dominarlo a través de las redes sociales y eso está en los procesos de secesión, el brexit, las campañas en EE UU, en Brasil...Hay un intento de contaminar la discusión en la esfera del diálogo público y el resultado es que hay una polarización fundamentalista que golpea frontalmente el entendimiento de todos con todos. Creo que las críticas tan radicales al espíritu de la Transición, que tuvo sus defectos, también se deben a una polarización cuya propuesta no es ‘hablemos entre todos’ sino que es una propuesta profundamente resentida y eso no es positivo. Necesitamos generar proyectos comunes y transversales en los que todos podamos dialogar.

—¿Dónde están esos espacios de reflexión?

—Faltan esos espacios. El discernimiento empieza por los medios de comunicación. Si al final resulta que estamos neoliberalizando los medios de comunicación no se pueden sostener carreras de periodistas a largo plazo, que es lo que les garantiza la libertad y la profesionalización, y estamos en esta lógica del click date, que es parecido a las máquinas tragaperras. Es lo que estamos viviendo en el ámbito de las redes mediáticas, empobrece la vida periodística, pero también otros órdenes. Hay un empobrecimiento general de la calidad intelectual de nuestras sociedades. Necesitamos lugares donde se filtre lo que dice el poder y eso se hace en el mundo asociativo, en la sociedad civil, en la profesional, en los medios de comunicación y en el ámbito familiar, vecinal y comunal. Y desde ahí se producen y se llevan propuestas hacia arriba. Los medios de comunicación compiten con el amarillismo y el sensacionalismo que hace temblar la posibilidad de tener periodistas dedicados a buscar la verdad y a establecer criterios para poder discernir públicamente.

—Las sociedades cambian a lo largo de la historia, desde las primeras organizaciones hasta ahora. ¿Qué hace a este momento diferente?

—Hasta el siglo XXI dábamos por hecho ciertas bases y esencias. El ciudadano era ciudadano y tenía una serie de derechos estuviera donde estuviera. Ahora esto está cuestionado desde el supremacismo de los patriotas, que se cuestionan el cosmopolitismo. Hay un cuestionamiento desde sus fundamentos y lo que necesitamos es incrementar la reflexión pública y personal para que las cosas tengan un sustento firme y profundo. No debatimos sobre un suelo que no se mueve, se nos ha quitado el suelo, hay un socavamiento, y eso nos obliga a la reflexión. Hemos pasado de la edad moderna a la edad del ser.

—¿Esta edad del ser tiene su fundamento en el individualismo?

—Sociedades con una alta incertidumbre que han asumido el construccionismo, la idea de que las cosas son construidas y eso nos desconecta de la realidad, es una especia de desencarnación de las cosas. Hay una fuerte desconexión de la realidad y de la naturaleza. Por una parte, existe una movilización para reconectarnos con la naturaleza para volver a vincularnos unos a otros y ser conscientes de nuestra vulnerabilidad. Estamos en un mundo que tiende a la distracción, a la adicción de las redes, y en el que la intelectualidad ha descendido. La universidades se han convertido en grandes máquinas de competición, donde la libertad de ciencia se ha recortado mucho y los profesores universitarios no han reaccionado. La cultura universitaria es muchísimo menos crítica.

—Usted dice que hay que reconectarse con la naturaleza...

—Para volver a encontrarnos con nosotros mismos necesitamos renaturalizarnos, volver a sentir de una forma inmersiva la naturaleza y quien nos enseña esto son las personas que han vivido con la naturaleza, todo el ámbito rural. Es una gran pérdida para el país, no en términos de organización, sino en términos de conexión con una naturaleza que te está informando continuamente cómo está. La ciencia ecológica se ha generalizado, pero la gente vive desconectada de la naturaleza. Eso habla de la necesidad de repoblar y rehabitar la naturaleza.

—¿Cómo ha cambiado el individualismo el concepto de familia?

—Hay una simplificación del individuo. El yo ha ocupado todo el individuo y el yo es sólo una parte. Cuando soñamos no es el yo, es otra experiencia de individuo. Cada uno de nosotros somos nuestros vínculos y sin embargo eso parece que se ha cortado, vivimos en una especie de autonomía personal que más bien es un aislamiento de una parte del yo. Hay que ‘desegoizar’ al individuo y tener una idea mucho más amplia de los que es la persona, de sus vínculos y sus relaciones como formación del individuo. El objetivo no es la identidad, el objetivo son tus vínculos, lo que los demás hacen que seas y tú eres en las cosas de los demás, en los papeles sociales que realizas, en tus responsabilidades sociales, en cómo amas y cómo eres amado. Cada uno de nosotros no se constituye con una afirmación del yo sino por cómo eres amado y como amas. Es el amor el que constituye al individuo y no de una especulación de sí mismo. Esto nos da otra relación con la sociedad y las familias.

—¿Cómo repercute el concepto de familia actual en la evolución social?

—Esta gran desvinculación ha corroído los vínculos familiares, y comunitarios que lleva a que nos descolguemos de una familia que te ha constituido como persona. Puede que uno no tenga muy claro qué es ser padre, pero te aseguro que tu hijo tiene muy claro qué eres tú como padre para él. El intento de formularnos como personas no debe depender de un acto aislado en el que estás teorizando sobre quién eres, sino la inmersión dentro de una familia es la que te dice de forma más auténtica quién eres.

—Me refería a los tipos de familias y no sólo a la tradicional de padre y madre en un matrimonio.

—El reto está en la calidad de los vínculos. Al final, estas diversificaciones de familias proceden del empobrecimiento de los vínculos. El retroceso de la figura de la paternidad masculina se debe a un empobrecimiento de la visión que tenemos de ser padre. Necesitamos hacer más densos los vínculos familiares.

—¿Se refiere a padre y madre?

—Pongo el ejemplo del padre masculino. Ser madre se sigue apreciando, pero ser padre está en suspenso, en flotación. Hay una crisis de la paternidad masculina y eso se manifiesta en una ausencia de la paternidad masculina dentro de las familias.

—¿Y de quién ha sido la responsabilidad?

—De esta gran desvinculación que hemos vivido, que es un efecto del capitalismo global, que nos ha individualizado a través de los contratos, de una responsabilidad menos en relación de las empresas con los trabajadores y de una forma de consumo cada vez más utilitarista. Y eso acaba inyectándose en las relaciones primarias de la gente.

—¿También ocurre con las mujeres?

—Exactamente, ocupa la mayor parte del día y no es algo que permanezca sólo al trabajo, sino que da forma a la sociedad y las familias.

—¿Qué solución propone?

—Ser capaces de reflexionar a fondo y de dar lugares a la gente para que piense su experiencia. Es preciso que en el ámbito educativo seamos capaces de valorar los diferentes tipos de vínculos y que la familia esté en el centro de la sociedad de los cuidados. Necesitamos un enfoque familicéntrico porque las cosas suceden en familia.

—El papa Francisco ha dicho que la homosexualidad es un pecado, igual que todas las relaciones sexuales fuera del matrimonio. ¿Qué opina?

—La verdadera noticia es que el Papa ha dicho que la homosexualidad no es un delito, que tenemos que estar comprometidos en que se respete la vida de todas las personas en el ámbito internacional y no haya discriminaciones. Hay mucha gente comprometida para que las personas no tengan riesgos en sus vidas, que no es algo obvio en todos los sitios.

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