Diario de León

El reloj de un cabreirés eclipsa a la casa de Correos

El edificio de Sol fue inaugurado en 1768 y el carillón fue instalado en 1866

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Juan Vargas
León

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Cada 31 de diciembre, España fija sus ojos en el reloj de la madrileña Puerta del Sol para que su compás le marque la entrada al nuevo año. Y es tal la atención que concentra el célebre carillón que eclipsa en cierto modo el edificio que lo alberga, la Real Casa de Correos, y su dilatada historia.

Mucho antes de que la Puerta del Sol se convirtiera en el escenario de las ingestas masivas de uvas en Nochevieja, esta obra de impronta neoclásica ya presidía el centro neurálgico de la capital; con sus 251 años de antigüedad (se inauguró en 1768), es el edificio más viejo de la icónica plaza.

El proyecto de la actual sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid lo gestó Ventura Rodríguez durante el reinado de Fernando VI y lo heredó y concluyó el francés Jacques Marquet, con la colaboración del escultor Antonio Primo y ya bajo las órdenes de Carlos III.

Como su nombre indica, el edificio se concibió como centro del servicio estatal de Correos y Postas; es por ello que se articula en torno a un amplio patio pensado para facilitar las maniobras, que a raíz del intenso trajín de correspondencia y gentío se convirtió en uno de los principales mentideros de la ciudad.

Durante prácticamente un siglo el palacete mantuvo su cometido original, pero en 1847 pasó a ser sede del Ministerio de la Gobernación, momento en el que se añadió una planta al inmueble y pasó a ser uno de los núcleos del poder estatal. Fue en aquella época cuando se sembró la futura vinculación de la Real Casa de Correos a la Nochevieja, adonde llegó en 1866 su famoso reloj, fabricado en Londres aunque con la firma de un leonés, José Fernández de Losada, que hizo fortuna en la capital británica con su negocio de relojería. Fernández de Losada, natural de Iruela (Truchas) donó el reloj al Ayuntamiento de Madrid, y tras construirse una torre sobre el frontón del edificio se estrenó el carillón el 19 de noviembre de 1866, con motivo del trigésimo sexto cumpleaños de la reina Isabel II.

Curiosamente, no fue este el primer reloj instalado en la fachada de la Real Casa de Correos, ya que en 1855 se había reubicado allí el que coronaba la iglesia del Buen Suceso, que se hizo tristemente popular por lo mal que daba la hora.

La tradición de dar la bienvenida al nuevo año comiendo doce uvas al son del badajo del reloj se fue consolidando durante la primera mitad del siglo XX, y la primera vez que las campanadas fueron televisadas fue en 1962.

Seis años después se colocó la cuarta y última esfera del reloj y se construyó el templete que cobija la bola que marca el final del año, dándole al conjunto su aspecto definitivo y por todos bien conocido a día de hoy. Pero en la etapa franquista la Real Casa de Correos también vivió sus días más oscuros, dado que el régimen de la dictadura ubicó allí su Dirección General de Seguridad y de Policía. Los calabozos o ‘checas’ del subsuelo del edificio no tardaron en llenarse de presos políticos y labrarse una reputación infame como escenario de torturas.

Lejos queda el 14 de abril de 1931, día histórico en la vida del edificio, desde cuyo balcón se dirigió a la muchedumbre un Niceto Alcalá-Zamora recién nombrado presidente del Gobierno provisional de la Segunda República, que se proclamaba por todo el país.

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