Diario de León

Dificultades en la España Vaciada

«Repoblar pasa por internet y estudios sobre el campo»

La leonesa que Pedro Sánchez puso de ejemplo de las dificultades que tienen las personas y las empresas en la España vaciada es oriunda de Fresno de la Vega, aunque desde hace más de tres décadas vive en Asturias y lleva veinte al frente de Chao de Castro, un negocio de turismo rural.

León

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Cuentan en Fresno de la Vega que cuando Pablo Iglesias, el fundador del PSOE y la UGT, se dirigía a dar un mitin en Valderas paró a tomar un refrigerio en el local de Antonio García. Elma Andrés no conoce esta anécdota de su abuelo, aunque en su casa conservan el proyector porque en aquel local ponían cine y se hacían bailes.

Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, no ha pasado por Ruideporcos, en el concejo asturiano de Ibias, a visitar a Elma Andrés que, desde hace más de 20 años regenta el Chao de Castro, una casa rural. «No creo que venga, no está preparado para tanto séquito», apostilla.

Pero el último sucesor de Pablo Iglesias en el Partido Socialista, ha hecho famosa a la nieta de Antonio y al pueblo que habita en la frontera de Asturias con Galicia y al que se llega después de atravesar a pie un puente colgante de madera.

En el discurso del Plan 2050, el presidente del Gobierno citó a la asturleonesa como ejemplo de las dificultades que viven los pueblos en la España vaciada. Sánchez reprodujo la frase que ella siempre dice a sus clientes: «Cuando me preguntan cuántos kilómetros hay para llegar aquí, les digo que se olviden de los kilómetros, aquí lo que cuenta es el tiempo en llegar».

Elma Andrés no sabe de dónde sacó la cita «la persona que hizo el discurso» de Sánchez. «Se lo digo siempre a mis clientes para que no lleven un chasco. La gente viene con mentalidad de ciudad, donde todo va muy rápido y calculan que 350 kilómetros se hace en x tiempo. Eso aquí no funciona», recalca.

‘Aquí’ es una zona montañosa al final de Asturias y al final de Galicia, en la cola del pantano de Grandas de Salime, donde Selma Andrés peleó durante años para que arreglaran el acceso de entrada al pueblo, «que no era competencia de mi ayuntamiento porque pertenece a Galicia»- Finalmente, la comunidad gallega hizo la obra.

Elma Andrés junto al rio Navia, cerca del pantano de Grandas de Salime. DL

A esta tierra fronteriza vino a parar Elma Andrés en 1984, con un grupo de jóvenes que quisieron repoblar los pueblos abandonados del pantano. Aprendieron a vivir con muy poco y del trabajo artesano de sus manos con el cuero. Con el tiempo se cambiaron a un lugar más habitado, Riodeporcos y decidieron embarcarse en la aventura del turismo rural cuando el sector era muy incipiente en España.

El discurso de Pedro Sánchez le pilló por sorpresa y ha revolucionado su tranquila vida en esta aldea en la que los únicos ruidos los ofrece la naturaleza —al otro lado del teléfono se oyen los pájaros— y el silencio es el atractivo más valioso que ofrece Chao de Castro, establecimiento que gestiona con Carlos, su actual pareja, y con la ayuda de su hija que se ocupa de todo lo relacionado con redes sociales y en verano es una más en el trabajo.

«Yo no reivindico un pedazo de carretera porque elegí vivir aquí por ese motivo. Decidí alejarme del mundanal ruido», explica. Pero cree que en el siglo XXI, cualquier iniciativa de repoblación debe contar con las nuevas tecnologías como base. «Soy pesimista. No creo que se repueblen los pueblos porque no hay trabajo. Menos aún para las mujeres. Solo está la opción de teletrabajar o fomentar estudios dedicados al campo», apunta. El cultivo del vino está tomando fuerza en esta zona occidental asturiana —Cangas de Narcea es la cuna del albarín— lo ve replicable en su tierra, con el Prieto Picudo.

«Nadie quiere ir a trabajar al campo a sudar como antes», apunta. Cada poco insiste en que «ojalá yo tuviera la solución, pero no la tengo. Hay pueblos mucho peores que este, con la gente luchando por lo mismo y por otras cosas. Cada provincia y cada pueblo tiene su idiosincrasia y de ahí tendrán que salir las soluciones», añade. «En mi pueblo veo en las conserveras una buena iniciativa», comenta.

La huerta de Fresno

«Mejores pimientos que los de mi pueblo, Fresno de la Vega, no los hay. Yo los hago aquí rellenos»

El problema más común es del de la conectividad. «Cuando empecé nuestro negocio se conocía por el boca a boca, hoy todo es online. Si no estás en Booking no existes», dice muy a su pesar, porque ella prefiere (y cultiva) el trato directo con los clientes. Ahora la conexión a internet, «va a manivela». Como sucede en muchos de León, y no solo de montaña, tiene que buscar sitios insospechados en su jardín para hablar por el móvil. «Tenemos conexión por satélite y da igual lo que pagues porque no te llega», apostilla tras la experiencia del confinamiento. Su hija Lia, que estudia en Santiago, se las veía y las deseaba para poder conectar a las clases online en ese periodo.

Elma Andrés salió de Fresno de la Vega con 17 años y, tras pasar un año sabático en el sur, decidió probar la vida urbana en Asturias. «Con dos años de ciudad me bastó», dice sobre su fugaz paso por Oviedo antes de instalarse en el occidente asturiano. Se dedicaba a la artesanía del cuero.

La vida les llevó a plantearse otra actividad económica y, casi sin darse cuenta, se vio siguiendo la tradición familiar. Si por parte materna tiene el antecedente de su abuelo Antonio, por la paterna el bar de Aladino, su padre, remonta sus orígenes a un ventorrillo que abrió el señor Gaspar, abuelo paterno de Elma.

Lengua madre

«Utilizo todas las palabras de mi madre, es algo que no he olvidado aunque salí de allí con 17 años»

De aquel bar, que acabó llamándose Los once (once eran en casa, con nueve hermanos y el matrimonio), hay recuerdos imborrables de la llegada de la televisión. «Recuerdo el bar a tope y con las ventanas abiertas y al otro lado un montón de niños viendo la tele», apunta. Cuando llegó la televisión en color, recuerda que un día vino el técnico a corregirlo porque salían rojos chillones y la gente protestaba; «No quites ese color, que se ve muy bien», decían.

Del bar de Aladino se recuerdan sobre todo las tapas de Lola, la madre de Elma. «Mi madre era una gran cocinera y yo creo que he heredado algo de ella», admite. En Chao de Castro, que da alojamiento, desayuno y cena, el 80% de los productos que se comen salen de la huerta ecológica que cultivan en casa. La tradición hortelana de su pueblo se mantiene en este rincón apartado ideal para desconectar y pasear en la naturaleza.

Un hórreo es la primera vista de Chao de Castro. E. ANDRÉS

«Lo hago yo todo, también los postres y las mermeladas» y entre los platos que ha traído de su casa, los pimientos rellenos son una de las estrellas en temporada. «Mejores pimientos que los de mi pueblo no los hay, aunque yo también cultivo aquí», apunta.

En Semana Santa no falta la limonada en la casa rural Chao de Castro y la morcilla leonesa es otro de los productos que sus visitantes prueban si llegan en la época adecuada. «No tengo carta, ofrezco lo que tengo y también carne de calidad que hay por aquí. Siempre pregunto si hay intolerancias», explica.

De su pueblo recuerda con mucho cariño las salidas al río con su padre a coger cangrejos. «Mi madre ponía la tapa en el bar. Ahora ya ni ahí». Ni cangrejos ni bar. Desde que cerraron el establecimiento le cuesta más volver. Solo regresa en visitas cortas para visitar a su madre. «Mis quintas están fuera. El pueblo, que llegó a tener casi mil habitantes no sé si llegará a 600. La vega la cultivan cuatro familias y los jóvenes prefieren vivir en un piso en Valencia de Don Juan y trabajar en alguna de sus industrias de madera o cerámica, que ser autónomos..., ser autónomo es muy difícil», añade. De aquella vida y de su madre Lola, que ya tiene 94 años, conserva, además de la tradición culinaria, las palabras. Y a los clientes les dice: «A ver si no dejáis recentaderos (sobras) en el plato».

Elma Andrés está un poco desbordada «con el follón que me ha montado Pedro» y dice que a que ella el discurso que le impactó de ese día fue el de la periodista Ana Iris Simón. Se ha sentido identificada «por la condición de mujer, porque no es lo mismo ser hombre que ser mujer en el campo» y también porque, como ella, «estoy enfadada con los políticos y ya no me creo nada».

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