Diario de León

Paula Arteaga Rodríguez

«En la residencia veía el virus en el aire; ha sido durísimo y más tan lejos de casa»

Paula Arteaga Rodríguez trabaja en una residencia de mayores en Bournemouth, el ‘Benidorm’ de Inglaterra. Durante la primera ola en la calle no percibía el miedo que veía en su pueblo, Fresno de la Vega. Fue de las primeras en vacunarse, «pero nos pusieron la segunda pauta a los tres meses». Y el covid entró de lleno en la residencia donde trabaja.

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En la residencia Farway Grange Nursing Home de Bournemouth lograron esquivar el virus en la primera ola de la pandemia. «Antes del lockown (cierre de la actividad o confinamiento en inglés), en el mes de febrero, los dueños de esta cadena dijeron que se cerraba la residencia a visitas. Y cada persona quedó en su habitación», señala la leonesa Paula Arteaga Rodríguez.

Hace diez años que trabaja de forma continuada en el sur de Inglaterra, una zona turística con muchos hoteles y también residencias de mayores y personas con discapacidad. «Alguien me comentó lo de ser care, cuidadora, y es una profesión muy dura, durísima, pero te da muchas satisfacciones. La gente piensa que solo lavamos, como dicen allí, el personal care o aseo personal. Y, eso,por supuesto que lo hacemos. Pero es mucho más»,

En casi dos años de pandemia ha vivido la angustia de estar lejos de casa, infectarse y sufrir un desgaste psicológico tan grande que tuvo que recurrir por primera vez en su vida a tratamiento farmacológico.

"Lo más grande que me han dicho después de recibir el premio (mejor trabajadora en residencias en Bornemouth) es que tengo alma de ‘care’ (cuidadora). Vivimos una crisis absoluta y si había que limpiar, limpiaba; si faltaba gente en cocina, cocinaba»

Pero 2021 se cierra para esta fresnerina con la satisfacción de haber sido nombrada la mejor trabajadora de residencias en Bournemouth junto a un elenco de profesionales del sector de otras especialidades. Se siente orgullosa y muy reconocida. «Lo más grande que me han dicho —la mujer de la casa donde vivo— es que tengo alma de care (cuidadora)».

«No tuvimos positivos en el primer lockdown, pero para los mayores fue terrible. No podían entender porque no estaban viendo el virus en el aire, con las puertas cerradas y nosotras entrábamos con mascarillas, pantalla y equipo de protección».

Fue una sensación de congoja. Se dio cuenta de que ya no podría volver en Semana Santa a su pueblo, Fresno de la Vega, y de que tampoco podría procesionar en Mares Santo con el Perdón, cofradía de la que es hermana como sus sobrinos. «Eso me partió. Salir por todo el Barrio Húmedo pujando a la virgen de la Paz hasta llegar a la Catedral con Luna llana es una sensación increíble».

"No tuve apenas síntomas, pero el encierro en la habitación durante 14 días y estar tan lejos de casa, junto a lo vivido en la residencia me partió. Ha sido un desgaste psíquico muy grande. Nunca hasta ahora había tenido que tomar pastillas"

Con la incertidumbre de la pandemia, «pensaba que si me ocurría algo iba a morir sola, lejos de mi familia, yo que soy tan familiar, la tía soltera para la que mis sobrinos son mis niños... Me refugié en el trabajo y en dar cariño a mis abuelitos». No se imaginaba lo que iba a llegar al año siguiente. ni la factura psíquica que iba a pagar. «Yo que nunca había tomado pastillas, me derrumbé...».

«La segunda ola nos arrebató. Hubo 20 positivos, entre ellos yo, y una compañera falleció. «Entraba en la residencia y veía los virus en el aire, como los niños. Y me contagié. No tuve síntomas, tenía puesta la primera pauta de la vacuna», explica. Sintió un peso enorme por vivir con una familia inglesa. «No te preocupes Paula», fue lo primero que le dijo la señora Bloom, Todos le brindaron su cariño y apoyo, al igual que el grupo de españoles y latinos que son su pequeña familia en el extranjero. «No te sientes sola porque tienes tu pequeña familia inglesa, tanto la familia como las amistades. Pero hay muchos momentos de soledad, sobre todo cuando estás encerrada en la habitación», confiesa.

La muerte de su compañera fue un golpe duro. «Había estado con ella en el turno de noche», señala. También fallecieron ancianos en la residencia. Desde su puesto como cuidadora hizo de todo a lo largo de la pandemia y todavía ahora, cuando su misión es hacer actividades de ocio realiza trabajos de ‘care’ cuando falta alguien «porque me encanta vestirles, maquillarles, ponerles los collares...».

Paula recuerda que fue de las últimas en dar positivo. «Toda la casa estaba cerrada, nosotras parecíamos extraterrestres, rodeadas de plástico por todos los lados y viví la impotencia de no saber a lo que nos estábamos enfrentando. Nadie sabíamos lo que era y una compañera murió»,

Fue un shock. «Allí nos hacemos el test tres veces a la semana: una PCR y dos antígenos. Hay que escanear en la página del Gobierno todos los resultados».

La leonesa ha vivido en primera persona las enormes diferencias en la gestión de la pandemia entre Reino Unido y España. Desde el lockdown hasta el proceso de vacunación. El Gobierno británico fue el primero en vacunar a primeros de diciembre el año pasado.

Paula no dudó ni un momento, algo que no es corriente en el país británico cuyas cotas de vacunación se encuentran en un 56,1% de personas de más de 12 años con una dosis, frente a más del 90% de España. «Inglaterra es un país que se vende muy bien. Fueron los primeros en vacunar, pero nos pusieron la segunda pauta a los tres meses», frente a los 21 días que tiene establecido España para la misma marca, Pfizer. «Aunque su vacuna es la Astra Zeneca, como hubo aquel conflicto pararon y tuve la suerte de que me vacunaran con Pfizer, que era la que yo quería».

Le pusieron la segunda dosis a los tres meses, después de haber dado positivo y acaban de ponerle la tercera dosis. El personal de cuidados (healthcare), no así el sanitario de hospitales, está obligado a vacunarse para poder trabajar, debido a la envergadura del negacionismo. «Muchas personas prefieren perder el trabajo antes que vacunarse», asegura.

Cuando el covid entró en la residencia fue el peor momento.. «A los trabajadores sanitarios les aplaudían todas la tardes. Boris Jonhson dijo que había que salvar el NHS (National Health Service)», pero nosotros (residencias que atienden a mayores, personas con enfermedades mentales u otras discapacidad) estuvimos olvidados. Y «fue durísimo».

«Tuve mi arco iris porque me envió un dibujo mi sobrina. Pero estábamos trabajando que no podíamos más, me imagino que igual que aquí, y todo eran palos», se queja. «Yo, que salía de una casa de muerte y no sabía si era positiva, iba en la bicicleta y con mi identificación colgando, veía a la gente va por la calle sin mascarillas e incluso haciendo picnic en los parques», explica. «El Gobierno dice que la gente es responsable y no pone normas como en España y ahora que yo la sigo usando a veces me paran y me dicen que está prohibido llevar mascarilla, porque yo la sigo usando», añade.

Con el primer lockdown la gente fue al teletrabajo y la escuela en casa, como en España, pero no había la sensación de miedo que se había en España, con el Ejército en la calle y todo vacío. «Yo sentí el miedo cuando vine a España, pero creo que también eso ha influido en que el pico, en Inglaterra, no ha parado. Es otra manera de llevar una pandemia, pero se les está haciendo grande», comenta.

Las muertes y los contagios se sucedieron en el verano de 2021 y no ha habido ningún escándalo. «Las muertes en cadena las hubo en todos los sitios. Pero allí no había sensación de miedo», señala. Lo compara con la escasa difusión que tuvo los atentado islamista de Londres en comparación con los de París y Madrid, que han quedado en el imaginario colectivo. «Del atentado de Londres en el metro no se vieron imágenes. He visto una carpa. Desde que vivo fuera cada vez presumo más de España y de la cultura que tenemos. Allí cuando digo que una reina inglesa queridísima, Catalina, era española, todo el mundo me mira espantado porque no lo saben. Eso sí, su pregunta del millón es por qué no fuimos a la primera y segunda guerra mundial...».

«Ahora (mediados de diciembree) quiere poner otro lockdown, pero las fábricas no van a cerrar más porque ya no se puede económicamente», añade. Reino Unido está en pleno Brexit, con la obligación de pagar aranceles a todo lo que entra y es un país que produce poco y muy dependiente de las importaciones de productos incluso básicos como frutas y verduras. «En la calle se ven cada vez más homeless -sin techo- es impresionante. Gente muy joven y precisamente no son los extranjeros, son los ingleses», lamenta,

«Los españoles podríamos vivir de beneficios (ayudas sociales) pero para nosotros, pudiendo trabajar, es como vivir de limosna. Quizá yo lo veo así porque soy de Fresno... Los beneficios están y tienen que estar por algo, pero no podría vivir en Inglaterra sin trabajar», apostilla.

Durante el puente de diciembre, Paula pudo volver a España pese a los duros controles. El viaje fue precedido por una gran noticia que le convirtió en protagonista de las páginas del periódico local. Fue galardonada con el premio Home Care Worker of The Year el Daily Echo Proud to Care Awards in Association with BCP Council de Bornemouth.

En la plaza de Fresno de la Vega, con la estatua al hortelano de frente y la torre de la iglesia a su espalda, saca el periódico en el que aparecen todas las personas premiadas. «Están los de paliativos, los que van a las casas, de atención a síndrome de Down, salud mental... todos los care». «Que te nominen la mejor del año, en el año de la pandemia es una gran satisfacción...».

No sabe quién la nominó, pero está segura de que es «alguien que me conoce». La reseña periodística refleja su espíritu de trabajo, su carácter y la entrega. El premio se lo tuvieron que entregar a la puerta de la residencia por la situación pandémica. «Cuando me llamó el jefe de Londres le dije que deberíamos de estar todos porque todos nos hemos dejado la piel todos. «Pero tenía que ser una y eres tú y pìensa que hay miles trabajando en residencias en Bornemouth».

Lo más grande que le han dicho y que más le ha llegado al corazón fueron las palabras de la señora Bloom: «Me dijo que yo tenía alma de ‘care’». El «arranque y el genio español» cree que son uno de sus valores: «Yo no soy de la limpieza, soy cuidadora, y lo normal es que dijera que no hacía ese trabajo. Pero no podía entrar nadie de fuera. Fue una situación límite y los españoles somos así. Si no había un chef pues nos ponemos a cocinar entre todos. Es que fue una crisis absoluta».

Acabó tocada psíquicamente. Su jefa le ofreció pasar a actividades de ocio como nursey home. Son personas que están al final de la vida. Ni siquiera pueden usar unas tijeras, pero Paula Arteaga les implica lo más posible: «Pegamos los adornos del árbol con stickers y les acercaba para que pudieran poner su bolita», En un país donde hasta las amistades son negocio, business, —alega— «nosotros somos más de corazón».

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