Diario de León

PAYASOS SIN FRONTERAS

Risas de narices

El apoyo de los leoneses a la última gala de Payasos sin Fronteras permitió a una 'trupe' de 4 artista, entre ellos el leonés Nacho Morán, llenas de risas los campos de refugiados de Etiopía

León

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La gala que este año organizó Payasos sin Fronteras en León ha permitido a una troupe de cuatro artistas, entre ellos el leonés Nacho Morán, llenar de payasadas los campos de refugiados de Etiopía, donde viven casi 300.00 personas. Los 1.544 euros recaudados en el espectáculo celebrado en el Teatro San Francisco el pasado mes de abril, con el aforo completo y la asistencia de 248 personas, sirvieron pagar el transporte interno de la expedición a Etiopía, con vuelos del norte del país a Melkadida, un campo de refugiados en el sur, cerca de la frontera con Somalia y Kenia. Allí les esperaban casi 9.000 personas para asistir a las actuaciones (dos al día) del 7 al 23 de junio. «Somalia está en guerra desde hace 24 años y las personas que están allí refugiadas, que huyen de la guerra, necesitan un poco de distracción», asegura Nacho Morán, ingeniero aeronáutico que aposta por la «comunicación basada en el juego, más allá de las máscaras que todos nos ponemos todos los días».

Pero los artistas de Payasos sin Fronteras no están para bromas. Su misión es mejorar el estado de ánimo de los niños las niñas de las zonas en conflicto y para ello superan también miedo personales. De hecho, los artistas acuden a los espectáculos con grandes medidas de seguridad, protegidos por Acnur. Nacho Morán, Silvia Arriscado, Pepo Rueda y Luigi Muñoz llevaron su espectáculo a la zona más caliente del éxodo de Somalia y Eritrea. Van protegidos y custodiados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas, que les facilita el traslado. Su misión es humanitaria, como la que hicieron el año pasado a Ucrania, país por el que se trasladaron en coches blindados. «En las actuaciones siempre hay un perímetro de seguridad. A los niños y niñas se les cachea antes de entrar. Dos de las actuaciones tuvimos que cortarlas antes de tiempo. Había riesgo de avalancha, en algunos espectáculos había 1.200 personas metidas en un recito del tamaño de una cancha de baloncesto». Aunque los cómicos desplieguen sus mejores sonrisas, malabares, golpes, caídas, trucos de magia y gansadas varias para que el público se traslade, durante unos minutos, a otra realidad. El objetivo de Payasos sin Fronteras es mejorar la salud emocional de los niños y las niñas que viven situaciones límite, como son las guerras.

Niños y niñas refugiados en Etiopía. ARIADNE FYPRIAD / MSF  

La mitad de la población en Somalia (6,2 millones de personas) necesita asistencia humanitaria. Eritrea se considera como uno de los países más represivos del mundo. Según datos de la ONU, alrededor de 3.000 personas tratan de huir cada mes del país. Todas se refugian en Etiopía.  

Proyectos de cooperativas  

La Agencia Etíope de Apoyo al Refugiado y la ONU trabajan para poner en marcha proyectos de cooperativas para que las comunidades de refugiados formen parte de la población etíope, «que no sea una estancia temporal», explica Morán. «El programa busca una comunidad sostenible, con apoyos de microcréditos para que se formen cooperativas de energía sostenible, de madera, alimentación. Así se están organizando. El objetivo es que dentro de diez años ya no sean campos de refugiados, porque no están separados por vallas, sino una comunidad más».  

Pero la risa es el lenguaje universal. «A todos los niños les hacen gracia las mismas cosas», destaca Morán. Pero también hay diferencias.  

Diferencias  

«En los campos de refugiados del norte de Etiopía, en la frontera con Eritrea, la población es cristiana ortodoxa. Los niños y las niñas no están segregados, son más libres. Cuando acaba la función las niñas se acercan y te tocan la nariz, juegan más. En el sur, cerca de Somalia, domina un islán bastante retrógado. Desde un punto de vista de un observador, porque quién somos nosotros para juzgar, choca que a las niñas casi recién nacidas les pongan ya la yihab y la segregación es grande. Aquí las niñas no se acercan y nosotros tampoco podíamos acercarnos a las niñas, solo Silvia, la payasa que viene con nosotros, podía acercarse».  

En el norte o en el sur las acrobacias, las caídas y las torpezas hacen reír a los niños y a las niñas por igual. «Pero en esta zona del sur, había figuras de transición que causaba más sorpresa. Por ejemplo, cuando yo estoy tumbado y Silvia se sienta sobre mis pies. En este punto la carcajada fue global, una carcajada que no te esperas».

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