Diario de León

Gabi | refugiado sirio

«En Siria corría peligro por no hacer el servicio militar y ser homosexual»

En 2011 la primavera árabe desembocó en una guerra en Siria. Más de seis millones y medio de personas han salido del país como refugiadas desde entonces. Otras 6,7 millones se han desplazado por el conflicto. El conflicto ha traído a León a muchas personas. Actualmente residen 124 con nacionalidad siria, sobre las 14 censadas en 2011. Gabi llegó en 2019. Huyó del servicio militar, la guerra y la persecución por ser gay

Gabi llegó a León en el verano de 2019 a través de Acnur y del programa de
Proteción Internacional y Acogida de la Obra Hospitalaria de San Juan de Dios.     FERNANDO OTERO

Gabi llegó a León en el verano de 2019 a través de Acnur y del programa de Proteción Internacional y Acogida de la Obra Hospitalaria de San Juan de Dios. FERNANDO OTERO

León

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La guerra que echó a Gabi de Siria empezó mucho antes de que, en 2011, la ‘primavera árabe’, protestas antigubernamentales, desembocara en un conflicto que aún perdura. La guerra que ha convertido a Gabi en una persona refugiada comenzó en su propia casa. O mejor dicho, en la casa de su padre y sus medio hermanos.

Gabi es hijo de una mujer cristiana y un hombre musulmán que nunca llegaron a casarse y su filiación se asignó a la otra familia de su padre, casado con una musulmana. Pero siempre vivió con su madre real hasta que ella falleció. «Mi padre no me enseñó nada»,

En la ‘otra’ familia no tenían noticia de su existencia hasta que falleció el padre y Gabi se convierte en uno de los herederos. Como no quieren cederle su parte, le chantajean para obligarle a firmar la renuncia. Usaron las peores armas para conseguirlo. Denunciarle a la policía por ser homosexual.

«Al venir a España no estoy buscando dinero sino una vida estable, sin miedo, que pueda vivir como quiero y sin molestar a los demás. Vivo como mi madre, ella era una persona muy fuerte»

«No querían tener contacto conmigo y me culparon por ser gay. Sólo querían una firma, firmé y me fui. Lo más importante era mi libertad», comenta en una cafetería del barrio de El Crucero a la que acude con el expediente de persona refugiada de Acnur, la agencia de Naciones Unidas. Los motivos por los que Gabi —su nombre de siempre, aunque no es el real— ha sido acogido en España como refugiado son políticos, por la situación del país, de opinión porque huyó de Siria a Líbano para no prestar el servicio militar y luchar en la guerra y por su orientación sexual.

Su vida en Latakia, la ciudad siria donde vivía, se repartía entre los estudios para traductor-intérprete en la Escuela de Arte y los trabajos en la hostelería para ganarse la vida. La matrícula le costaba mil dólares al año, pero era su salvoconducto para no incorporarse al servicio militar e ir a la guerra. En Siria la mili es obligatoria para todos los varones de 18 años en adelante y voluntario para las mujeres. Las deserciones masivas y los cientos de miles de insumisos atraviesan los años de la guerra.

«Entregué la medalla de oro y la cruz que llevaba en el cuello, que me dejó mi madre, para librarme de un ataque de un civil que me quería denunciar a la policía por ser homosexual»

Latakia es una ciudad siria costera, situada al norte de Líbano. Antes de la guerra, tenía medio millón de habitantes y era una ciudad muy mestiza, donde convivían alauíes, cristianos y musulmanes suníes. Con la guerra, que ha expulsado del país y convertido a más de 5,5 millones de sirios en refugiados y ha desplazado a numerosas poblaciones (6,7 millones de personas desplazadas internas, según Acnur), la vida en Latakia se complicó. En principio fue una ciudad más ‘tranquila’ en el contexto bélico y muchas personas se desplazaron de otras ciudades a refugiarse de las bombas y los combates. La vida se encareció y para Gabi se hizo imposible sobrevivir. El coste de una habitación en un quinto piso pasó de 4.000 a 14.000 liras. Trabajaba sin descanso.

A la asfixia económica se sumaba la inseguridad. «A medida que la guerra se intensifica en Siria, las personas con actitudes negativas a las personas LGTBI aumentan y comenzaron a atacarlas», recoge el expediente de Acnur. Gabi vivió uno de estos episodios cuando en cierta ocasión quedó con un hombre. Resultó ser una trampa y estuvo a punto de caer en manos de la policía. Le salvó la cadena de oro con la cruz que había heredado de su madre. «Coge esto y déjame», le dijo al hombre cuando vio que era su única posibilidad de salvarse de aquel ataque.

En Latakia todo el mundo sabe que en la Western Cornish se dan cita las personas homosexuales para entablar relaciones. Hasta la guerra era tolerado, aunque lo viven de forma oculta en su entorno familiar y social de origen. Con la guerra, en las zonas controladas por el estado islámico se ha llegado a ejecutar a personas acusadas de sodomía. En otras zonas está penado con hasta tres años de cárcel. Latakia se hizo una ciudad más insegura. Los enfrentamientos de las fuerzas opositoras al gobierno desencadenan bombardeos en la ciudad y poblaciones de alrededor. Gabi está a punto de graduarse pero en cuanto termine ya no le quedan más oportunidades de pedir prórrogas para evitar el servicio militar. Tendría que unirse al ejército y participar en la guerra de Siria.

El 7 de julio de 2014, antes de graduarse, sale de Latakia rumbo a Beirut, la capital de Líbano. En el país vecino residen más de un millón de refugiados sirios, casi una cuarta parte de las personas desplazadas por la guerra. Gabi tiene amistades allí y es el mejor sitio al que puede ir para escapar del peligro en Siria. «Pero en 2015 el gobierno de Líbano obliga a sacar una visa para poder permanecer allí, que cuesta 300 dólares», explica Gabi.

Empieza a pensar en buscar otro refugio. El 6 de enero de 2016 sale en un barco de Trípoli hasta el puerto de Mersín, en Turquía, con su pasaporte. «Teme regresar a Siria y ser arrestado porque no cumplir el servicio militar», como consta en el expediente que realizó Acnur sobre su caso. Salió de Líbano a Turquía el último día en que se pudo entrar en el país sin visado.

Saca el billete y viaja durante unas doce horas en el barco hasta Mersin. Luego llega a Antioquía, una ciudad árabe donde no puede llevar pendientes ni atarse el pelo y menos aún sentirse libre como persona homosexual. No puede moverse sin permiso a ninguna otra ciudad. Turquía es el país que más refugiados de Siria ha acogido desde 2011. Más de 3,6 millones figuran en los registros a día de hoy.

En Turquía entra en contacto con Acnur en junio de 2017 y su expediente se empieza a mover. La primera opción era ir a Reino Unido, pero la entrevista se retrasaba más de un año para evaluar su entrada en el país como persona refugiada. «En Turquía no corría peligro, pero había racismo», añade.

Casi dos años después, de entrar en el programa de Acnur en Turquía, el 12 de abril de 2019, consigue el estatuto de refugiado en España. El 30 de julio de 2019 salió de Estambul en un avión con otras personas refugiadas. En el aeropuerto de Adolfo Suárez de Madrid fue recibido por personal del Gobierno y el mismo día fue trasladado a León dentro del programa de Protección Internacional de la Obra Hospitalaria San Juan de Dios, que se abrió el 1 de enero de ese año en León.

Pero su corazón quedó repartido entre Estambul y León. Su pareja no pudo viajar con él. Durante un año y medio, Gabi permaneció en el programa de San Juan de Dios. En la primera fase de este programa, durante seis meses, cubre las necesidades básicas de alojamiento, manutención y otros servicios básicos. En la segunda fase, de 12 meses, se desarrolla la autonomía para la inserción sociolaboral. La asistencia psicológica, aprendizaje del idioma y otras actividades transversales completan la atención.

Después de un viaje tan largo, con tantas paradas e incertidumbre disfruta de un final de trayecto feliz. Ahora, con un trabajo a tiempo parcial en el sector de hostelería, vive por su cuenta en un piso de alquiler. Durante este tiempo su única preocupación ha sido poder reagruparse con su pareja. «Hablé con un abogado, pero como no podemos casarnos porque no está permitido allí, se demoró durante mucho tiempo», explica.

Hace un mes, durante las vacaciones de su trabajo, viajó a Estambul y pudieron arreglar los papeles para volver juntos a España. «Aquí termina mi historia», dice con una sonrisa. A Siria no piensa volver. «No puedo ni quiero volver. Temo sufrir daños», apunta. «En mi vida hay muchas guerras. La de la familia, la de la religión, la del Gobierno... En Siria me persiguen por ser homosexual, en Beirut porque soy de Siria, en Turquía porque soy extranjero... En León no me siento nada mal. He sido bien tratado por la fundación y nadie me ha puesto problemas», explica.

A quienes no comprenden por qué hay personas como Gabi que tienen que dejar su país para sobrevir, este joven de 32 años lanza una reflexión: «Nadie puede juzgarnos como buenas o malas personas sin conocernos y no puedes imaginar que una persona sale de su país porque quiere. ¿Quién quiere dejar su casa, su familia y venir a otro país con otro idioma, con otra cultura diferente...?». «No estoy buscando dinero (se refiere a subvenciones) sino una vida estable, sin miedo, que pueda vivir como quiero y sin molestar a nadie», añade.

El espíritu libre de su madre, que soportó ser repudiada por la familia por emparejarse con un musulmán, que le crió sin poder casarse, corre por sus venas. «Vivo como ella, era una persona muy fuerte».

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