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La superviviente de la matanza de Atocha que había nacido en León

Un triángulo trágico de amor y lucha antifranquista

Dolores González Ruiz, hija de una familia bien que recaló en León con la tienda de La Perla, perdió a su novio Enrique Ruano en 1969 durante la detención que sufrieron en la DGS de Puerta del Sol. El 24 de enero de 1977 su marido, Javier Sauquillo, caía abatido en la ‘matanza de Atocha’, atentado a un despacho laboralista de la ultraderecha que aceleró la Transición y paró la vida de Lola.

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Dolores González Ruiz (León. 1946-Madrid 2015) representa las pérdidas que se cobraron la lucha antifranquista y la Transición. Nació en León el 19 de octubre de 1946 y aquí vivió hasta que la familia decide trasladarse a Madrid cuando ella cumplió los 11 años. Su padre regentó durante unos años la tienda La Perla, que el abuelo paterno de Lola, Dídimo, había fundado en al calle La Rúa. Un exitoso comercio con establecimientos en Madrid, Zamora y León. La familia materna procedía de Santander y la paterna de Zamora.

Educada en colegios religiosos, Lola llamaba la atención en los veraneos cántabrosTodo porque solía ir con un libro a la playa. Le gustaba leer, el cine y la música. Se le daban bien el latín y el griego y era la que mejor dominaba el francés.

Era una chica bien del franquismo. Como muchas jóvenes de su generación llegó a la universidad aunque se desconoce por qué eligió la carrera de Derecho. Y fue en la etapa universitaria donde da el salto del compromiso social-religioso que ya había tenido en la institución teresiana donde estudió a la militancia política antifranquista en el FLP, Frente de Liberación Popular, conocido como Felipe .

Mañana hace cinco años que murió. La encontraron tendida en la cama y a su compañero en el pasillo

El amor y la desgracia llegaron casi de la mano a la vida de Lola. Un joven graduado en Derecho y Administración de Empresas por la Universidad Autónoma de Madrid quedó impactado por la figura de Dolores González cuando un día de enero de 2016 le habló de ella el director del colegio mayor Chaminade. Javier Padilla se puso a tirar del hilo y un buen día llevó a Tusquets el original A finales de enero. La historia de amor más trágica de la Transición . El libro ganó el premio Comillas y esta semana, con motivo del 43 aniversario de la matanza de Atocha, recaló en León.

Mañana hace cinco años que Lola «se dejó morir». A finales de enero. Dos días y 38 años después que su marido, Javier Sauquillo, uno de los abogados laboralistas que perecieron en el atentado de la ultraderecha a un despacho de abogados laboralistas de la calle Atocha, 55 el 24 de enero de 1977. Los terroristas de la ultraderecha, ligados a Fuerza Nueva y a las fuerzas parapoliciales, mataron también a los abogados Enrique Valdelvira Ibáñez y Luis Javier Benavides Orgaz, al estudiante de Derecho Serafín Holgado y al administrativo Ángel Rodríguez Leal. Resultaron gravemente heridos Miguel Sarabia Gil, Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell (el único superviviente), Luis Ramos Pardo y Dolores González. Era el despacho laboralista que dirigía Manuela Carmena. Aquella tarde acababan de celebrar una reunión con obreros del transporte urbano.

El cuerpo de Javier, herido de muerte, cayó sobre Lola aquella trágica tarde de enero cuando un hombre entró en el despacho y disparó a bocajarro al grito de «¡miradme a la cara!». Al día siguiente moriría. Ella saldría del hospital semanas después tras pasar por el quirófano. Las secuelas del atentado, la pérdida de su marido y compañero de lucha, marcaron su vida hasta que falleció el 27 de enero de 2015 en Madrid.

Las tragedias de Dolores González Ruiz ocurrieron en enero. El 17 de enero de 1969, pocos meses después de iniciar la relación de noviazgo con Enrique Ruano y cuando ya hablaban de matrimonio, la pareja, junto con José Bailo fueron detenidos acusados de repartir propaganda en la plaza de Castilla. «No está ni siquiera claro que ellos repartieran octavillas, pues tanto ella como Bailo lo han negado», apostilla Padilla.Eran días agitados en la universidad. En Barcelona los estudiantes habían expulsado a un profesor de la Facultad de Económicas y ocuparon la cátedra de Medicina. Se quemó una bandera de España y se derribó un busto de Franco en el rectorado y «en Madrid se ocupó la Escuela Técnica Superior de Ingeniería e Industriales y la policía intervino para frenar a los estudiantes», señala Padilla en el libro.

El escritor hace un minucioso relato de los acontecimientos que hicieron historia en España y marcaron la vida de Lola y su entorno abarca desde los años 60 hastala muerte de Lola González en 2015. Le atrajo el personaje porque «había vivido acontecimientos interesantes, aunque trágicos, del tardofranquismo y la Transición», explica.

Alrededor de la vida de Lola y de la lucha antifranquista se construye un relato político-social y vital en el que desfilan numerosos personajes. Hasta la hermana ‘roja’ y feminista de Manuel Fraga Iribarne, ministro con Franco y fundador de AP con la democracia, tiene un hueco. Ana Fraga había acogido en su casa a la pareja vasca, Ángel Artola y Loli Latierro, y vivían en un piso de la calle General Mola (Príncipe de Vergara) del que Lola tenía unas llaves en el bolso en el momento de la detención.

La policía trató de sonsacarle el lugar al que pertenecían las llaves. Pero Lola pospuso la confesión hasta que estuvo segura de que Ángel y Loli, vinculados a la izquierda vasca y él antiguo militante de ETA, ya no estaban allí. Finalmente, la policía decidió llevar a Enrique y no a ella al registro de la vivienda. Nunca más volvieron a verle. Según la versión oficial del franquismo, el joven militante del FLP se arrojó por la ventana de un patio de luces desde el séptimo piso tras zafarse de la policía cuando supuestamente le quitaron las esposas para que firmara la diligencia del registro.

"Lola nunca quiso ser protagonista de nada. Sus momentos de celebridad los marcaron desgracias"

El minucioso relato de Javier Padilla aporta novedades significativas como el expediente de Enrique Ruano, que sale a la luz por primera vez. La versión del suicidio se sustentó en la declaración de los tres policías, el portero de la finca y su hermana que, cuando se reabrió el caso en 1989, incurrieron en groseras contradicciones. Padilla encuentra «concomitancias sorprendentes» entre el caso de Julián Grimau, ‘suicidado’ en la Dirección General de Seguridad en 1963, y la muerte de Enrique Ruano. Se rescata el sumario del juicio que concluyó en 1996 con una sentencia en la que solo el voto particular de una magistrada avala la tesis del asesinato, pero no se acepta el suicidio como posible.

A Dolores González le quedó el pesar y arrastró la culpa de no haber sido ella a quien llevaran a aquel registro. En plena depresión tuvo que ir a declarar y sería a finales de 1970 cuando el TOP (Tribunal de Orden Público) la declarara inocente de los cargos que le habían imputado.

Poco después se casó con Francisco Javier Sauquillo, amigo, compañero de militancia y hasta cierto punto competidor de Enrique Ruano. Al parecer se disputaban el mayor conocimiento de los principios marxistas. Enrique se había quejado de gestos de desprecio de Javier, pero siempre mantuvieron la amistad. Su militancia se ligó al PCE.

Se desconoce si también compitieron por la novia. Según el testimonio de una amiga de Lola, una foto de Enrique, la que se había tomado cinco días antes de su muerte para la mili, presidió el dormitorio del matrimonio. Después vino lo de Atocha. Y la vida de Lola se paró mientras la Transición avanzaba. El 27 de enero de 2015 se detuvo su corazón dos veces roto. Dicen que se dejó morir de inanición. La encontraron el 30 de enero tendida en la cama. En el pasillo yacía José María, su compañero, que convivió con ella, rodeados de los retratos de Ruano y Sauquillo.

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