Diario de León

Entre virus y bombas

Los conflictos de Siria y Yemen, la falta de alimentos en el Sahel, el terrorismo en el Chad, la inseguridad alimentaria del sur de África... la pandemia agrava las crisis humanitarias

Menores de Johannesburgo esperan comida del plan de la ONG ‘El hambre no tiene religión’.  KIM LUDBROOK

Menores de Johannesburgo esperan comida del plan de la ONG ‘El hambre no tiene religión’. KIM LUDBROOK

Publicado por
Noemí Jabois
León

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Los conflictos de Siria y Yemen, la falta de alimentos en el Sahel central, el terrorismo en la cuenca del Chad, la inseguridad alimentaria del sur de África. La pandemia ha agravado las crisis humanitarias más acuciantes del Planeta, pero más por culpa de las medidas de contención y el desvío de recursos que por el propio virus.

Más desplazados. Más hambre. Conflictos políticos más intensos. Extremos climáticos cada vez más prominentes. Brotes de enfermedades en aumento en un segundo plano. Ni las guerras, ni la falta de alimentos ni ninguna otra lacra entienden de crisis sanitarias y este año han seguido su curso ajenas a la covid-19.

Sobre esas aguas cenagosas cayó el rayo de la pandemia. A finales de 2019, la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha) estimaba que en 2020 unos 168 millones de personas necesitarían ayuda humanitaria y requería unos 29.000 millones de dólares para llegar a 109 millones de ellas.

Doce meses y una pandemia después, el Panorama Global Humanitario 2021 de la Ocha reveló que las necesidades del año habían aumentado a 39.000 millones de dólares para prestar asistencia a 265 millones de 441 millones de personas en necesidad.

El director interino de Agenda Humanitaria en el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, en inglés), Jacob Kurtzer, alerta de que estamos en una «intersección entre más necesidad y menos nivel de financiación», ya que los donantes y gobiernos enfrentan dificultades económicas.

Más necesidades

A pesar de que este año ha habido importantes contribuciones, las necesidades han aumentado tanto que la Ocha ha registrado una diferencia entre éstas y la financiación lograda «mayor que nunca: 22.000 millones» de dólares, de acuerdo con el Panorama Global Humanitario 2021.

«Mucha de la acción humanitaria depende de las cadenas de suministros globales, de modo que la interrupción en las cadenas de abastecimiento y la priorización de materiales relacionados con la covid-19 afectó a la capacidad de llevar a cabo los trabajos en curso», agrega el experto a Efe.

La pandemia ha supuesto un revés a la propia actividad humanitaria, cuyo ciclo natural empieza en la estabilización y camina hacia el alivio y la recuperación. Sin embargo, en muchos casos está resultando difícil mantenerse en las fases avanzadas, ya que «seguimos en medio de una crisis».

Y, por supuesto, los confinamientos y cierres de fronteras han hecho mella en las economías más empobrecidas y endeudadas.

En las zonas de conflicto, la situación es más compleja si cabe y el virus se convierte en parte de la contienda, con las partes enfrentadas acusándose de su propagación o de la mala gestión de los recursos disponibles.

En Siria, casi una década de guerra ha devastado el sistema sanitario y se teme que el número de casos sea inmensamente superior al reportado, tanto en las áreas controladas por el Gobierno como en el último bastión opositor del país, la noroccidental Idlib.

«Los ataques aéreos contra instalaciones médicas y sanitarias por parte del Gobierno de (Bachar al) Asad y sus partidarios son un crimen de guerra devastador porque no sólo tienes que lidiar con el impacto inmediato, sino que minas la capacidad de enfrentar asuntos sanitarios básicos», afirma Kurtzer.

Además, el pasado enero se suspendió la entrada de ayuda humanitaria a Idlib por un paso fronterizo y seis meses más tarde el Consejo de Seguridad de la ONU no renovó la autorización para utilizar un segundo cruce debido al veto de Pekín y Moscú, principal aliado de Damasco.

De esta forma, las ONG y agencias humanitarias se encuentran en una encrucijada, con un solo paso fronterizo para llegar a las áreas del norte del país que escapan al control del Gobierno y un número limitado de camiones que cruzan cada día.

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