Diario de León

500 años de procesiones en León (1521–2021)

Publicado por
Gonzalo González Cayón, Leonés y Papón
León

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En esta ciudad, Corte de Reyes, se ha ido escribiendo la historia día a día, con tiempos más o menos positivos para su devenir o con fechas negativas en cuanto lo que los documentos alusivos nos manifiestan.

Esta noticia que vamos a relatar, en principio nos lleva a una guerra, casi civil, pero con un dato revelador en cuanto al hecho relatado, como arranque del procesiones de Semana Santa en la ciudad de León

Nos remontamos al siglo XVI, concretamente al año de 1521, en el que se estaba desarrollando la definida como Guerra de las Comunidades, entre los realistas imperiales de Carlos I de España y V de Alemania, y los comuneros, movimiento contrario a que el monarca dejara en manos de los flamencos su gobierno, siendo León un territorio de intensa actividad en esta refriega armada y especialmente entre dos linajudas familias leonesas, los Quiñones (Condes de Luna) en la persona de Francisco Fernández de Quiñones y los Guzmanes (Marqueses de Toral), representada por Ramiro Núñez de Guzmán, descendiente del gran Alonso Pérez de Guzmán («El Bueno»).

Y así, enconada la contienda, va a tener lugar un hecho en nuestra Catedral que quedará escrito, hoy por hoy, como la reseña más antigua del relato de una procesión en la Semana Santa de la capital.

Era el Jueves Santo de 1521, en concreto el dia 28 de marzo de aquellas calendas, ( Historia de los Comuneros , Eloy Díaz-Jimenez), se estaba desarrollando por las calles, una procesión de «disciplinantes», llamados así porque ellos mismos, de forma pública por las calles y plazas, se flagelaban con cilicios y látigos, llevando colgado un cordón al cuello como Cristo. Además en estos cortejos de manifestaciones de fe, los expresados como hermanos de disciplina ó de sangre, iban acompañados por «confrades» de luz ó cera (con cirios) y de penitencia (con cruces arrastradas).

A modo de referencia histórica y también dentro del antiguo territorio del Reino de León hay en la actualidad dos poblaciones en las que se mantienen aún reminiscencias de este tipo de penitencias públicas, muy primitivas, durante la Semana Santa, aunque ya el Concilio de Trento las suprimió en 1545.

En Extremadura, en Valverde de la Vera, se escenifica la procesión de los «empalaos», penitentes que llevan un madero atado fuertemente a los brazos y al torso, con una soga, con un velo en la cara y una corona de grandes espinas clavada en la cabeza, que evidentemente la produce derramamiento de sangre. También llevan un sudario y un faldón blancos.

En un pequeño pueblo de La Rioja, denominado San Vicente de la Sonsierra, «los picaos» mantienen desde hace siglos la tradición de azotarse públicamente por las calles del pueblo. Encapuchados y vestidos de blanco, con las espaldas al aire, se flagelan de forma continuada, con látigos de esparto, produciéndose profundas heridas con sangre.

Volviendo al hecho que nos ocupa en León, la comitiva de penitentes se encontraba en estación de penitencia en el templo catedralicio, según el relato escrito «en acabándose de decir la tinieblas e saliendo del coro de dicha iglesia, (…) pospuesto el temor de Dios e con desacatamiento del Santísimo Sacramento en cuya presencia estaban».

En el propio Cabildo de la Catedral, que se había manifestado por mayoría a favor de las Comunidades, pero había dos bravos canónigos del lado imperial, Diego de Valderas, que llevaba coraza debajo de los hábitos y el «peleón» Juan de Villafañe que intrigaban y agitaban a los demás miembros, embistiendo este último contra otro canónigo que se disponía a oficiar el santo oficio, con el cáliz en la mano, impidiendo también que se celebraran vísperas.

En la confusión que reinaba en el recinto catedralicio, aquel Jueves Santo, 28 de marzo de 1521, Francisco de Lorenzana, Arcediano de Mayorga, a la sazón comunero, y Andrés Pérez de Capillas, Arcediano de TriaCastela, realista y promotor de la refriega, se enzarzaron en un fuerte altercado, , al que se añadieron defensores de una y otra causa, todo ello en medio del templo, «con espadas y otras armas».

Los defensores realistas, al ser menor número tuvieron que salir de forma rápida, encontrándose en la entrada con la procesión de los disciplinantes que entraba en la Catedral acompañados de muchos devotos, y según refiere un acta capitular «…así en dicho alboroto y escándalo, entro la procesión de los disciplinantes y llevaba delante de sí un crucifijo y no teniéndole reverencia que debía dieron muchos golpes en el que llevaba dicho crucifijo e dieron con él en el suelo y de hecho le mataran si no fuera por Dios que milagrosamente le quiso remediar».

Este es el relato, según esa crónica del Cabildo catedralicio, que recoge la primera reseña conocida de procesiones dentro de la Semana Santa de la capital leonesa.

Todo ello enlaza con las referencias fundacionales de la más antigua de las penitenciales leonesas, la Cofradía de Angustias y Soledad de Nuestra Señora la Virgen María, en cuyas reglas iniciales se definen los hermanos de disciplina, de luz y de penitencia.

Además y a modo de término final, existe una nueva línea de investigación sobre la primera fundación, propiamente dicha, en la posibilidad que la referencia actual de Angustias y Soledad, posicionada el 9 de febrero de 1578, sea casi con toda certeza la de una refundación, pues ha aparecido algún dato bastante revelador de esta «Compañía» que puede remontarse hasta los principios del siglo XVI.

Otros datos para la historia de nuestra Semana Santa.

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