Diario de León

Aldonza de Mendoza, la ‘luchadora’ Señora de Ponferrada

Publicado por
Carlos Javier Salgado Fuentes
León

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Que Ponferrada es una ciudad cargada de historia a nadie debe llevar a asombro, pues solamente con admirar su grandioso castillo o paseando por las calles de su casco antiguo, parando a contemplar monumentos como la torre del Reloj, ya se percibe que la capital berciana tiene un recorrido histórico de notable relevancia.

Sin embargo, Ponferrada también es un rico baúl lleno de personajes y hechos históricos que han pasado bastante desapercibidos a nuestros ojos. De este modo, acontecimientos como la dotación de Fueros propios a la entonces villa por el rey Fernando II de León (en el año 1180), la llegada en 1343 de una mujer, Juana de Castro, a la titularidad del Señorío de Ponferrada, o el hecho de que la hoy capital berciana fuese la sede de la Junta Superior de León en varios periodos de la Guerra de Independencia, son hechos que dan cuenta de la importancia de la ciudad de Ponferrada a lo largo de la historia.

Pero es más, entre los secretos de su devenir temporal, Ponferrada acoge la historia de una valiente mujer hoy escasamente recordada, como fue Aldonza de Mendoza, mujer de relevancia en la localidad en la Baja Edad Media, que vivió unos hechos que en cierto modo recuerdan a los de otra guerrera ponferradina más reciente: Nevenka Fernández.

Aldonza sufrió con dureza las consecuencias de un matrimonio en el que la parte peor parada siempre fue ella, siendo su marido Fadrique Enríquez de Castilla, un hombre de rancio abolengo procedente de dos poderosas familias de la época, los Enríquez y los Castro. Fruto de este linaje, Fadrique ostentaba diversos títulos nobiliarios, entre ellos el Señorío de Ponferrada, además del de Villafranca, destacando entre sus títulos el Ducado de Arjona, del que fue su primer titular, y por cuyo título fue principalmente conocido.

Aldonza supo reponerse y acabó al frente del Señorío de Ponferrada, gobernando un castillo que convirtió en su hogar tras haber sido su cárcel

Sin embargo, si la pertenencia a una u otra casa nobiliaria era sinónimo de poseer una buena posición social, no lo era necesariamente de tener un comportamiento digno con los demás, dejando mucho que desear en este aspecto Fadrique, de quien Aldonza denunció que le forzaba y le maltrataba. Y es que, en su maltrato a Aldonza, al ver que ésta no se amedrentaba ante sus desmanes, Fadrique llegó incluso a encerrarla en el cubo del Castillo Viejo de Ponferrada durante dos años.

Por otro lado, la vida matrimonial de ambos vino marcada también por las constantes infidelidades de Fadrique a su esposa. Y para desgracia de Aldonza, el adulterio de su marido iba a tener consecuencias directas sobre ella. Así, al haber mantenido Fadrique relaciones con la hermana de Aldonza, el marido de aquella y cuñado de Aldonza, Diego Dávalos, se vengó de la afrenta del Duque de Arjona violando a Aldonza, que resultó, una vez más, la parte peor parada de una situación de la que no tenía culpa.

Pero afortunadamente, ninguna tormenta es eterna, y el tortuoso matrimonio de Aldonza tocó a su fin, al fallecer Fadrique Enríquez de Castilla en el año 1430, acabando así el calvario marital de una Aldonza cuyo sufrimiento hasta entonces se había quedado apresado entre los muros del castillo ponferradino.

Una vez viuda, Aldonza decidió valientemente romper socialmente su silencio, revelando todo el sufrimiento y vejaciones sufridas durante su matrimonio, en una sociedad, la medieval, nada acostumbrada a que una mujer diese ese paso, y que de hecho cargaba sobre la mujer la culpa de dichos actos, aunque fuese la víctima, viéndose dañada en su prestigio social.

De este modo, la historia se repetía en las tierras del antiguo Reino de León, pues no hay que olvidar que a inicios del siglo XII, la reina Urraca I de León denunció públicamente el maltrato que sufría por parte de su marido Alfonso I de Aragón, pidiendo la nulidad del matrimonio. En aquel caso, su valentía, pese a ser reina, le costó ser golpeada, apedreada, desnudada y arrastrada por el barro en Santiago de Compostela, logrando salir con vida de aquella turba de trastornados que no soportaban una mujer al mando de la Corona.

Y es que la Edad Media era un tiempo difícil para ser mujer, de hecho, aún hoy sigue siéndolo aunque hayamos avanzado. Quizá por ello, volviendo sobre Aldonza de Mendoza, ésta no recibió apoyo de su entorno cuando denunció haber sido maltratada, forzada y engañada por su marido. Pero, al igual que la reina Urraca, Aldonza no se rindió, y luchó con más fuerza si cabe.

Así, cuando le quisieron arrebatar tras la muerte de Fadrique ser la titular del Señorío de Ponferrada (que le pertenecía por arras matrimoniales), Aldonza no cedió ante las presiones y planteó batalla en los juzgados, para reclamar aquello que le pertenecía legalmente. Ante lo rotundo de sus argumentos, finalmente la justicia le dio la razón en 1431, y el rey Juan II reconoció a Aldonza de Mendoza como titular del Señorío de Ponferrada, estando al frente del mismo hasta el año 1437, cuando decidió legar el Señorío ponferradino a su sobrino, Diego Manrique.

Y es que, pese a los traumas, la incomprensión social y las heridas sufridas, Aldonza supo reponerse con coraje y valentía, y acabó situándose al frente del Señorío de Ponferrada, gobernando un castillo que convirtió en su hogar tras haber sido su cárcel, pudiendo decir orgullosamente hoy los ponferradinos que al frente de su insigne fortaleza estuvo Aldonza de Mendoza, la ‘luchadora’ Señora de Ponferrada.

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