Diario de León

Algún día saldremos del confinamiento

Publicado por
Manuel Arias Blanco
León

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Nunca hemos vivido una experiencia tan dura y tan cercana. Casi siempre la veíamos a través de los medios o las redes sociales y nos asombraba su dureza y poco más. Pero esta vez se ha cebado con nosotros, entre otros. Ahora sí podemos decir que nos ha visitado y se ha ensañado con dureza.

El enemigo, el virus, no acaba de irse del todo, no acaba de ser vencido. Ni los tratamientos ni la vacuna aparecen como salvadores. Unos días se dice que está cerca una vacuna; otros, nos hablan de tratamientos eficaces, pero al día siguiente surgen otras informaciones muy distantes y se nos cae el alma al suelo.

Quizás hubo un confinamiento primero —y tardío— necesario e ineludible. Pero esto debe tener un fin y no se ve la luz el final del túnel. No sabemos si cuentan más las muertes que los contagios. Ignoramos hasta qué número es aconsejable abrir la vida a la normalidad. Y de ahí tanta incertidumbre. Tampoco nos consuela el hecho de que media Europa esté atrapada por los mismos síntomas. Aquí no vale sálvese el que pueda, porque estamos en sociedades interrelacionadas y nada se hace a espaldas de los demás.

Por eso, pienso que llega el momento de «arriesgar». Sabemos cómo hay que comportarse en estas situaciones. Solo debemos seguir las recomendaciones de quienes nos dirigen: ponerse mascarillas —posiblemente en cualquier actividad pública, en especial en transportes y aglomeraciones—, guardar la distancia entre unos y otros —metro y medio a dos metros— y lavarse mucho las manos con agua y jabón. Son tres sencillas reglas esenciales que nadie debe olvidar.

Además, si tenemos síntomas del virus —fiebre, tos, etc.—, debemos consultar con el médico de cabecera para seguir sus instrucciones. En ningún caso, acudir al trabajo, ni citarse con nadie. Como prudencia, conviene que nos confinemos en casa hasta que estemos bien. Seamos responsables, porque un mal paso en este sentido puede acarrear un sinnúmero de contagios de consecuencias impredecibles.

Luego están los irresponsables que contra viento y marea rompen filas y nos ponen a muchos en peligro. Sed sensatos. Debería bastar una leve insinuación de cómo hay que comportarse, para que nadie se saliera del surco correcto. Llama la atención la frivolidad de muchos —en especial, jóvenes— que no piensan en las graves consecuencias que pueden ocasionar tales conductas alejadas de las reglas.

Por el bien de todos os pido, jóvenes, que penséis un poco en el bien común. Mira que la mayoría se comporta y se solidariza con este dolor imponderable cotidiano, pero siempre hay aguafiestas que se saltan a la torera el buen cauce de casi todos.

No veía bien, por otra parte, las franjas horarias, porque parecíab que inavitan a salir, aunque no te apetezca, dado el largo confinamiento. Me parece que bastaría con una leve y lógica aclaración del peligro que se corre si nos dispersamos en exceso por la calle. Evitemos las aglomeraciones. Contengamos las ganas de viajar innecesariamente. Tal vez, se pueda poner alguna limitación geográfica, pero poco más.

Tampoco comparto las fases, sobre todo si se avanza de manera desigual. No sé si es el mejor método. Otra cosa sería que el avance sea simétrico y solo cuando se advirtieran anomalías se tomarían medidas y restricciones. Porque hay que avanzar y no quedar estancado. Por tanto, tenemos que impedir el gesto inmoderado de algunos y de alguna manera deberían ser conscientes de sus comportamientos.

Ya no es tampoco tiempo de multas y represiones. Si todo tiene que hacerse bajo el peso del castigo, mal vamos. Seamos responsables de nuestros actos y pensemos en el otro. Está en juego nada menos que la vida.

Ante tanto cansancio y ante las puertas de un panorama poco halagüeño hagamos nuestras las recomendaciones que nos dictan. Usemos mascarillas cuando sea inevitable la cercanía; mantengamos la distancia cuando podamos; lavémonos las manos continuamente y así todo rodará plácidamente. Este virus no puede cobrarse más vidas innecesariamente, al menos por culpa de nuestra negligencia.

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