Diario de León
Publicado por
Carlos Roger Antón
León

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Dando un sentido general a la palabra amistad, nos podemos encontrar que en la mayoría de los casos, y caemos por hábito sin saberlo, en lo que la misma implica. Etimológicamente, como algo pegado u oculto a nuestro interior y generalizado al conjunto global; pero aún así, seguimos y seguiremos creyendo, o mejor, utilizando la idéntica, en un sentido falso en tiempo y forma; tiempo de plantearnos si existe; cual dios celestial (se me antojan pegadizas las ideas de un gran filósofo leonés...), o la misma ha tomado forma en cuanto a su propio organismo humano y natural, organismo, que mueve el pensamiento propio e individualizado de cada cual, alegórico o utópico en tantos casos (cartagineses, fenicios, griegos/romanos, como ej,) o como atávico y heredado de forma errónea. Pero acogida como algo sagrado haciéndola nuestra por su significado, tal que una deidad a la cual se sumían nuestros ancestros a tantos falsos elfos o ídolos, de la apariencia que presentaran por la más simple de las hipocresías, pero al fin dueños del mundo afamado, eran y seguirán siendo por los eones ineluctables, peligrosas por encima de cualquier debate posible.

El 30 de julio fue el día internacional de la amistad, y la curiosidad aparejada subsiste en que fue establecido por la ONU, a propuesta de la Unesco. Ya no necesito entrar en más discursos o notas de índole variopinta, para experimentar el significado de lo «políticamente correcto» a ese nivel terrenal que a todos nos cobija, con el título de Amistad, obvio, pero peligrosa o peligrosas, tanto las generales como las personales y el protocolo de aceptación en la misma tan solo en lo personal y que con el paso del tiempo nos va llevando día a día a la tolerancia de cualquier tipo de parcialidad o camaradería en trastocarla con la palabra de significado tan debatido y mantenido.

Uno nunca hará amigos, pues tales son reconocidos a medida que los encuentra en la vida, pero la exigencia será por tanto una complicidad de nuestro amor propio

Ya no nos importa que la misma sea peligrosa, incierta, real (muy sencillo, me consta para algunos, pero inviable para una mayoría que la intenta prolongar), falsa, aleatoria.... nos afianzamos en ella, cual guindola salvadora y repito, por el más simple de los egoísmos humanos, sin tan solo valorar y pensar en su significado académico, cultural, pero ante todo y por todo, de nuestra propia condición humana, pues de ella es y debería ser algo inherente a la propia condición mortal.

Mi razonamiento al respecto, pasa por lo más simple que pudiera coexistir, ¡no se halla como tal, la amistad!, y sin el cimiento en tantas y tantas celebridades que al punto han escrito o dicho sobre ella, me acojo al basamento de objetivizar mi propia vida y hacerla extensiva y entendible al común general social. No obstante, en vuelta o vueltas de tornillo sobre la misma, decía Henry Brooks A. (historiador y matemático estadounidense) y decían y dirán tantos otros en igual forma y sentido, que un amigo en la vida, es mucho, dos son demasiado, tres, imposible; todo dicho, pues bien entendible es y será por todos, que la misma, siempre sugerirá un cierto paralelismo de vida, una comunidad de pensamientos y en definitiva, una emulación de fines.

La amistad es y deberá ser certidumbre, ante todo y sobre todo, y esa es y será la gran desemejanza que se establece por sí misma, con el amor. (Amor platónico y amistad Aristotélica, en sus cuatro fases por el sabio, establecidas) ¡No está así mismo ella, por encima incluso del amor !, pues bien cierto, que el amor lo podemos comunicar por los sentidos, pero la amistad es un amor más sublime que él mismo, cual se troca en confusión y desorden en nuestro recóndito interior, al preguntar de forma inquietante, ¿cómo estás? y esperamos todos a oír la contestación; el peligro o peligrosidad ya subsiste incluso desde su inicio, pues podremos percibir, ver y pensar, que ese peligro ha vivido en ambos, aunque sea en ese momento determinado que vislumbramos, lo peligroso de haber pensado en voz alta tantas veces, con él o ella.

Hemos pasado de la frontera de amistad o amistades, a la de peligrosas en su matiz pluralizado y explicado con prelación a la de su tal vez impostura y creencia en ella, con así mismo el agravante del ingrediente político y anual, cuál santo patrono de lo absurdo y sin la pretensión de su explicación o explicarlas cual leyenda urbana, provistas por tanto de explicación por sí mismas. Ternuras, afectos y galanterías impostadas desde su inicio, y ¡cuánto abundan!; hipócritas licenciados en penurias amigas, catedráticos de nuestros éxitos, exigencias que requieren una naturaleza y condición humana, delicadísima, sin argumentos; podría terminar el presente Art. tan solo escribiendo sinónimos o inclusive poemas, poesía... No es ni será mi pretensión, pues la amistad se explica por sí misma y el adicionar peligrosas, la sume aún más en nuestros delirios. A Quevedo, le gustaba explicarla, como un «contubernio de cantina», en su pasada literatura, pero muy presente en nuestros días. Góngora, Lope de Vega y como no, José Martinez Ruiz (Azorín), en su obra La Ruta de D. Quijote , para preguntarnos por tanto, del pasado siglo XIX, si Azorín no se recrea en el fracaso o más bien en esa conciencia del fracaso, en cuanto a semejantes, sin la gran validez para el desempeño de la tenaz amistad; son interminables las referencias literarias condenatorias a palabra y contenido.

Uno nunca hará amigos, pues tales son reconocidos a medida que los encuentra en la vida, pero la exigencia será por tanto una complicidad de nuestro amor propio, de mío propio, tan difícil, tan difícil que sí hubo será permutada en peligrosa en amplios casos y retrocediendo en nuestra existencia o como tal tomada en la propia historia, siempre acecharemos esos requiebros estúpidos y falsos, hacia una palabra, por siempre usada en contexto egoísta y maniqueo, pues los así mismo llamados amigos, nos han hecho siempre favores inmensos o viceversa y ello siempre estará presente en nuestro interior, ya que nos lo deben a título de amistad, de amigos, pero jamás pensamos que no nos deben ni debemos la misma, por tanto no puedo creer que los amigos sean necesariamente la concurrencia que más me gusta, por la controversia entre lo perfecto (amistad como vida) y lo imperfecto ( el ser humano, y como tales, la misma ha de salir de nuestra imperfección, por tanto será siempre imperfecta). «Desorientado y alucinado en medio de la embriaguez, por encontrarme a mí mismo, habito la noche deambulando como un poseído, navego por las aceras y calles, me hospedo en antros de mala muerte, cantinas y bares que fueron mis refugios variopintos, ocasionales, donde negocio la amistad, con la falsa moneda de mis versos»; pudiera ser mío, mi vida o la de tantos (Hector C), pero como final de este Art. lo he traído al coleto, como ese sentir natural en la búsqueda indiscriminada de la perfección, en algo tan imperfecto como es el uso indiscriminado de la palabra, que sus réditos rematan siempre en peligrosos y los amigos, devienen casi siempre en amistades peligrosas (Cristina del Valle y Alberto Comesaña, Sic..). Mea culpa,- pues me considero ese ser (no me arrepiento), como decía D. Diderot, que quiero tener y creer en los amigos. Yo y todos, pero evidentemente, nadie quiere serlo.

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