Diario de León

Anecdotario radiofónico de la Cultural Leonesa

Publicado por
José-Magín González Gullón
León

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El próximo mes de mayo, celebrará la Cultural el centenario de su fundación, lo que me ha hecho recordar que, a lo largo de mis casi cincuenta años ejerciendo la profesión periodística y radiofónica, hube de simultanear durante muchos de ellos y en diferentes medios la información general con la futbolística y dedicado exclusivamente a la Cultural, con la que viví momentos felices al dar noticia de sus triunfos; otros no tanto; y algunos, insólitos, desconocidos u olvidados para la gran mayoría.

A mediados de los años sesenta del pasado siglo, recién incorporado a La Voz de León radié los primeros partidos siguiendo a la Cultural. Conté para ello, y con él compartí micrófono, con el inolvidable Blanco Pérez, quien había sido uno de los primeros árbitros españoles en alcanzar la categoría internacional en tiempos en los que España apenas contaba con apoyos en el exterior. Fui testigo de su popularidad en todos los campos, de la veneración que le mostraban los árbitros cuando acudíamos a saludarlos y de sus enormes conocimientos futbolísticos, no solo arbitrales, de los que hacía gala ante el micrófono, como de su condición de leonés y de la Cultural.

Recuerdo que me aconsejó preguntar también por los nombres de los jueces de línea. Y algún árbitro hubo, que quizás agradecido por tan inesperada visita, pareció corresponder en algunas de sus decisiones favoreciendo a la Cultural. Lástima que no llegara a ver que años más tarde todas las cadenas de radio y televisión contarían en los partidos de fútbol con un árbitro como comentarista.

Posteriormente en Radio León presenté durante algún tiempo el más popular programa y de mayor audiencia: La quiniela de los entendidos, en el que catorce bares y cafeterías de la ciudad rellenaban el boleto y, sobre todo, comentaban el partido de la Cultural puntuando a los jugadores más destacados. Al final de la temporada el jugador que mayor puntuación había obtenido recibía un original premio: un traje a medida confeccionado por Sastrería Morán y un reloj de pulsera de las mejores marcas.

Pero la noticia más sorprendente protagonizada por la Cultural, y que mereció durante varias semanas la atención de los medios informativos nacionales, ocurrió a principios del año 1975, mediada la temporada futbolística. El equipo ocupaba el puesto de «farolillo rojo» en Segunda División y la sustitución de su entrenador, el bilbaíno Carmelo, parecía inminente. Todavía estaba reciente la feliz etapa anterior, vivida bajo la presidencia de Ángel Panero Flórez, con ascenso incluido, y cuando el equipo ocupaba asiduamente puestos de cabeza en esa misma categoría y contaba con casi ocho mil socios, lo que parecía y sigue pareciendo un sueño. Los ánimos de la afición estaban por tanto más que caldeados y se precisaba encontrar el revulsivo capaz de poner las cosas otra vez en su sitio. El presidente de entonces, José García Morán, reunió a su junta directiva con carácter urgente en el domicilio social del pasaje de la calle República Argentina. La integraban José Elías Fernández Lobato como vicepresidente, Mariano Fernández, Baldomero Lobato, José Luis Valles, Florencio Carbajo, Manuel Gutiérrez Ballesteros y Francisco Cantero. Y allí surgió la noticia esperanzadora, el milagro en el que se confiaba. Un intermediario futbolístico de Madrid había contactado con el directivo Baldomero Lobato, informándole de la presencia en España de un entrenador brasileño que además era parapsicólogo e influía de manera muy eficaz en la mente de los jugadores. Con que dicho y hecho. A las cuarenta y ocho horas ya estaba en León Harold Campos, que tal era el nombre de la nueva esperanza culturalista.

Sus primeras manifestaciones no dejaban lugar a dudas. El dinero era lo que menos le importaba, lo que de verdad quería era poder demostrar en España sus conocimientos futbolísticos y parapsicológicos, anteponiendo el poder mental al físico. Y la Cultural Leonesa, atravesando sus horas más bajas, era el banco ideal de pruebas. Peor ya no le podía ir. Se encontró un equipo plagado de jugadores sudamericanos: los hermanos Nelson y Rubén, uruguayos; Hugo Pini, argentino; Sergio Brogno, paraguayo. Era clara la atracción de aquellos directivos por los sudamericanos. Le contrataron por cinco meses. Treinta mil pesetas de sueldo mensual y ciento cincuenta mil de ficha, y doble cantidad si conseguía eludir el descenso.

El domingo, día 2 de febrero, sin tiempo siquiera para cumplimentar el fichaje en la Federación, Harold Campos presenciaría desde las gradas del viejo Amilivia el partido Cultural-Valladolid. Nada menos que el derbi regional. Cesado días antes Carmelo, figuraba como entrenador Mario Luis Morán, a quien siempre se recurría en estas situaciones. Harold Campos acudió por la mañana al estadio, conoció y se entrevistó, uno a uno, con los jugadores, se hizo cargo, dijo, de su situación anímica, y les inculcó una ilusionante superioridad moral. Y surgió el milagro o sonó la flauta o vaya usted a saber. La Cultural, que llevaba semanas sin conseguir un solo punto, derrotó por 2-1 nada menos que a su eterno rival, un Real Valladolid tan denostado en lo futbolístico como deseado en la taquilla.

Satisfecho de su debut y ya de lleno en sus funciones Harold Campos declaraba a los medios informativos que la táctica a emplear sobre el terreno de juego era siempre la misma. Había que salir a ganar sin complejos, sin el más mínimo cerrojo defensivo, conscientes de la superioridad de su fuerza anímica que él se encargaría de transmitirles. Coincidió que el calendario brindaba a la Cultural la posibilidad de jugar dos partidos seguidos en su campo. Así que, siete días más tarde, recibía al Mallorca, otro gallito del grupo. El número de espectadores creció considerablemente deseosos de comprobar si de verdad los jugadores salían hipnotizados. Al final, el hipnotismo se extendió por todo el estadio, porque la Cultural ganó sorprendentemente 2-0 al Mallorca. Y merecidamente.

Requerido por José María García, intervine en varias ocasiones en los programas nacionales de la Cadena SER, Hora 25 y Carrusel Deportivo, para informar de todo ello: tal era la expectación que se había originado. El propio García vino a León a realizar su programa nocturno desde los estudios de Radio León, con Harold Campos como invitado especial, encargándome la presentación del personaje. Despidió la entrevista con estas palabras: «Señores, este hombre es un fenómeno o un cara».

La respuesta no se hizo esperar. El siguiente partido, en plena apoteosis culturalista, lo juega la Cultural en Huelva. Pero, ¡ay!, motivados sin duda por una sobredosis anímica, los jugadores salieron corriendo como locos hacia la portería contraria convencidos de sus sorprendentes poderes. El Huelva se encontró, para su sorpresa, ante un rival que renunciaba a defenderse así que marcó fácilmente su primer gol y el segundo y el tercero y así hasta siete. El 7-0 final fue noticia en toda la España futbolística.

Vino luego el Burgos a León y se repitió el esperpento. La Cultural perdió 1-4. La ilusión dio paso a la mofa: «A la hoguera con el brujo», exclamaban los espectadores. De inmediato fue cesado sin indemnización alguna, que tampoco reclamó. De la noche a la mañana desapareció de León. Y del famoso Harold Campos nunca más se supo.

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