Diario de León

La Aparición, fiesta del Mercado

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Entre las fiestas de los barrios leoneses, La Aparición fue siempre una de las más esperadas, porque abría el ciclo de festejos populares en nuestra ciudad y, a la vez, constituía un punto de cita y encuentro para familias enteras después de los días navideños. Y aunque la meteorología jugaba con frecuencia malas pasadas plantando sus invernizos reales, esa inconveniencia no arredraba en absoluto el ánimo de los asistentes.

La situación descrita se sitúa en el segundo tercio del pasado siglo veinte. Entonces, en el devocionario particular de los leoneses, las festividades de la Virgen de las Candelas, el dos de febrero, que lleva consigo la arraigada fiesta de Los Usías, de hondas raíces medievales, y, al día siguiente, de San Blas, abogado de la garganta, tenían una enorme resonancia, aunque circunscritas ambas a los actos litúrgicos organizados por la parroquias de Santa Marina la Real y de San Marcelo, respectivamente.

La Aparición, en cambio, además de ser también una solemne festividad de fe y de fervor, por su llamativo programa de actos, representaba en el calendario legionense un preámbulo festivo ante la inminente llegada de la Cuaresma. Y es que durante varias décadas de dicha centuria, los carnavales se ciñeron a fiestas particulares y espacios muy concretos, que apenas han dejado recuerdo en el imaginario colectivo.

Actualmente, las costumbres han cambiado de un modo radical. Por eso, cierto y verdad es que ahora no hay hoguera en la plaza del Grano; tampoco fuegos artificiales, concurso de pintura o Carrera de la Rosca; ni siquiera verbena con su correspondiente baile. Y mucho menos partido de fútbol, capítulo deportivo imprescindible antaño en el programa. Sabido es que el Júpiter Leonés se fundó aquí, el 14 de julio de 1929, en la calle de Puerta Moneda por un grupo de mozos del barrio, entre los que se encontraba Juan Manuel Alonso, ‘Juama’, vecino del número nueve de la indicada calle, empleado del Diario de León y autor de distintos trabajos periodísticos de tema local en las páginas de este periódico durante muchos años.

La Aparición tiene sus raíces en el 9 de febrero del año 560. Según la tradición, entre la asperidad de una zarza, un pastor halló una imagen de la Virgen, donde se alza el crucero de la plaza de Santa María del Camino

En aquellas calendas que señalo, los sones que salían de un humilde organillo, instrumento musical y símbolo identitario de La Aparición, instalado unos días antes en la plaza de las Concepciones, impregnaban de alegría el alma de los vecinos y de los transeúntes y sus compases hacían oficio de heraldo de las actividades anunciadas.

Todo aquello, como digo, desapareció para siempre, producto del signo de los tiempos. No obstante, sus credenciales, es decir, la esencia y el carácter de la festividad, mantienen sus señales más indicativas, su visibilidad, como se dice en estos días nuestros, en el «ramo» semicircular, que, con su exorno correspondiente, engalana el arco de la puerta del templo parroquial cada nueve de febrero, y, por supuesto, en la solemne Eucaristía que se celebra a últimas horas de la tarde con asistencia masiva de fieles, no sólo del barrio sino también de toda la ciudad. Y es que como escribió en tantas ocasiones el historiador, nacido en Crémenes, José González, canónigo y arcipreste de la S. I. Catedral de León, la Morenica del Mercado «es alma leonesa».

Pese a todos los cambios llevados a término por la sociedad, en el barrio de Nuestra Señora del Mercado, la Aparición sigue siendo una fiesta para la convivencia, un día de gozo y regocijo para el vecindario, una jornada donde aflora con una fuerza inusitada la estela de las evocaciones. La misma que hace posible el prontuario de los recuerdos personales.

La Aparición tiene sus raíces históricas en el 9 de febrero del año 560. Según acredita la tradición, en la citada fecha, entre la asperidad de una zarza, un pastor halló una imagen de la Virgen, allí donde hoy se alza el crucero de la plaza de Santa María del Camino, uno de los espacios más singulares de esta antigua Corte de Reyes.

La Virgen del Mercado, la Antigua del Camino, advocación que se identifica con dicha Aparición, es virgen de rogativas. Cuando tantas veces «estuvo cerrado el cielo», por decirlo en expresión del evangelista Lucas, y el agro leonés fue víctima de la sequía, como aquella famosa acontecida en 1663, o, mismamente, cuando la ciudad fue sometida por distintos episodios de peste, allá por 1642, 1645 y 1649, que condicionaron la vida de los leoneses, éstos volvieron sus ojos y sus súplicas a la Virgen del Mercado, poniendo su esperanza en la intercesión de esta Azucena del Calvario, y comprobando después que una lluvia copiosa remediaba sus necesidades.

El fervor a esta sagrada imagen se vio acrecentado en el siglo XVIII. Hasta tal punto que en 1738 se fundó en esta parroquia la Congregación de María Santísima de los Dolores, conocida también como Cofradía de la Esclavitud. Y un escrito fechado en el año siguiente, 1739, dice de este tenor: «que no se manifieste su Santa Imagen a menos que se la enciendan previamente cuatro velas y ello por el respeto debido al venerable simulacro de Nuestra Señora, Titular de dicha iglesia…».

La Virgen del Mercado, la Antigua del Camino, suscita en León una devoción que se mide por siglos. Y éste es un hecho que cada nueve de febrero es verificable.

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