Diario de León
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AL TRASLUZ. EDUARDO AGUIRRE
León

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En el paseo de La Lastra, cuatro esculturas nos recuerdan que no todo está perdido. Me resulta imposible pasar delante de ellas sin conmoverme. Por su belleza, pero también porque en mi corazón irán siempre asociadas a quien ideó que estén allí: el hotelero y gran creativo Jaime Quindós. Lástima que este conjunto escultórico, que representa a los cuatros elementos, esté necesitado hoy de unas horas de iluminación nocturna, para que pueda cumplir su misión de creador de atmósferas, que esa y no otra ha de ser la función del arte urbano. Su autora, Esperanza d’Ors, ha inaugurado en Ármaga Mitos humanos, en la línea de sus anteriores indagaciones sobre la mitología clásica. Sus esculturas son sutil proclamación sobre la pervivencia de la belleza y la verdad en nuestro mundo herido. Para el cartel se ha seleccionado una pieza exquisita, Touch the sky (Toca el cielo), inspirada en un poema de Borges. Nos muestras a Ícaro subiendo por una escalera de mano, pese a tener alas. O más exactamente, en tres peldaños de su ascensión. A veces, aunque las tengas es indispensable subirlos, pues forman parte del camino. Estuvo acompañada por su marido, el periodista y dramaturgo Ignacio Amestoy, con quien conversé sobre una de sus producciones teatrales La última sesión de Freud, imaginario encuentro entre Freud y C. S. Lewis, en las inmediaciones de la II Guerra Mundial. Ambos, d’Ors y Amestoy, siguen derrochando sencillez e inteligencia.

Quienes se pregunten si la figuración tiene aún algo que ofrecer deben acercarse a ver esta exposición, donde la mirada se te puede posar en cualquiera de las esculturas y no sentirse escupida. Ahora bien, para ello es indispensable, como en este caso, que la obra se apoye en un sólido dominio técnico. Aquí un mundo propio dialoga con el mito; o sea, con el nosotros colectivo. Escultura figurativa que tiene detrás pensamiento y emoción. Ícaro sube por una escalera de mano, que lleva al cielo. En efecto, cabe preguntarse ¿por qué lo hace así? Tiene las alas que le hizo su padre. Pero la buena escultura no es mensaje cerrado, sino interpretación del que contempla. La mía es que en el arte y en la vida no te puedes saltar peldaños, aunque puedas volar.

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