Diario de León

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¿Es Pedro Sánchez un demócrata? La respuesta es NO. A Pedro Sánchez no se le puede considerar demócrata por la sencilla razón de que su comportamiento político es propio de un autócrata -persona que ejerce la autocracia- según definición del Oxford Languages, diccionario que define la autocracia como el régimen político en el que una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad. Si una ley es obstáculo para conseguir sus fines, la misma se deroga o bien se modifica a su antojo y capricho. Ha preparado una reforma legislativa -contrarreforma de la reforma que él mismo aprobó hace meses- para alcanzar una mayoría socialista en el Constitucional. «Se cambia la ley y lo que hoy es inconstitucional, mañana será legal» (A. Pérez Giménez). «Para Sánchez vale lo que en cada momento le vale a él; votocortismo de manual» (T. León Gross).

Pedro Sánchez actúa, pués, como lo hacen los totalitarios, déspotas y caciques. Desde que se instauró la democracia en España, pasa «por ser el presidente con más gestos autoritarios desde Franco, gobernando por decreto, suspendiendo ilegalmente las libertades, mutilando las Cortes, colonizando el Estado, empequeñeciendo al Rey, y combatiendo al poder judicial» (J. Vilches). Tras la debacle del 19-J en Andalucía, ha acelerado su insaciable asalto a las instituciones y organismos básicos del Estado, «una querencia tradicional del sanchismo que… amenaza con llevarse por delante el frágil entarimado en el que reposa nuestra democracia… Nada quedará en pie, el Atila sin escrúpulos que dirige el Consejo de ministros no da muestras de respetar institución alguna» (J.A. Vara).

Lo ha hecho en el INE -organismo que elabora los informes estadísticos que miden la evolución de los precios y el cálculo del PIB, que al no coincidir con los deseos de Sánchez se ha cambiado a su presidente para poner a otro de los suyos-. Lo ha hecho en el CIS -principal instrumento para conocer por anticipado la opinión pública de los españoles y, sobre todo, de los electores-, empresa donde se han contratado a cuatro ‘personas de confianza’ para realizar ‘análisis de datos sensibles que sirvan para el asesoramiento de la Administración y del Gobierno’. Lo ha hecho en Indra -empresa clave en la infraestructura informática para el recuento de los votos electorales y la encargada del software que debe abortar las intrusiones de malware espías como el del caso ‘Pegasus’, ¿se acuerdan?-. «Todo el poder para los amigos y conmilitones del gran líder…, un episodio para una serie cuyo título podría ser ‘El testaferro de Sánchez mete la mano en Indra con mucha Prisa’» (J. Cacho). Y lo ha hecho en el CNI.

Ana Martín, el 24 de junio, escribía su crónica política en eldebate.com bajo el siguiente título: ‘La nueva directora del CNI suspende la vigilancia al independentismo catalán y vasco por orden de Sánchez’. En el cuerpo de la noticia, la periodista refería que «la destitución de la anterior directora del CNI, Paz Esteban, no es el único precio que ha pagado Pedro Sánchez al independentismo catalán para superar la crisis ocasionada por el espionaje a algunos de sus dirigentes… La nueva directora, Esperanza Casteleiro, llegó al CNI el 12 de mayo con una orden clara del presidente: acabar con todas las escuchas y la vigilancia a los líderes independentistas. No solo catalanes, sino también vascos. Y así lo ha hecho… Aragonès tiene garantías de Sánchez de que no volverá a suceder. No habrá más teléfonos pinchados. No, al menos, en lo que respecta al CNI».

«Pedro Sánchez actúa, pues, como lo hacen los totalitarios, déspotas y caciques. Desde que se instauró la democracia en España, pasa «por ser el presidente con más gestos autoritarios desde Franco»

Ese día, en el mismo digital, Bieito Rubido señalaba en El Astrolabio que «esa orden al CNI de no escuchar a los independentistas vascos y catalanes hasta puede interpretarse como una traición a la defensa, a la integridad territorial y a la unidad de España». «El jefe del PSOE cobró 30 monedas en forma de Gobierno en 2018 a resultas de una moción de censura, a cambio de ceder a los nacionalistas en sus demandas más osadas. En el cobro iba la traición al orden constitucional, especialmente en lo que supone la soberanía nacional, la monarquía, el estado de las autonomías, la división de poderes, y el estatuto oficioso de la oposición» (J. Vilches). «Si Fernando VII pasó a la historia como el Felón, es porque aún no había nacido Sánchez» (F. Jiménez Losantos).

La nueva valla que Pedro Sánchez ha saltado de la mano de Otegi en su esfuerzo por ensuciar la Transición ha sido el pacto entre el PSOE y Bildu para aprobar la ley de Memoria Democrática. «Los ataques a la Transición esconden un intento de imponer una confederación o una democracia popular gobernada por los nacionalistas radicales y populistas que no son capaces de competir en una democracia verdadera» (A. Caño). «No sólo se han hecho por lo visto indispensables para la gobernabilidad del país sino que influyen en la redacción de leyes que, absurdas como son en su proyecto mismo, gracias a su tutela se convierten en perversas» (F. Savater). «Un sistema en el que la legalidad la dicta la ETA no puede ser un sistema legítimo que deba mantenerse» (I. González). «Sánchez ha hecho del brazo político de ETA un insólito aliado de su Gobierno. La cobertura moral y política que la izquierda está prestando a los herederos de ETA es uno de los episodios más nauseabundos que se han dado en los más de 40 años de democracia… Hoy Bildu decide investiduras, aprueba presupuestos y hasta reescribe la Historia de España» (I. Díaz Ayuso).

«En la España de Sánchez no hay código normativo ni moral que prevalezca sobre el criterio político» (I. Camacho).

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