Diario de León
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LUIS ARTIGUE
León

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Hay un misterio en la vida que no nos sabe revelar la vida misma, y por eso existen las novelas demoradas de prosa envolvente; esas novelas que nos invitan a sumergirnos en el enigma de la existencia para, así, no conformarnos con un vitalismo elemental.

Y lo digo porque ese aspirante a Hemingway con mirada de toro de lidia y voz de caballerazo andaluz, poeta de raza y el mejor novelista de nuestra generación —Joaquín Pérez Azaustre, Córdoba, 1976— ha querido venir a León esta semana para presentar aún antes que en Madrid, que en Barcelona, en las Españas, su novela Los Nadadores (Ed. Anagrama).

Como una forma de intentar globalizar la inteligencia y la amistad aquí está esta novela atmosférica y extrañamente hipnótica escrita con un rigor verbal que elogia la precisión, la minuciosidad, el fraseo largo, las metáforas de alta resolución y la sed de sentido. El mundo en el que nos adentra es por un lado el del deporte y por otro la fotografía. El contexto es el de la ciudad enorme, aglutinadora y que funciona como un disolvente para las identidades. La trama casi naturalista, casi realista, se basa en que el protagonista, apocado fotoperiodista de nuestro tiempo adepto al deporte, la amistad, el alcohol, y la neurótica normalidad, asiste a como a su alrededor va desapareciendo gente sin dejar rastro y sin que nadie conozca el motivo o el paradero.

Se diría que es una novela de misterio, pero no empleando el término en el sentido de Conan Doyle y Agatha Christie —misterio que se ha de resolver apoyándose en la perspicacia y el ingenio—, sino en el sentido de Dostoyevski cuando el autor ruso nos enseña que existe un enigma en el vivir que no cabe dentro de lo que se entiende por normal, pero mantenerse al margen de ese misterio es un poco quedarse fuera de la vida misma. La forma de mantener la intriga que el autor ha empleado en esta novela no es la de dosificar la información sino, en la estela de Kafka, ir insuflando en quien va leyendo paulatinas dosis de desinfectante angustia.

Pero el tema principal, el símbolo primordial, es el de la natación. Como se comentó en la Librería Alejandría —templo del León docto— el autor ha escrito una novela generacional diciéndonos subliminalmente que más que nunca en nuestra «generación de las particularidades» todos somos distintos y estamos solos, que necesitamos mantenernos en forma porque la vida es competición y reto, y que estar simbólicamente en forma, aunque te ayuda a resistir y a avanzar, también te va dejando solo…

He aprendido mediante esta novela con fraseo de Blues, que si uno no se pone retos y lee libros exigentes jamás consigue nada, que el ritmo de los best-sellers miente sobre la vida, y que León atrae a los contadores de historias perdurables… ¡Viva vivir!

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