Diario de León

Biden, ¿la esperanza de América?

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Andrés Mures Quintana
León

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Una vez terminada la ceremonia en la colina del Capitolio y habiendo tomado posesión del Despacho Oval, una nueva era se abre, no sólo para los Estados Unidos, sino para todos los países del ámbito internacional. No en vano, USA es la primera potencia mundial con el permiso de la China Comunista de Xi Jinping. Con Biden da la sensación, a juzgar por su discurso de toma de posesión, de que pasamos del «America first» con que se estrenó Trump, al «New America Deal».

Por eso y porque debemos abrir una ventana a la esperanza, hay grandes deseos de que el nuevo presidente sosiegue los ánimos del pueblo americano, muy dividido en estos momentos, fruto de la insensatez de un populismo barato y feroz. Igualmente en el terreno de la política interna es preciso poner paz y orden después del huracán Trump, y se hace más preciso que nunca establecer nuevos canales de comprensión mutua y de confianza entre las grandes potencias, máxime en estos delicados momentos que atraviesa el mundo.

Finalmente, a modo de resumen, la Unión Europea debe vislumbrar con ánimo y generosidad la llegada del nuevo inquilino de a Casa Blanca. No en vano, la primera autoridad y presidenta de la Comisión Ursula Von der Leyen ha saludado con cierta euforia esta cambio que dadas las circunstancias se adivina profundo.

Joseph Robinette Biden nació en el 42 en Scranton (Pensilvania). Estudió Derecho en la Universidad de Siracusa (Nueva York) y en el 72 fue elegido Senador por el estado de Delaware con tan sólo 29 años. Desde entonces, y a pesar de las desgracias familiares por la temprana muerte de su esposa e hija en accidente, su carrera política es imparable. Seis veces reelegido senador, alcanzó la Vicepresidencia con Obama en las presidenciales de 2008, y reelegido en las de 2012. En abril de 2019 anunció su candidatura a la Presidencia y en junio 2020 alcanzó los 1991 delegados que le convirtieron en aspirante. En 2015 renunció a la carrera presidencial y antes lo había hecho en 1988. Ahora, su sueño se ha cumplido a la tardía edad de 78 años. Su segunda esposa Jill Biden (1977) profesora en el Virginia Community College ha sido su gran apoyo a lo largo de estos años y, probablemente lo siga siendo en estos próximos cuatro de su presidencia, que se antojan difíciles y complicados después del paso del terremoto Trumpo por la Casa Blanca.

Estados Unidos es un país socialmente dividido, más que por causas económicas por causas sociales y de ideologías dispares, por momentos feroces y disparatadas. El reciente asalto al Capitolio, alentado por un loco como Trumpo, es buena prueba de ello. Restañar estas heridas llevará esfuerzo, tesón, mano firme y diplomacia. Aunar estos elementos no es tarea simple, pero Biden es un político de largo recorrido y desde luego de dilatadísima experiencia política.

A pesar de las dificultades, tiene gran parte del camino recorrido, el resto está en su mano y en la del equipo escogido que ya está en su puesto. Es gente muy curtida en la tarea política y parlamentaria, y eso (viendo sus perfiles) da una gran dosis de esperanza. En los primeros días al frente del Ejecutivo, el nuevo Presidente ha dado muestras de una gran capacidad de trabajo y con paso firme ha ido desmontando muchas de las ocurrencias del antecesor.

El nuevo rumbo de las migraciones, el cambio climático, la OMS, la relación con el vecino Méjico, con Europa etc. parecen augurar cierta dosis de tranquilidad, que se hace muy necesario. La gran incógnita son las relaciones con dos halcones muy poderosos del tablero internacional, léase Vladimir Putin y el chino Xi Jinping. Probablemente, junto con el control de la pandemia en los Estados Unidos (desbocada en estos momentos), sean las relaciones futuras con China y Rusia las dos asignaturas de mayor calado a las que tendrá que enfrentarse el nuevo presidente americano.

El mundo vive momentos de zozobra y angustia por el coronavirus. La tercera ola está resultante letal y en muchísimos países de los cinco continentes se viven situaciones extremas; por ello, es importante que la cabeza dirigente del país líder permanezca despejada, alejada de extremismos y efusiones populistas que tan malos resultados ha dado (Venezuela, Brasil, Argentina) y donde en España, lamentablemente estamos viviendo a diario, convirtiendo aquella España de no hace muchos años y décima potencia mundial, en un escaparate que el resto de las naciones civilizadas contempla con estupor, desgana, indiferencia y a veces burla.

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