Diario de León

Caballeros.. y ‘miladies’ o dime de qué presumes y te diré qué te falta

Publicado por
Matías González, sociólogo
León

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Esa ridícula moda de llamar caballero a cualquier varón de cierta edad en esta España del incivismo universal tiene las mismas urdimbres de los que llenan sus muebles de salón con decenas de libros que nunca han leído. O sea, el deseo de presumir de lo que no se tiene: la cortesía, en este caso, en el trato a los mayores.

De los faranduleros se dice que sobreactúan si exageran sin necesidad en la interpretación de sus papeles. De los usuarios/as del «caballero» se puede decir que lo hacen, por sobreeducación, o sea, por pedantería, de quien la tiene en dosis más bien escasas... «Dime de qué presumes y te diré qué te falta», dice uno de los dichos más sagaces del ingenio popular. Un axioma psicológico que encuentra confirmación en esta neo-corriente del protocolo de urbanidad de esta España deslenguada de los alborotados albores del XXI.

Y es que desde hace no muchos meses pero con una firmeza más que pasmosa se ha insertado en el membrete de cortesanía del paisanaje una fórmula de tratamiento que da mucho que pensar. Los jóvenes se han dado a tratar de «caballeros» a todo aquel que aparenta una edad cercana a la llamada tercera edad. Lo hacen las cajeras de supermercado, los agentes de policía, los empleados de banca. Dicen, al ser preguntados, que son los directivos de personal los que fuerzan a sus operarios a hacer estas deferencias para ganarse la simpatía del cliente. Quizás el proceso se inició así pero ya lo hacen los funcionarios de la Admón y ellos no están obligados por estas exigencias mercantiles. La razón de fondo de este éxito tan fulgurante, a mi entender, hay que buscarlas en otro lado

No nos gusta recordarlo pero el civismo común de la España actual es el peor con distancia de todo el continente. No hay más que darse unas vueltas por esos lares y comprobarlo in situ. El vociferío desaforado que impregna las parletas de calles, barras y terrazas. La escandalera que acompaña cualquier reunión lúdica juvenil, la repugnante suciedad de tantos jardines, plazas y aceras son indicios muy claros de un ránking de incivismo en que somos sin disculpa, los primeros.

Eso por eso que viene de molde aquí aplicar el refrán que abría el artículo, el déficit de educación es lo que lleva a los jóvenes a exagerar, hasta la hipérbole ridícula, el trato con los mayores. El que llama «caballero» a cualquier sesentón, en cualquier circunstancia, se quiere pregonar como ultra educado pero en realidad lo que hace es encubrir unas carencias más que lamentables.

¿A qué viene erradicar el elemental «señor» de dos simples sílabas, por este hiperbólico «caballero» sacado de los arcones más rancios del castellano. ¿Acaso llaman «milady» a las féminas mayores? No, se les sigue llamando señora que es lo que pide la norma. Así que yo, curándome en salud, cuando alguien me apela de esta manera, en un supermercado, una gasolinera o una oficina, respondo con educada sonrisa «sí, gracias, cómo no... milady» o «¿por qué me llamas caballero si no tengo caballo?».

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