Diario de León

La calidad de vida y el Código de Nuremberg

Publicado por
Juan Llor Baños, Medicina Interna
León

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El 20 de agosto pasado se cumplieron los 75 años del Código de Nuremberg. Fue el 20 de agosto de 1947, tras el Juicio de Nuremberg celebrado entre agosto de 1945 y octubre de 1946, cuando se promulgó. El Código es una clara respuesta, de incuestionable valor en ética médica, a los argumentos emitidos por la autoridad nazi, y secundados por los médicos de dicho régimen, que justificaban, porque lo permitía la ley, el tratamiento inhumano que se infringió a los pacientes hechos prisioneros en los campos de concentración.

Es bien conocido que la Alemania nazi provocó una masiva y terrorífica operación eutanásica esgrimiendo el concepto de que existen vidas con escaso valor vital, y poco útiles. Esa disposición, sin freno alguno, tuvo efectos devastadores en la historia de la humanidad. Esos postulados legales fueron causa determinante de que, por ejemplo, en el campo de concentración de Auschwitz se ejecutaran un millón cien mil personas.

El fundamento para esa operación fue el corrosivo concepto de «muerte compasiva», (la gnadentod, en alemán), que como ley fue un implacable instrumento de eliminación de deficientes. La caritativa «muerte compasiva», que así fue definida por el régimen nazi, recibió condena firme del Tribunal por crímenes de guerra en 1946. Posteriormente, en 1947, la publicación del emblemático Código de Nuremberg de ética médica cerró aquel capítulo negro de la historia de la Medicina.

Ciertamente, gracias al Código de Nuremberg, la Medicina cuenta con la garantía deontológica internacional que valora la dignidad de todo enfermo y establece los límites de protección que esa dignidad impone.

Sin embargo, existe todavía una fuerte mentalidad utilitarista que sigue actuando con su habitual agresividad y falta de respeto por los débiles, dando actualidad activa al Código de Nuremberg. Basta observar la virulencia y fuerza emergente que tiene hoy en día en Europa la eutanasia, tanto de adultos como pediátrica.

A ese propósito, pienso hay que tener mucho cuidado cuando en el entorno sanitario se emplea el término «calidad de vida», pues, de modo ordinario y casi insensiblemente, es fácil dar paso a indicadores que califican las vidas humanas dentro de un abanico que va desde más a menos calidad vital. Así, los componentes de déficit que posee cada paciente, expresados en determinados aspectos físicos, intelectuales, afectivos, etc., se pueden tasar con una frialdad casi numérica, caracterizando a la persona enferma según el número de déficits que acumula hasta un grado determinado de utilidad.

Además, «la calidad de vida» también es lógico que baile al son de la música que señalan las circunstancias históricas del lugar con las cambiantes coyunturas económicas de cada momento, que ayudan a marcar a su vez la divisoria de cuáles son las vidas que aceptablemente contribuyen y de las que se puede, o se debe, prescindir.

En ese contexto de mentalidad utilitarista dentro de la medicina, existe un fondo común de continuidad, psicológica y cultural, entre los partidarios del aborto y los partidarios de la eutanasia, que les atrapa y de la que son esclavos, pues los defensores del aborto no pueden racionalmente oponerse a la eutanasia, y viceversa.

Así, es lógico que la Medicina celebre el Código de Nuremberg en su 75 aniversario, por sus importantes aportaciones que subrayan la dignidad del enfermo, asumida repetida y recientemente por la Asamblea Médica Mundial, junto a rechazar como completamente ajenas de la actividad médica tanto el aborto como la eutanasia aunque vengan promulgadas en leyes.

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